"En forma inesperada golpeó a Chile la segunda crisis del petróleo, que se inició en 1979. Cayó el precio del cobre y, con algún desfase, la actividad interna se desplomó. Subieron brutalmente el desempleo y el costo del crédito. La situación también repercutió en el grupo BHC, del cual era socio y ejecutivo. En 1982 me alejé del grupo, como resultado de una discrepancia interna sobre cómo resolver el problema financiero que estaba enfrentando", recuerda por correo electrónico el exministro Rolf Lüders. Días después de su alejamiento del grupo ligado a Javier Vial, lo nombraron biministro de Hacienda y Economía. "'Haga lo que es mejor para Chile', me dijo el general Pinochet. Me aboqué entonces con cuerpo y alma a encontrar la mejor solución técnica posible al exceso de endeudamiento que estaban sufriendo los agentes económicos en Chile. Este era quizás el más complicado de los problemas que tenía la economía chilena e impedía la reactivación. Así surgió el diseño del tipo de intervención que se hizo", agrega. Por esos días, relata Lüders, se consideraron otras posibilidades para sortear la crisis. "La primera consistía en suspender los préstamos de auxilio que el Banco Central estaba otorgando a la banca -que como única solución no tenía destino-, y dejar que el sistema financiero colapsara. Estimamos que por múltiples razones esa solución habría generado un caos sociopolítico mayor y la rechazamos". La otra alternativa, continúa, era "expandir significativamente los préstamos del Banco Central a la banca y subsidiar fuertemente su costo. Es decir, dejar que moya pague. Esta solución habría sido contraria a los principios de una economía social de mercado y la ética, y me opuse terminantemente a ella". Finalmente, se optó por intervenir los bancos tal como se hizo y hacerlos rentables en el mediano plazo, asumiendo deudas con el Banco Central. En febrero de 1983, días después de anunciar la intervención de, entre otros, el Banco de Chile, Lüders dejó el gobierno. "Efectivamente hubo en el seno del gobierno algunas personas que hubiesen favorecido el colapso del sector financiero y dejar que luego los mercados reencontraran solos sus equilibrios. Sin embargo, estas fueron una minoría y el general Pinochet decidió realizar la intervención conocida y propuesta por nosotros". Haciendo un ejercicio retrospectivo, Lüders cree que la intervención bancaria, sobre todo a días de terminar con el último de los vestigios de la época, fue positiva. "La intervención bancaria -sin por supuesto haber sido perfecta- fue esencialmente eficiente y justa. En el fondo, ella trató de emular una solución de mercado, pero evitando los altos costos del caos que en el caso chileno tal solución habría implicado. En una solución de mercado, los dueños de los bancos probablemente habrían perdido el control de sus bancos, y con la intervención así lo hicieron. Además, los balances de los agentes económicos se habrían reescrito de tal modo que la mayoría de ellos terminara siendo solvente, y la intervención consiguió eso también".