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Lobos versus cisnes

sábado, 06 de abril de 2019

Jorge Rojas Ilustración Francisco Javier Olea
Reportaje
El Mercurio

El año pasado, 311 cisnes de cuello negro murieron producto de ataques de lobos marinos en Valdivia. Todavía nadie se explica la razón de este comportamiento, del cual no existen registros previos. Pero la situación ya abrió un debate: ¿qué hacer con los ejemplares problemáticos?



Luis Miranda Herrera, guardaparque del Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter, donde se encuentra el humedal del río Cruces, en Valdivia, nunca en sus 36 años en el estuario había visto una escena igual: que los lobos de mar se comieran a los cisnes de cuello negro. Y sin embargo aquello ocurrió el 27 de julio del año pasado, mientras Miranda patrullaba en la lancha de la Conaf. Durante una ronda diaria, a pocos metros vio cómo un ejemplar se zampaba un ave de una mordida, como si una escena de un documental de National Geographic estuviese sucediendo justo al frente suyo.

-Daba lástima ver a los cisnes -dice parado en la lancha, mientras apunta al lugar donde todo habría comenzado.

En Punucapa, un sector ubicado a 20 minutos de navegación de Valdivia, donde más cisnes han muerto a causa del lobo, hay alrededor de 700 ejemplares vivos flotando en el agua. A medida que Miranda avanza en la embarcación, algunas bandadas agarran vuelo como si fuesen pesados aviones Hércules que despegan con dificultad. Una lentitud biológica de la cual el lobo de mar se aprovechó.

-Había dos maneras de comerlos: los tomaban del cuello y los tiraban para abajo, y en el fondo los trituraban, o los agarraban del vientre y les sacaban los interiores. El cisne quedaba nadando agónico, como pidiendo auxilio -agrega Miranda, mientras sigue navegando.

Aquel 27 de julio encontró cinco aves muertas flotando en el estuario. Todas con el mismo patrón de ataque: comidas desde abajo, asechadas en el descuido. Durante años, lobos y cisnes habían convivido sin tener interacciones, por lo que estos últimos no habían generado ningún mecanismo de defensa. Al día siguiente, Miranda y sus compañeros encontraron más cadáveres e incluso grabaron con un celular un ataque, mientras perseguían al lobo para que desistiera de su cacería.

Mario Maturana, guardaparque de 52 años y director del santuario desde hace tres, muestra en su celular la secuencia, que termina con ellos sacando al cisne del agua, moribundo. Maturana recuerda que ese día, al regresar a su casa, su señora lo esperaba con pollo asado, pero que por la impresión no pudo comerlo.

-Nosotros acá les tenemos un cariño especial a los cisnes. Mis colegas llevan toda una vida viendo a los pollitos nacer. Uno se encariña con esto y que pase esta cuestión es terrible -dice.

Entremedio de los ejemplares adultos, aparecen algunos juveniles de plumaje jaspeado. Así como están de crecidos -explica Miranda-, estos ya se han separado de sus padres. Verlos allí le trae recuerdos malos. En plena cacería del lobo, un día rescató a cinco polluelos cuya madre había muerto en un ataque. Se los llevó a su casa y durante una semana los alimentó con luchecillo, un alga que abunda en el humedal. Pero no era lo mismo que se los diera Miranda a que lo hiciera su mamá, y al final todos los pollos murieron.

-Las familias se desarmaban, incluso algunas hembras que morían tenían huevos en su interior. Nosotros estuvimos dos meses saliendo a recoger cadáveres -agrega.

Miranda se refiere a los meses de agosto y septiembre de 2018, cuando seis lobos de mar atacaron todos los días a las bandadas de cisnes que nadaban en Punucapa, llegando a cazar hasta 15 ejemplares en una jornada. Tiempo antes, los guardaparques habían dado aviso a las otras autoridades vinculadas al caso, como la intendencia, Sernapesca, el SAG y algunos profesores de la Universidad Austral de Chile (UACh) que monitoreaban el humedal, y el tema fue llevado a una mesa de conversación.

La muerte de los cisnes revivió viejos fantasmas en la ciudad. Específicamente, el episodio ocurrido en el año 2004, cuando producto de la contaminación de la planta de celulosa Celco, una gran cantidad de ejemplares murieron, mientras que otros abandonaron el humedal, quedando en julio de 2005 solo 290 aves en todo el santuario.

Pero esta interacción era inédita: en el mundo, nunca antes los lobos habían atacado a los cisnes.

