Historia de la minería en Chile


La minería en Chile está lejos de ser una actividad reciente. Desde el siglo XVI, con la fiebre española por encontrar riquezas, esta actividad comenzó a hacerse frecuente en el territorio nacional.

Sin embargo, el cobre tiene una historia aún más antigua. Según han constatado algunas investigaciones científicas, desde el 500 antes de Cristo, en pleno Desierto de Atacama, ya se registraba la utilización del cobre.

Más recientemente, este material fue empleado por Atacameños y Diaguitas quienes lo conocían bajo el nombre de "payen", quien ya conocían algunas rudimentarias técnicas de fundición, temple y producción de bronce.

Tras varios siglos de progreso y del desarrollo de esta actividad a través de distintas iniciativas, a comienzos del siglo XIX, se vive un momento destacable para la actividad minera nacional: en 1830 Chile llegó a ser el cuarto productor del mundo.

Varios años después y fruto de algunas iniciativas gubernamentales, la minería se ha transformado en un factor clave tanto para la economía nacional como para el desarrollo del país.

A continuación presentamos un resumen del una serie de documentos elaborados por el ministerio de Minería, los cuales dan cuenta de la evolución que ha tenido la minería desde el siglo XVI hasta nuestros días. (Para ver los artículos originales visite esta página del ministerio de Minería)

Siglo XVI

Impulsados por la colonización española, la búsqueda de riquezas minerales fue una de las características fundamentales de este siglo. De hecho, la explotación de lavaderos de oro fue la actividad más importante del el siglo XVI, llegando a decirse que el oro sustentó la Conquista.

Según algunas estimaciones, entre 1542 y 1560 se sacaron alrededor de 2 toneladas de oro como promedio anual, lo que no se debe a la gran cantidad de yacimientos o vetas que hayan encontrado, sino más bien al gran número de indígenas que fueron empleados masivamente en los lavaderos de oro.

Muestra de ello es un dato no menos significativo: las principales ciudades que fundaron los españoles, como La Serena, Concepción, Valdivia, Imperial y Villarrica, fueron construidas cerca de terrenos auríferos.

El auge minero, sin embargo, fue efímero. Hacia fines del siglo XVI la actividad aurífera entró en decadencia, principalmente por dos razones: agotamiento de los lavaderos y disminución de la mano de obra indígena.

Siglo XVII

Las reformas comerciales introducidas por la Corona española llevó a que la minería tuviera un gran impulso mientras que otras actividades, como la agricultura, pasaran a segundo plano.

Nuevamente el oro vuelve a ser un artífice importante, duplicando su producción, mientras que la plata obtiene crecimientos importantes que bordean el 400% y aparece con fuerza el metal rojo, que durante este siglo se produce 20 veces más que en el anterior.

A fines del siglo, el cobre representaba, en el comercio de exportación a Lima, una cantidad similar a la del trigo. La producción de cobre durante la Colonia se calcula entre 1.500 y 2.000 toneladas por año, utilizadas para fines decorativos, fabricación de utensilios, moneda, artillería y otros.

Dos importantes instituciones ligadas a la minería se formaron durante el siglo XVIII: la Real Casa de Moneda y el Real Tribunal de Minería. Esta última hacía cumplir la legislación minera, desempeñaba algunas funciones administrativas y, en general, se preocupaba del fomento de esta actividad.

Siglo XIX

Dos siglos más tarde y en plenos años de emancipación (1810-1818), la minería fue una de las pocas actividades económicas que se mantuvo más o menos al margen de los hechos bélicos.
Pero una vez asegurada la independencia, la minería se vio animada por un mayor contacto comercial y humano con el exterior. Muchos extranjeros se radicaron en los centros mineros del norte, con lo que se facilitaron las vinculaciones con las empresas foráneas y se abrió la puerta para introducir mejoras tecnológicas y, posteriormente, para la afluencia de nuevos capitales.

En la minería, lo más relevante fue el aumento de la producción de plata, el auge del cobre y el surgimiento de la producción de carbón. El período que va desde 1830 a 1880, es conocido como el ciclo de la plata, el cobre y el carbón de piedra.

La Plata
Aunque había yacimientos de plata en producción, fue el descubrimiento de Chañarcillo el factor decisivo en el explosivo crecimiento de este sector en el siglo pasado.

Nuevos descubrimientos y explotaciones, aumentaron espectacularmente la producción de plata. Esta subió de 7.000 10.000 kilos por años a comienzos de siglo, a una producción media anual de entre 100.000 y 150.000 kilos entre 1867 y 1900. El auge de este metal en el siglo XIX tendría su última expresión en el descubrimiento de Caracoles, en 1870.

El Cobre
El apogeo de este metal estuvo fundamentado en la creciente demanda mundial, en la introducción de una moderna tecnología y en el surgimiento de la industria fundidora del mineral a mediados de siglo.
La economía inglesa, que hasta antes de 1825 se autoabastecía de cobre, comenzó a aumentar sus requerimientos al ritmo de la Revolución. En 1826, Chile exportaba a Inglaterra 60 toneladas de cobre; en 1831, más de 2.000 y, en 1835, 12.700.

Hacia mediados del siglo, la producción chilena de cobre adquirió importancia mundial. El creciente uso del metal aumentó el consumo internacional, de unas 15.000 TM por año a principios del siglo, a 25.000 TM en la década de 1820 y a un promedio de 44.000 TM por año en la década de 1840. En esta Época, Chile ya producía unas 10.000 TM por año y, más tarde, se convertiría en un exportador de primera importancia.

El Salitre
Si hay que señalar a algún mineral como el producto estrella de este siglo inevitablemente este apelativo se lo gana el salitre.

