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Por más agitada que fuera su agenda, Alan Greenspan siempre se reservaba en su oficina un espacio para estudiar. Descrito en su propia biografía como un intelectual, el hombre que dirigiera el banco central más poderoso del mundo por casi dos décadas ahora dedica gran parte de su día a analizar cifras económicas y temas de políticas públicas.
Su agenda es coordinada por Washington Speakers Bureau, organización creada hace 30 años y que reúne a más de 200 personajes, como la ex secretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright; el ex Presidente español José María Aznar; o el célebre periodista Bob Woodward.
Aunque ahora su agenda lo obliga a estar frecuentemente en aviones, en los últimos dos años, Greenspan no se alejó de los pasillos de Washington, donde su consultora Greenspan Associates (que cerró en 1987 para asumir su cargo en la Fed) tiene su sede principal, aunque también cuenta con oficinas en Nueva York y Chicago.
A través de su consultora, coordina sus asesorías a las entidades más diversas, como el Deutsche Bank, el fondo de inversión Paulson&Co. (uno de los pocos cuyos hedge funds cerrarán este año con utilidades) y el Departamento del Tesoro británico.
"El señor Greenspan provee de consejo y análisis al equipo de inversiones del Deutsche Bank y sus clientes al compartir con ellos su perspectiva y opiniones sobre un abanico amplio de hechos que afectan a los mercados", explicó a "El Mercurio" Ted Meyer, vocero del banco.
A sus 82 años, Greenspan está lejos de retirarse; su agenda llegó a marcar un promedio de una conferencia semanal en el último año. La prensa estadounidense señaló que sólo esta nueva actividad le reportó al economista el año pasado ingresos por US$ 5 millones.
Criticado desde que la burbuja crediticia explotó, Greenspan no ha perdido su poder. Por el contrario, las reseñas de sus conferencias hablan de salones repletos y oyentes sorprendidos. "Cuando pensaba en los economistas, y especialmente en él, se me ocurría algo árido. Pero él fue absolutamente divertido", dijo el año pasado Tony Friscia, presidente de AMR Research, después de entrevistar al economista para un evento de su firma.
Cuando Greenspan llegue a Chile, será el ex presidente del Banco Central Vittorio Corbo el encargado de entrevistarlo, frente a dos mil oyentes.
Desde que asumió el rol de conferencista, Greenspan ha terminado con el mito de su lenguaje indescifrable, aquel que usaba como rector de la Fed y que provocó más de un dolor de cabeza a los inversionistas, que eran incapaces de reaccionar a sus palabras.
Para sus intervenciones como "ciudadano privado" (como él se define ahora), diseñó un formato de entrevista, en que responde las preguntas de un entrevistador. Así evita, según ha confesado, hablar de temas que no interesan a su audiencia. Pero este sistema le obliga a preparar respuestas para los más variados temas, desde su infancia en Nueva York, su frustrada carrera de músico o el futuro del mercado energético.
Organizadores de sus conferencias confidencian que el economista asume el control de hasta el último detalle: la disposición del escenario, el tamaño de la audiencia, el tipo de micrófono que usará e incluso la publicidad. "Él tiene que dar el visto bueno hasta del último aviso publicitario y no permite comerciales de televisión".