Aunque no hay claridad en la fecha, casi todas las estimaciones coinciden en que los primeros ejemplares de lobos marinos que comenzaron a avistarse en Valdivia llegaron en la década del 80. Desde entonces, la convivencia con los humanos había sido pacífica y beneficiosa para el turismo, hasta que en el 2006 cerca de 55 ejemplares invadieron la costanera de la ciudad, principalmente a la altura del mercado fluvial, y su presencia se transformó en un problema.

Layla Osman, bióloga marina de la UACh que había trabajado con lobos de mar en Juan Fernández y en la Antártica, recuerda que ese año por primera vez se pudo determinar con certeza que los lobos, que hasta ese momento eran visitantes de paso, habían configurado una "colonia de descanso urbana". Osman agrega que el alcalde Bernardo Berger, actual diputado de RN, le encargó una investigación para determinar posibles soluciones.

-Ellos tenían propuestas muy sui generis , como la idea de hacer ramplas y toboganes para que los lobos se tiraran al río -explica ella.

Luego de un año de seguimiento, la bióloga marina descubrió que un mayor número de ejemplares llegaba a la ciudad en época de invierno y que en verano disminuía, coincidiendo con la época de reproducción. Osman llegó a la conclusión de que la mejor forma de restablecer el equilibrio era construir balsas de madera en el río para que los lobos descansaran. Su idea resultó y durante los años siguientes las balsas proliferaron por la costanera, hasta que unas obras de reparación vial, iniciadas en marzo del año pasado, destruyeron algunas de ellas. Meses más tarde, los lobos comenzaron a comerse a los cisnes.

Osman fue de las primeras personas en enterarse del extraño fenómeno. Mario Maturana, de la Conaf, le pidió que pensara en una solución y ella le propuso partir por un monitoreo satelital, para saber dónde estaban comiendo los ejemplares de la colonia y si los que antes descansaban en las balsas eran los mismos que habían decidido subir al estuario. Pero al poco tiempo, su propuesta fue desestimada.

El 29 de agosto de 2018, cuando ya 44 cisnes habían muerto, Sernapesca se hizo cargo de la emergencia. En reunión con representantes de las Seremis de Economía, Agricultura, Medio ambiente, Conaf y la Subsecretaría de Pesca, decidieron monitorear el borde del río para detectar los asentamientos, la distribución de las tallas y registrar fotográficamente a los ejemplares, para buscar rasgos que permitiesen identificar a los lobos "problemáticos", concepto que ocuparon para diferenciarlos de los que no comían cisnes. A dos de ellos, además, les pusieron nombres propios: "Cara cortada" y "Chacalito".

-Pudimos identificar que esta conducta predatoria no se activó en más de seis ejemplares, todos juveniles. Había mañanas en que uno solo podía comerse hasta cuatro cisnes -recuerda Cristian Hinrichsen, exdirector interino de Sernapesca que lideró la emergencia.

Días más tarde, la intendencia, a través de una mesa de trabajo, le encargó además la elaboración de un protocolo de captura y traslado. Un plan de destierro que fue aprobado por unanimidad, que consideraba sedar a los lobos y llevárselos a 500 kilómetros de Valdivia. Pero entonces surgió un problema. Nadie había previsto lo difícil que podía resultar pillar a un lobo de mar dormido en medio del agua. Para cuando el 3 de octubre Sernapesca inició su primera campaña de captura, 140 cisnes habían muerto.

-La alternativa fue utilizar drogas que estaban disponibles en el mercado nacional, pero que no son las más adecuadas para usar en fauna marina. Esos sedantes tienen tiempos de acción muy lentos y en el agua cinco minutos es mucho tiempo. O los lobos se desplazaban varios kilómetros antes de dormirse o podían ahogarse -agrega Hinrichsen.

Entre el 3 y el 10 de octubre, el equipo de Sernapesca realizó un total de nueve disparos "asertivos" sobre seis ejemplares de lobos sorprendidos en ataques, pero ninguno fue capturado. Luego de eso, la campaña se detuvo. Según un informe elaborado más tarde, tres de los lobos "problemáticos" no volvieron a ser vistos, y a comienzos de noviembre varios ejemplares aparecieron muertos sin explicación.

-Nosotros pensamos que dos lobos podrían corresponder a los que les disparamos, pero los demás no, porque son tallas adultas... Si de una u otra manera resultaron muertos los lobos marinos, este era un riesgo que estaba asumido por la mesa -dice Hinrichsen.

La muerte de los cisnes, sin embargo, no se detuvo.

