Fondos Mutuos
La economía chilena está sufriendo con inusitada fuerza los embates de la crisis internacional, según muestran las últimas cifras.
El Imacec de febrero reveló una caída de 3,9% en la actividad económica, lo que superó hasta las expectativas más pesimistas. Pero más allá de esta cifra puntual, lo cierto es que la economía está en recesión con cualquier medida que se utilice, de acuerdo con la definición más usada de recesión: dos trimestres consecutivos de caída del producto. Si se mide respecto del trimestre inmediatamente anterior, desestacionalizado y anualizado (como se hace en el mundo industrializado), el producto cayó 3% durante el tercer trimestre de 2008 y se desplomó 8,3% en el cuarto. Si se mide respecto del mismo período del año anterior, la caída de la economía se mostrará en los dos primeros trimestres de 2009.
Las cifras que comentamos son el anticipo de un año complejo, en que el crecimiento económico chileno será con alta probabilidad negativo para el año como un todo, la primera caída del producto desde 1999.
Una de las primeras víctimas de la recesión es el empleo, y los trabajadores chilenos ya lo están sintiendo. La tasa de desempleo se ubicó en 8,5% durante el trimestre móvil diciembre-febrero pasado, última cifra oficial conocida. Esto representa un aumento de 1,2 puntos porcentuales respecto del mismo período de 2008; también revela un incremento de un punto completo respecto del trimestre octubre-diciembre.
Empeoran las cifras
Este desempleo de 8,5%, en todo caso, corresponde a los meses buenos del verano, en que la economía goza del efecto favorable de los empleos transitorios, especialmente en el comercio y la agricultura (los llamados "temporeros"). Pero no representa la realidad del otoño chileno en que vivimos, en el que los efectos transitorios positivos se van disipando. Lamentablemente, estas cifras empeorarán durante los meses de invierno, cuando el desempleo podría elevarse hasta el 11% o 12% de la fuerza laboral. Con ello, el número de desempleados superará ampliamente los 620 mil del último dato oficial, y puede incluso superar las 850 mil personas.
En sí mismo, el desempleo es un drama personal y familiar. Quien queda desempleado puede recibir los beneficios del seguro de desempleo por un período limitado (actualmente cinco meses, y hasta siete meses cuando la tasa de desempleo aumenta significativamente), con un tope que en la práctica cubre mucho menos que su salario para la gran mayoría de los trabajadores (monto que va decreciendo en el tiempo).
El problema del desempleo también afecta a la economía como un todo. Más aún, en épocas de recesión aumenta también la inseguridad de poder retener su empleo para quienes tienen un trabajo.
En estos tiempos que corren, el acento de las políticas públicas debe estar en la creación y preservación de empleo y en el apoyo a las pequeñas y medianas empresas, que generan más del 80% del empleo nacional. Las últimas medidas del Gobierno -el plan de estímulo fiscal y el más reciente programa de apoyo al crédito- contienen muchos elementos positivos y están bien encaminadas. Pero todo indica que serán insuficientes para contrarrestar la crisis.
Medidas concretas
Hay que poner acento en la creación de empleo. Es preferible que esto ocurra con un subsidio a la contratación que estimule el empleo en las empresas privadas antes que con programas de empleo de emergencia, porque los primeros son empleos de mayor productividad, que tienen una probabilidad razonable de transformarse en fuentes permanentes de empleo. Los empleos de emergencia son generalmente de baja productividad y son más proclives a su captura con fines políticos, lo que resulta más riesgoso en períodos electorales. Esto no significa eliminarlos, pero sí se debe ser especialmente cuidadoso en su diseño y seguimiento para asegurar un mínimo de productividad y evitar el desvío de los fondos.
El programa del Gobierno contempla un subsidio a la contratación, pero restringido a los jóvenes de 18 a 24 años de grupos vulnerables. Sin embargo, no parece razonable excluir por edad otras personas de grupos vulnerables, como las madres, a quienes debiera hacerse extensivo el subsidio.
Hay que estimular también la preservación del empleo para los que lo tienen, dando, por ejemplo, flexibilidad para una reducción pactada de la jornada laboral. Asimismo, los períodos recesivos son oportunidades para capacitar, y es posible atar este objetivo a la preservación del empleo. El Gobierno podría cubrir el costo laboral de un día de trabajo semanal (con un tope de ingreso) en la medida que la empresa destine ese día a programas de capacitación debidamente acreditados.
Sin embargo, el problema de fondo va más allá de la crisis actual. Para que Chile logre una creación de empleos sólida y consistente se requieren reformas que permitan al mercado laboral responder con agilidad tanto frente a las oportunidades como a los problemas. Facilitar el trabajo a distancia y los contratos de tiempo parcial, que son especialmente importantes para las mujeres y los jóvenes, va precisamente en esta dirección. Finalmente, necesitamos que nuestra economía recupere el dinamismo que ha perdido en la última década. Si Chile vuelve a crecer al 6% anual en forma sostenida, es posible crear en torno a 200 mil nuevos empleos por año. Esto mejoraría radicalmente las perspectivas de los trabajadores chilenos.