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Entre crisis y oportunidades

martes, 18 de noviembre de 2008

Decano Facultad de Economía de la Universidad Católica
Francisco Rosende

En vez de centrarse en un aumento del gasto público, la respuesta de Chile al escenario recesivo debería apuntar al crecimiento de largo plazo.




Las repercusiones de la crisis externa ya parecen estar alcanzando a la economía chilena. Así, se aprecian signos de una caída en el ritmo de inversión como resultado de la postergación de algunos proyectos, a lo que se añaden señales de una menor demanda por bienes durables, situación que se estima se prolongará por algunos meses.

Este escenario -de bajo crecimiento de la actividad y de una importante desaceleración de la demanda agregada- se encuentra reflejado en la reciente revisión de las proyecciones para el año 2009 realizada por el Banco Central. En este ejercicio se estima que la demanda interna crecerá 0,6%, luego de hacerlo en alrededor de 9,2% este año.

Para una economía como la chilena, que ha administrado con prudencia su política económica, el cuadro externo negativo no debiera ocasionarle trastornos profundos. Ello en tanto éste se mantenga dentro del marco de una recesión moderada -y no muy larga- en las economías industrializadas. Por otro lado, es esencial evitar problemas de coordinación en el manejo de la política económica, como ocurrió en la crisis asiática de fines de los 90.

En mi perspectiva, uno de los principales riesgos que plantea la coyuntura actual proviene de una interpretación apresurada de la causas de la actual crisis; o de un aprovechamiento de la misma para reflotar visiones ideológicas respecto a la forma en que las políticas públicas deben abordar los principales problemas de la sociedad.

Así, se ha hecho popular en los círculos políticos -y también académicos- de diferentes países, la hipótesis de que este episodio refleja un fracaso del sistema de economía de mercado, el que debe ser enfrentado con una mayor intervención de los gobiernos y su aparato regulatorio, en las economías. Otros han promovido un mayor gasto fiscal para enfrentar esta difícil coyuntura, recordando con nostalgia el New Deal impulsado en el apogeo del pensamiento keynesiano. Sin embargo, ¿podemos decir con cierta seguridad que ésta fue una estrategia adecuada para reimpulsar a la economía norteamericana tras la "Gran Depresión"? En mi opinión la evidencia no es en absoluto concluyente al respecto.

Un ejemplo interesante de recordar en el contexto actual es la experiencia de manejo de la crisis financiera chilena de los 80 y la aguda recesión que ésta provocó. Todo ello en un adverso escenario internacional.

En este episodio la estrategia seguida se enfocó en una política sistemática de estímulo a la oferta agregada. Como parte de la misma, se contuvo el gasto fiscal para generar el espacio para reducción de aquellos impuestos que dificultaban el crecimiento de la inversión y el de las exportaciones. Así, como consecuencia de la aplicación de "un intenso activismo de oferta", se logró configurar una estructura de precios relativos amistosa con el desarrollo de la inversión y el empleo, a través de un tipo de cambio real elevado y tasas reales de interés relativamente bajas. La economía reaccionó rápido, a través de un fuerte aumento de la actividad, el empleo y la inversión.

Desde luego, cada episodio tiene un conjunto de particularidades que es necesario considerar en el diseño de una estrategia eficiente de política económica. Sin embargo, me parece que la experiencia mencionada plantea antecedentes de interés para el diseño de política económica, en un contexto en el que se aprecia un deterioro en el escenario internacional, como también en la tendencia de crecimiento de la economía.

Un elemento fundamental en la determinación de los efectos de un cambio adverso en la economía internacional se refiere a la forma en que éste, y la consecuente reacción de las autoridades domésticas, afecten las expectativas del público con respecto a las perspectivas de mediano plazo. Desde esta perspectiva, si bien la respuesta de las autoridades monetarias y fiscales ha sido adecuada, sería inconsecuente pensar que la estrategia más eficiente para abordar esta coyuntura es similar a la que se plantea para economías sumidas en una profunda crisis financiera.

En efecto, son las fortalezas que presenta nuestro escenario macro las que hacen que la respuesta al escenario internacional adverso no deba buscarse en el área de las estrategias para combatir una crisis financiera con recesión, sino que dentro de las que pueden influir sobre la tasa de crecimiento de largo plazo de la economía.

Los otros riesgos
Para complicar la -ya compleja- discusión técnica de las opciones disponibles, cabe añadir el efecto del cuadro político local. En efecto, las presiones para aumentar el gasto fiscal, como mecanismo para estimular una alicaída demanda interna, serán intensas. Ello no obstante que en el escenario proyectado por las autoridades, el gasto fiscal crecería cerca de tres veces el aumento del PIB en el año 2009. Más aun, la experiencia pasada muestra que en un escenario de reñida contienda presidencial, las presiones por un crecimiento más rápido del gasto fiscal se intensifican, al mismo tiempo que aparecen propuestas económicas efectistas, las que en definitiva apuntan en la dirección contraria a lo que sería deseable en términos de las perspectivas de mediano plazo de la economía.

Contrariamente a lo que a menudo se enseña en los textos introductorios de economía, un ciclo no es sólo una pausa en torno a la "velocidad de crucero" de la economía. En la realidad -ya sea que se trate de un ciclo favorable o de uno adverso-, ésta es una coyuntura donde la forma en que responda la política económica y el sistema político puede afectar de un modo significativo las posibilidades de crecimiento del país por un período prolongado.



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