A comienzos de diciembre, cuando los lobos de mar iniciaron su viaje a las colonias reproductoras, 311 cisnes de cuello negro y cerca de 30 polluelos habían muerto. La UACh se había hecho parte de la emergencia a través de un grupo de profesores liderados por el vicerrector de investigación, desarrollo y creación artística, Hans Richter, con el objetivo de asesorar a las autoridades en la toma de decisiones. Entre los investigadores estaba el profesor Eduardo Jaramillo, el mismo que en el año 2004 había elaborado el informe que determinó que los cisnes estaban desapareciendo del humedal por causa de la contaminación de la empresa de celulosa Celco.

Jaramillo, que lleva 14 años monitoreando el estuario, realizó un completo estudio sobre los desplazamientos que tuvieron los ejemplares "problemáticos" de lobos marinos a través del santuario. Su investigación sirvió de base para que, el 9 de noviembre, Richter le enviara una carta al intendente César Asenjo en la que detallaba lo que se debía hacer para contener la mortandad de aves: "Identificación definitiva de los individuos problema que están depredando sobre los cisnes y posterior remoción inmediata de los mismos", decía la misiva. O sea, sacrificarlos.

Los expertos recomendaban actuar con prontitud, por el riesgo de que otros ejemplares aprendieran de esta conducta. Para justificar la muerte de estos animales, protegidos por la veda extractiva, Richter agregó en la carta que eso regía para ejemplares silvestres y no para grupos ubicados en ambientes que no constituían su hábitat natural, por lo que estos lobos eran cazables.

Eduardo Jaramillo recuerda un caso que sirvió de argumento para tomar esta determinación. A mediados del año 2006, dice, un oso pardo, al que los medios bautizaron como Bruno, apareció en Alemania tras 170 años sin avistamientos de estos ejemplares. Su presencia, agrega, al principio fue vista como un éxito de los programas de reintroducción de especies en peligro, pero más tarde se transformó en un problema cuando Bruno se comió las ovejas, los pollos y las colmenas de la comunidad. Las autoridades lo trataron como un animal "problemático" y decidieron su eliminación, la que ocurrió de un disparo el 26 de julio de ese año. El cuerpo de Bruno actualmente está en exhibición en el Museo del Hombre y la Naturaleza, en Múnich.

-Yo soy políticamente incorrecto para decir las cosas. Lo recomendable era eliminar a los lobos -dice Jaramillo.

En diciembre pasado, sin embargo, Sernapesca desestimó la recomendación de la UACh y diseñó un nuevo plan de captura, pero esta vez basado en un dispositivo de balsas-jaula, que apresaban a los lobos antes de dispararles el tranquilizante. De acuerdo a ese protocolo, los ejemplares apresados no serían llevados a otros ambientes silvestres, sino que se irían directamente al Buin Zoo.

Sobre las teorías de por qué los lobos se fijaron en los cisnes, Jaramillo dice que hay muchas y que ninguna aún tiene evidencia científica. Discrepa del argumento que dice que los lobos se fueron a meter al humedal luego que destruyeran las balsas donde descansaban, ya que eso no es influencia directa en los cambios de hábitos alimentarios. Lo mismo cree del rumor que circula en la ciudad de que los lobos habrían comido pollo y que por eso se interesaron por las aves. Jaramillo se inclina más por la idea de la "denso-dependencia". Es decir, que los lobos, que son depredadores innatos y que llegan a comer hasta el 10% de su peso al día, simplemente fueron donde había más alimento.

-Los lobos nadaban 20 kilómetros de ida y vuelta todos los días. Era un gasto energético grande, pero el contenido nutritivo de un cisne no era mejor que el pescado. Yo comparé ambas especies y su contenido es el mismo. El tema es que el cisne es más fácil de pillar y en el humedal es abundante -explica.

Las cifras que maneja Jaramillo dicen que en el santuario actualmente hay una población de 14.800 cisnes y que los 311 ejemplares muertos representan un porcentaje mínimo de impacto. De eso habló a comienzos de febrero en un taller organizado por Sernapesca, donde además expuso el especialista en interacciones de lobos marinos del NOAA, Robert Anderson, que entre otras cosas dijo que la mejor alternativa era la captura.

Aunque desde diciembre no se registran nuevos ataques, eso no ha disminuido el riesgo de que esto ocurra nuevamente. Como los ejemplares conflictivos no fueron capturados ni eliminados, aún existe la posibilidad de que en las próximas semanas los lobos regresen de sus colonias reproductivas a comer cisnes.

"Mis colegas llevan toda una vida viendo los pollitos nacer. Uno se encariña y que pase esta cuestión es terrible"

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