Las décadas del 30 y del 40 marcan el inicio de la conquista del mercado europeo, en Alemania e Inglaterra. La demanda del salitre se apoyaba entonces en su aplicación a la producción de explosivos.

Exitosos experimentos realizados en 1850, sobre el empleo de nitratos como abonos agrícolas, hicieron crecer el interés y la demanda del salitre. Su aplicación como fertilizante se intensificó, además, por el crecimiento de la población europea y de sus requerimientos alimenticios. Ello implicó necesariamente aumentar el rendimiento agrícola, a través de la aplicación de métodos científicos que mejoraran el proceso de nutrición vegetal.

En los inicios de la década del 70 ingresan nuevos capitales, se mejoran las técnicas de elaboración y de transporte con el surgimiento de líneas férreas.
El químico e ingeniero inglés Santiago Humberstone, por ejemplo, adaptó el sistema Shanks -inventando para fabricar carbonato de calcio- a la elaboración del mineral.

Pero sólo en 1879 el salitre adquiere su real importancia, desde la Guerra del Pacífico, cuando Chile empieza a explotar las salitreras de Tarapacá y Antofagasta, como lo demuestran las cifras de la Época: entre 1879 y 1900, la producción crece sostenidamente, desde unas 600.000 a 1.460.000 toneladas anuales, fruto del trabajo de 80 oficinas salitreras que ocupaban 25.000 personas en sus faenas.
El período 1830-1880 es conocido históricamente como el ciclo de la plata, el cobre u el carbón de piedra.

Siglo XX

El Cobre
En 1902, W. Braden adquirió el mineral de El Teniente, que llegó a transformarse en una gran empresa en 1912. Cuatro años más tarde, el grupo Guggenheim se hizo cargo de Chuquicamata. En 1900 las inversiones norteamericanas alcanzaban en valores nominales- a cinco millones de dólares y en 1920 llegaban a 200 millones, de los cuales 150 correspondían al cobre.

El colapso del año 30 baja la demanda y el precio del cobre, llevando la producción a sólo 103.000 toneladas el año 1932. Esta situación se superaría con el advenimiento de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual la producción chilena sube hasta 498.000 toneladas en el año 1944. Debe anotarse que la contribución del cobre chileno fue del 18% del total consumido en el conflicto bélico. Por estos años, ya Chile es el segundo productor de cobre del mundo.

En los años siguientes, el Estado chileno pone en práctica nuevas políticas en cuanto a la actividad minera especialmente en la gran minería del cobre, para favorecer el interés nacional. Así es como, en 1955, se formula la llamada Política del Nuevo Trato, que busca aumentar las inversiones de las empresas de la Gran Minería, a partir de menores impuestos y del aumento de la producción, la cual sube de 355.400 toneladas al año, en 1954, a 488.400, en 1956.

Mas tarde, en el año 1964, bajo el gobierno del Presidente Eduardo Frei Montalva, se perfecciona dicha política con la llamada "chilenización del cobre", en que Chile se asocia mayoritariamente al capital norteamericano, toma en sus manos la comercialización del cobre y se realizan importantes inversiones para expandir la producción. Posteriormente, en 1971, bajo el gobierno del Presidente Salvador Allende y mediante una reforma constitucional aprobada unánimemente en el Parlamento, se completa el proceso de nacionalización total de las empresas de la Gran Minería.

Simultáneamente la Pequeña y la Mediana Minería evolucionaron favorablemente al crearse, en el año 1927, la Caja de Crédito Minero, cuyo objetivo principal fue el de fomentar la Pequeña y Mediana Minería del oro y del cobre, por medio de la instalación de agencias compradoras de mineral y la construcción de plantas de beneficio, tanto de flotación como de lixiviación. Posteriormente, esta organización pasó a denominarse Empresa Nacional de Minería, la cual además de ser compradora de minerales, cuenta con plantas de concentración, dos fundiciones y una refinería electrolítica.

Otra institución clave para el desarrollo de la minería y, más que eso, para el estímulo de la actividad productora nacional, ha sido la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo), creada en 1939, en respuesta inmediata a la emergencia de un terremoto acaecido ese año, y como expresión, sobre todo, de un modelo de desarrollo que pretendía consolidar al Estado como promotor y gestor de un proceso de industrialización, con dos objetivos: la "sustitución de importaciones", a través de un desarrollo técnico-económico estable; y la generación de un proceso de mejoramiento de los niveles de vida y de reducción de los altos índices de cesantía, generados por la crisis del año 30.

El gobierno de la época, llamado del Frente Popular, estaba convencido que los recursos naturales del país eran más que suficientes para acrecentar la capacidad industrial y al mismo tiempo sostenía que esto no sería posible sin elaborar un plan general de fomento de la producción, que pudiera hacer frente, además a problemas como los de la balanza de pagos, la escasa capitalización nacional, el insuficiente crecimiento de la producción agrícola, la pequeñez del mercado interno, la escasa formación técnico profesional, entre otros.

Emprender esta tarea requería de una solución global, que sólo podía encarar el Estado y no la iniciativa privada, cuya capacidad de capitalización había sido hasta entonces insuficiente.

En ocasiones, el Estado asumió directamente un papel empresarial, realizando obras de gran envergadura, como: la Empresa Nacional de Electricidad S.A., Endesa (1944), a la que correspondió la construcción y explotación de diversas plantas eléctricas; la Empresa Nacional del Petróleo, Enap (1950); la Compañía de Acero del Pacífico, Cap (1946); la Industria Azucarera Nacional S.A., Iansa (1952).


Fuente: www.minmineria.cl

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