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Escuela Amaranta Gómez: La puerta que se abre cuando todas se cierran

jueves, 18 de abril de 2019

Sebastián Cerda
Vidactual
El Mercurio

En Ñuñoa se desarrolla uno de los proyectos educativos más llamativos de la actualidad: un recinto enfocado en niños y niñas transgénero. Hoy tienen 40 alumnos.



Cuando tenía 15 años, Ángela asistía como cualquier otra adolescente a un colegio de Santiago, aunque manteniendo en reserva ante la mayoría de sus compañeros un dato esencial de su biografía: era una chica transgénero. Los directivos del establecimiento lo sabían, y se habían abierto a que figurara en el libro de clases con su nombre social, con el que fue llamada en la lista durante todo 2017.

Pero a principios de 2018 las cosas dieron un brusco giro. "No sé por qué, pero me empezaron a tratar por mi nombre legal. Para mí fue muy incómodo, fue como retroceder en mi transición. En 2017 yo allí era Ángela, y en 2018 la situación cambió", cuenta.

La presión se volvió tan fuerte, que decidió no seguir adelante con el año escolar. Tempranamente, Ángela se encontró de vuelta en casa, sin más perspectiva que rendir exámenes libres en el entonces lejano diciembre.

Pero entonces se abrió una puerta inesperada. Justo en esos días, e inspirada precisamente en casos como el de ella, comenzaría a funcionar una escuela orientada a la infancia trans, con el fin de reunir a alumnos que estaban llevando su proceso educativo de forma aislada, luego que no encontraran en la educación formal un espacio de plena acogida.

Fueron los inicios de la Escuela Amaranta Gómez, inaugurada hace un año con apenas cinco alumnos ligados a la Fundación Selenna, organización que busca proteger a niños y adolescentes trans, y promover políticas públicas en favor de los mismos. "Así partimos, pensando qué hacíamos con estos niños, que estaban desescolarizados, y que no queríamos que estuvieran en su casa", recuerda Ximena Maturana, directora de la fundación y coordinadora de la escuela.

Pero como solo sucede con iniciativas portadoras de visión, mística y excepcionalidad, la bola de nieve comenzó a crecer, y apenas un año más tarde la matrícula del establecimiento llega a 40 alumnos.

Los desafíos al respecto son enormes, ya que más allá de ese incremento en el estudiantado, su situación no ha variado. Hoy, la escuela continúa operando en dependencias de la Junta de Vecinos de la Villa Olímpica, en Ñuñoa, que de forma gratuita le facilitó dos salas que comparten todos los niveles; de parte del Estado no reciben subvención alguna, y al no estar formalmente reconocida, sus alumnos y alumnas ni siquiera pueden optar al pase escolar. Así y todo, la inasistencia es mínima.

Niños invisibles

Ximena Maturana es madre de una niña de 15 años, también llamada Ángela. Antes de entrar a la escuela, esta última supo lo que implica hacer el tránsito de género en un mismo colegio. "Yo llevaba dos años allí, y en 2017 volví como Ángela. No me sentí cómoda, porque como ellos me conocían desde antes, a veces seguían llamándome por mi nombre legal, o se referían a mí como 'él'. Me aceptaron, pero no hicieron un proceso, no se habló del tema. Eso me hizo sentir muy incómoda, y preferí salirme en abril de ese año", recuerda.

De distintas maneras, situaciones como la descrita son algunas de las que deben enfrentar los menores trans en buena parte de los establecimientos del país. "Aunque hay una circular que protege a los niños y niñas, y que de algún modo obliga a los colegios a recibirlos y permitirles el uso del nombre social, dentro de la sala muchas veces son invisibles, porque la temática no se habla. Los directores o directoras, cuando reciben a un estudiante trans, los tratan como a una persona cisgénero (identidad de género coincidente con el sexo biológico), porque en el cotidiano de las personas no existen las identidades trans", afirma Ximena.

Evelyn Silva, directora de la escuela y creadora de la Fundación Selenna, también ha observado ese continuo. "En la infancia trans eres invisible, no existes para nada. Esa falta de visibilización es un bullying silencioso, que va dañando a nuestros niños y niñas, y que no saben cómo expresarlo. El estrés sobre ellos es muy alto. Llevan consigo una lucha de parecer hombre o mujer dentro de lo que las normas establecen, mientras te dicen 'no te preocupes, esto no es tema, lo entendemos súper bien'. Eso es fatal".

-Y acá se desestresan...

"Absolutamente, y es lo que nos lleva más tiempo. Es difícil trabajarlo con el exitismo que se exige. Porque se supone que tienes diez meses para terminar un curso, mientras que entrar en esta lógica emocional toma al menos tres o cuatro, que se quitan de lo académico, y los papás se ponen nerviosos. La gente norma mucho, hay muchas presiones que traspasamos a los niños".

Por lo mismo, en la escuela optaron por apuntar a un modelo educativo propio, respondiendo a las necesidades de sus estudiantes. Y ello, pese a que Evelyn y Ximena no provenían de mundos ligados a la educación.

Así, llegaron a un esquema que comparan con el de una escuela rural. "Tenemos dos grupos, en dos salas. Uno de primero a sexto básico, y otro de séptimo a cuarto medio. Y en cada una separamos los niveles por mesa, y los profes logran trabajar con todos", cuentan.

El programa incluye dos horas de inglés por día, además de Ciencias, Lenguaje, Matemáticas e Historia. Junto con ello, talleres como Biodanza y Música, que si es necesario realizan en la plaza contigua a la Junta de Vecinos. Todo está a cargo de profesores voluntarios y practicantes, bajo la supervisión de Evelyn y Ximena. "Estamos aquí todo el día, hasta las 16:00 horas, cuando se va el último niño. Es un trabajo de tiempo completo".

Un nuevo modelo

"Nuestra idea es sistematizar todo lo que aquí estamos haciendo, para crear un currículum educativo que sea replicable en otras escuelas", cuenta Ximena Maturana. El primer paso al respecto ya lo dieron con "El libro de Selenna", un volumen de caligrafía que apunta al respeto por la identidad, y que incluye términos como amor, amistad y diversidad en sus ejercicios. El ejemplar está disponible también en versión descargable (www.librodeselenna.cl) y ya está siendo usado en otros establecimientos.

"Queremos recuperar el sentido de la educación comunitaria. La educación hoy es súper cuadrada y súper formal. Con tanto formalismo se perdió el sentido de la educación", agrega Ximena.

Por lo mismo, la filosofía de la escuela ya comienza a superar la temática puramente trans, y prueba de su alcance es la llegada este año de alumnos cisgénero, que no estaban encontrando en otros colegios o liceos un espacio adecuado para ellos. "Se exige mucho a los niños, que sean exitosos, pero no se trabaja la emocionalidad, las habilidades. Hay niños con mucho conocimiento, pero no cuentan con herramientas para su vida. La mayoría de ellos viene de un historial de mucho bullying ", dice la coordinadora del recinto.

-Si pensamos en un ideal de sociedad, en que la educación comprende plenamente estas temáticas, ¿una escuela como esta no debería existir?

Evelyn toma la pregunta. "Lo pongo al revés: Quizás deberían existir más escuelas como la nuestra".

La escuela tiene un modelo propio, que se asemeja al de una escuela rural.

El nombre Amaranta Gómez le pertenece a una reconocida activista trans mexicana.

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