En la actualidad, la comunidad científica y educativa global ha alcanzado un consenso respecto de lo fundamental de la primera infancia para el desarrollo del individuo. Hoy contamos con vasta evidencia sobre las ventanas de oportunidades que ofrece la plasticidad del cerebro en los primeros años, tanto para las áreas afectiva, motriz y cognitiva, como para la capacidad de continuar aprendiendo. Sabemos también que son las intervenciones pedagógicas de calidad las que producen efectos a largo plazo beneficiosos para el futuro de los niños. Precisamente, en estas edades decisivas constatamos con preocupación la tendencia a la escolarización de los niveles de transición, prekínder y kínder, en el que muchas veces los párvulos pasan largas horas sentados en sus bancos y en filas mirando las cabezas de sus compañeros, escuchando instrucciones para actividades rutinarias o bien, usando el lápiz y el papel como principal recurso, con escasas oportunidades de movimiento, expresión y juego. La educación parvularia en nuestro país tiene hoy el desafío de implementar las nuevas Bases Curriculares, recientemente aprobadas por el Consejo Nacional de Educación. Esta actualización viene a ajustar el currículum vigente desde 2002 a los significativos cambios que han ocurrido en Chile y el mundo en estos últimos 17 años. La actualización también enfatiza en las expectativas de una educación orientada a estas edades iniciales y dispone de objetivos de aprendizaje más específicos, lo que cobra especial importancia en el nivel de sala cuna, que ahora cuenta con mayores orientaciones para el trabajo con lactantes y menores de dos años. Las nuevas Bases Curriculares, sin embargo, no son el único elemento que debemos considerar si aspiramos a una educación parvularia de calidad. Necesitamos también asegurar adecuadas condiciones de cobertura, infraestructura, dotación de personal y recursos para todos los niños, en especial para aquellos más vulnerables. Aún más prioritario que lo anterior, necesitamos imperiosamente contar con educadores de párvulos altamente competentes, comprometidos y convencidos de que la infancia es un momento clave y único para el futuro de las personas y, por ende, el que sea aprovechado constituye un bien para la sociedad en su conjunto. En el siglo XXI, tal como lo hicieron los precursores de este nivel educativo, se debe mantener su esencia, reflejada en los principios pedagógicos que están a la base de este currículum, trabajando día a día de manera rigurosa para asegurar que los párvulos desarrollen sus capacidades y sean reconocidos con sus características, necesidades e intereses diversos. Una experiencia educativa en la que los niños sean los protagonistas, que les abra el mundo y les ofrezca nuevas oportunidades para seguir aprendiendo y con ello, un mejor futuro. Queremos a los niños jugando, riendo, hablando, explorando, resolviendo, pensando, decidiendo y aprendiendo. La fila puede venir después. Kiomi Matsumoto Royo Consejera Consejo Nacional de Educación