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Hogar de Cristo es el ejecutor de la experiencia piloto del programa Techo Primero, de Desarrollo Social:

"¿Se imagina cómo es para mí haber vivido cinco años en la calle y ahora tener techo?"

domingo, 28 de abril de 2019

Gabriel Pardo
Nacional
El Mercurio

Tres personas que vivieron la dureza de vivir en plazas, en esquinas o en las afueras de un servicentro relatan cómo es compartir hoy una casa con otros que sufrieron la misma situación y cómo salen adelante.



Cuando el frío era insoportable durante las noches no tenía más remedio que ponerse a saltar y frotarse el cuerpo con las manos para evitar la hipotermia. Y si llovía se mojaban los cartones sobre los que dormía, su ropa se empapaba, tosía sin parar, se enfermaba.

En la plaza en la que dormía solían desalojarla los carabineros o corría el riesgo de que la atacaran desconocidos.

"Dormía con un ojo abierto y otro cerrado", dice Erika Concha. Tiene 54 años y los últimos cinco de su vida los pasó sin un techo donde cobijarse.

Claro que la realidad no siempre fue tan dura.

Erika había tenido una pareja e hijos. Vivían en Lo Prado. Ella trabajaba en una empresa de aseo que prestaba servicios a una clínica.

Pero lentamente todo comenzó a derrumbarse. Hace unos años su pareja falleció de un infarto. Perdió la casa en la que vivía -de la que no era dueña-, quedó sin trabajo e incluso pasó algunas noches durmiendo en la calle junto a sus hijos.

Un hermano suyo finalmente se hizo cargo de ellos. Los trasladó a Viña del Mar. Pero ella, dice Erika, fue de mal en peor.

Cuenta que en su soledad y desesperación comenzó a consumir pasta base. También alcohol. Y se lamenta recordando que ella en su juventud no había hecho ninguna de las dos cosas.

"Yo dormía en una plaza en Lo Prado, en Ricardo Vial con Gabriela Mistral. Tenía un colchón. Ponía unas tablas en el suelo y un nailon para la lluvia. Alguna gente nos regalaba sábanas o cubrecamas", dice.

Erika relata que una vez le apuntaron con un arma y que varias veces le quemaron sus pocas pertenencias.

Los funcionarios de la Municipalidad de Lo Prado ya la conocían y la trataban de ayudar cada vez que la veían.

Hasta que esos mismos funcionarios le comentaron que podría integrarse al programa Techo Primero (o vivienda con apoyo), impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social. Ella aceptó.

Erika dice que se arregló como pudo para llegar el primer día a esta experiencia que le era desconocida.

La recibieron en una casa en Estación Central. Tres habitaciones individuales con camas, living comedor, cocina, patio.

Conviviría con otras dos mujeres que estaban superando la misma experiencia extrema.

"Cuando llegué me emocioné tanto. Me dije: 'Aquí comienza mi nueva vida", cuenta al borde de las lágrimas, pero conteniéndose.

"¿Se imagina lo que es para mí haber vivido cinco años en la calle y ahora tener un techo? Lo primero que hice fue dormir", recuerda, y suelta una carcajada.

Dice que con su compañera de casa, Anita, comparten las responsabilidades en la cocina, conversan mucho y se acompañan cuando van rumbo a la micro.

La historia de adicción empieza a quedar atrás y ha comenzado a trabajar de nuevo haciendo aseo. "Me compré hasta una radio", dice sonriendo.

Pero lo que más la alegra es que retomó contacto con sus hijos, con los que ya ha planeado que la visiten en su nuevo hogar.

Dormir sentado

En otra de las viviendas dispuestas para este fin ahora comparten Iván de la Rivera y Mario Carreño. Sus historias son igual de difíciles de contar.

El primero vivió varios años en las afueras de una bomba de bencina en Diagonal Paraguay, en el centro de Santiago. El segundo hizo algo parecido en el Hospital de Buin.

"Pasamos harto tiempo 'durmiendo sentados'", dice Iván de la Rivera, aludiendo a la jerga para referirse a la difícil realidad de no tener un techo.

Él, que estudió mecánica industrial, tuvo señora, es padre de 7 hijos, y jamás se le ocurrió pensar, en los días en que pasaba a comerse un churrasco en el centro de Santiago, que podría terminar sin casa.

No quiere ahondar en lo que lo separó de su familia, pero sí comenta que hace unos años se le detectó artrosis. Ahora se mueve con un bastón.

En esas condiciones, ya imposibilitado de trabajar, vivió junto a algunos familiares y más tarde, sin recursos suficientes para arrendar un lugar, fue a parar a un servicentro cerca de la Posta Central.

Dice que, en su caso, no hubo una adicción de por medio.

"Los funcionarios de la bencinera nos ayudaban en lo que podían", recuerda. Le daban agua caliente y le permitían dormir en un lugar donde el frío no le calara los huesos en el invierno.

Mario Carreño se buscó un rincón en el Hospital de Buin. "Por lo menos cuando me enfermaba me atendían altiro", dice, sin perder el humor, pese a las penurias que ha vivido.

Dice que es nacido y criado en Buin, que siempre trabajó haciendo muebles, que tuvo la oportunidad de viajar a otros países en Latinoamérica, que se quedó sin dinero, que ha perdido contacto con su familia, que sabe de "dormir sentado".

"Ahora me están llegando buenas cosas desde el otro mundo", dice sentado en el sofá de la nueva casa en la que vive.

Iván y Mario dicen que no ha sido difícil la convivencia. "De a poco se da la camaradería", dicen.

Rol del Hogar de Cristo

La coordinadora del proyecto, Tamara Elgueta, explica que el Hogar de Cristo es el ejecutor de este programa piloto, impulsado por el Ministerio de Desarrollo Social.

La experiencia no se basa solo en permitirles mantenerse en una vivienda, sino en entregarles también distintos tipos de apoyo profesional para evitar que en el futuro vuelvan a estar en situación de calle.

"Hay un profesional de apoyo domiciliario que los apoya en las actividades de la vida diaria. También hay otro, generalmente psicólogo o asistente social, que los ayuda a la integración sociocomunitaria", dice la coordinadora.

Erika Concha lo ratifica. Dice que se siente apoyada y que espera no volver a las calles nunca más. Se despide y dice: "Vuelvan cuando quieran a comerse una cazuelita".

14 mil
personas viven en situación de calle actualmente en el país.

''Cuando llegué me emocioné tanto. Me dije: 'Aquí comienza mi nueva vida". ............................................... ERIKA CONCHA

''Yo tuve trabajo como mecánico muchos años. Me enfermé y ya no pude trabajar. Terminé durmiendo en la calle. Esta es una oportunidad para salir adelante". .................................................................................... IVÁN DE LA RIVERA

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