La economía chilena va saliendo de la crisis a medida que en el mundo soplan también mejores aires. La salida ha sido más lenta de lo anunciado, puesto que nuestro país se ha demorado en retomar el dinamismo de muchas economías emergentes -la gran mayoría de Asia, y Brasil en Latinoamérica-. Pero, en definitiva, el ánimo mejora, y ello es avalado y se retroalimenta con diversos indicadores positivos.
Sin embargo, en la actual coyuntura vemos cómo se apodera de algunos un discurso voluntarista y alejado de la realidad. El gobierno quiere dejar la sensación de que Chile se ha manejado en forma excepcional durante la crisis, lo que sin duda ayuda en tiempos eleccionarios.
Ello sería plenamente legítimo si fuera ajustado a la realidad. Pero no es así. Si Chile lo hubiera hecho excepcionalmente, estaría bastante por sobre el promedio mundial.
El propio Fondo Monetario Internacional -entidad que nadie podría acusar de estar involucrada en nuestras elecciones- nos despeja la duda. Según sus proyecciones más recientes, Chile en 2009 caerá 1,7%, más que el mundo como un todo (que decrecerá 1,1%) y en abierto contraste al grupo de las economías emergentes, que crecerá 1,7%. Las porfiadas cifras revelan, entonces, una historia bastante distinta.
La situación objetiva tampoco permite sacar cuentas demasiado alegres. Esta crisis nos legará una tasa de desempleo porfiadamente alta. Por ello, el principal desafío que enfrentará el próximo gobierno será derrotar el desempleo.
Es cierto que Chile ha conseguido detener la escalada en el desempleo, principalmente a través de los programas de empleo de emergencia. De acuerdo a la última cifra reportada por el INE, la tasa de desempleo durante el trimestre julio-septiembre bajó a 10,2%, tras el 10,8% del trimestre móvil anterior. Así, el peak de desocupación alcanzado durante esta crisis será con altísima probabilidad menor al de la recesión de 1999, cuando llegó casi a 12%.
Pero el problema que enfrentamos aquí es triple. Primero, y a pesar de lo anterior, la tasa de desempleo es objetivamente alta, y no permite ser autocomplaciente. Aún hay unos 750 mil chilenos desempleados y muchos de los programas implementados para paliar los efectos de la crisis sólo tienen un efecto transitorio.
Por otra parte, la caída en el crecimiento de la fuerza de trabajo ha aportado bastante a que el escenario del desempleo sea más benévolo. Así, durante el tercer trimestre de 2009 la fuerza de trabajo creció sólo un 1,7% en 12 meses (y el valor acumulado en 2009 es de 1,5%), en circunstancias que durante 2008 ésta creció en promedio un 3,7%. Esto revela que la infructuosa búsqueda de empleo ha llevado a varios trabajadores desalentados a marginarse de la fuerza de trabajo. En este panorama, los jóvenes son los más afectados. La tasa de desempleo juvenil entre 15 y 19 años llegó a 32,2% en el último trimestre; es decir, más del triple de la tasa de desempleo nacional.
En segundo lugar, la respuesta del desempleo a los ciclos económicos es bastante asimétrica. Demora muy poco en subir, pero cuesta mucho bajarlo. Ésta es la experiencia general de los países que han tenido crisis, y la crisis asiática en Chile lo corrobora. Por ello, el nuevo gobierno deberá atacar el problema del desempleo con un arsenal más contundente que el mero uso de los programas de emergencia. Se requieren medidas que apoyen la creación de empleos más permanentes y de mejor calidad. Es aquí donde extender el subsidio a la contratación a otros grupos vulnerables (no sólo a jóvenes de entre 18 y 24 años) y mejorar su diseño para que ayude a generar empleos más permanentes resulta una ayuda importante.
Mirando más a largo plazo, el tercer problema que enfrentamos en este ámbito es que Chile ha disminuido fuertemente su capacidad de creación de empleo. Al final, cuánto empleo podamos crear depende de la capacidad que tengamos de crecer.
Y no es sólo que el crecimiento económico ha caído puntualmente un año o dos. El problema es más profundo. Es que el potencial de crecimiento económico -el crecimiento que la economía puede sostener por períodos largos- ha caído fuertemente en los últimos años. Así lo han corroborado los expertos congregados por el Ministerio de Hacienda, quienes bajaron su estimación de crecimiento potencial de 4,9% en 2008 a un pobre 4,2% en 2009.
La gran explicación de este pobre desempeño es el descalabro de la productividad. Chile completará cuatro años de crecimiento negativo de la productividad, que caerá en promedio anual en torno a 1,5% en el período 2006-2009.
Recuperar la productividad perdida y llevarla a terreno positivo será otro enorme desafío para el próximo gobierno.