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Inge Dusi:

La despedida de una maestra

sábado, 06 de abril de 2019

Texto, Soledad Salgado S. Retrato, José Luis Rissetti.
Perfil
El Mercurio

A pocos meses de dejar Chile para radicarse en Italia, la artista Inge Dusi exhibe su última gran exposición. "Trayecto" recorre la vida creativa de esta pionera del arte textil, que fue miembro del Taller 99 y formadora de un sinnúmero de artistas tanto en la UC como en su propia casa, donde el teñido de telas con la técnica del shibori fue, hasta hace muy poco, pan de cada día.



Solo un año de vida tenía Inge Dusi cuando llegó al lago Llanquihue con sus padres -un pastor luterano y una dueña de casa- y su hermano mayor, desde Alemania. Frutillar abría un nuevo mundo de posibilidades para una pequeña inquieta, observadora y que desde temprano demostraría intereses artísticos, pintando figuras de madera, decorando, dibujando. Ahora, con 87 años, es el entorno del lago Maggiore, en el norte de Italia, el que le ofrece un nuevo rumbo. Partirá en un par de meses junto con su marido, el director de coro Marco Dusi, para instalarse allá definitivamente, donde vive su única hija, Catalina, con su marido y tres nietos. "No es fácil para ella dejar Chile, pero finalmente uno tiene que estar donde están los sentimientos, donde está la familia", dice su sobrina Sabine Segeer y quien ha sido muy cercana, en especial porque comparten el amor por el textil.

Fue en enero cuando Guillermo Carrasco, teórico del arte y amigo de Inge desde hace unos 15 años, recibió el llamado de la también artista textil Patricia Velasco. Le contó que Inge se iba de Chile. Férreo admirador de su obra, por su capacidad expresiva a través de elementos abstractos, y su profunda capacidad de investigación, rápidamente se puso en campaña para armar, de la mano de la Corporación Cultural Las Condes, una muestra de despedida que resume su vasta trayectoria como maestra del shibori -nombre que se le da internacionalmente a este teñido por reserva-, con trabajos que van desde 1970 hasta 2018. "Trayecto" se llama la exposición que acaba de inaugurarse y que estará abierta, con obras a la venta, hasta el 28 de abril.

-La de Inge Dusi es una forma profunda de hacer arte. Gracias a su capacidad de introspección, y a su empatía con el mundo que la rodea, pudo evitar la tentación del mero diseño, colmando su producción de profundos contenidos, muy en sintonía con el sentido del arte originario prehispánico, o del shibori, donde ningún pigmento está ahí porque sí -explica Guillermo. Así, hay obras potentes y contingentes como "Tsunami" (2010); apegos a las raíces americanas, a través de creaciones como "Líneas de Nazca" (2002); y a la vez obras tempranas, de 1972, que evocan las gasas teñidas de la cultura Chancay.

Inge, como buena alemana, tenía todo catalogado y en perfectas condiciones de conservación. "Esta es su colección personal, un verdadero tesoro y de una calidad estética absoluta", agrega Guillermo.

Una pasión sin fin

Un antiguo pero encantador edificio rosa pálido, en calle Álvarez, es el refugio de Inge Dusi desde que se trasladó a Viña del Mar por el trabajo de su marido, hace un par de años. Clavos en las paredes hablan de que varias de sus creaciones fueron desmontadas para la muestra, y otras que se lucen aún -hechas con lino, algodones y sedas-, son prueba fiel de la creatividad de esta mujer 100% autodidacta en el shibori. "No tengo mucha manualidad, no sé de costuras, yo soy más de ideas", advierte. Y, aunque se excusa de que a estas alturas tiene la "cabeza mala", recuerda bien sus inicios en el mundo del arte.

Inge había partido a estudiar Arte a Múnich, donde vio y practicó por primera vez la técnica del batik. De vuelta en Chile, comenzó a desarrollarse en ese ámbito, realizando pañuelos y cuadros, con la dificultad que significaba ser artista textil en esa época. "Nemesio Antúnez me invitó a participar del Taller 99. Yo no era muy conocida, pero a él le gustaba lo que hacía y me alentó. Fue una época muy linda, hacía grabados, pero no seguí mucho tiempo", dice. La inquietud textil era más fuerte.

Fue justamente en una de sus exposiciones de batik, en el extranjero, donde caería rendida ante la técnica de la "amarra precolombina", como le llama ella, o shibori, como se le llamaba en Japón. Vio en el Museo Amano, en Lima, magníficas y ancestrales telas donde pequeños círculos y rombos eran resultantes de las huellas dejadas por amarras y su posterior teñido. Un sistema milenario que le abrió múltiples posibilidades de exploración, utilizando, además de la amarra, pliegues, costuras o incluso el enrollado. "Iba probando, empecé a mirar libros, busqué una manera de trabajar esa técnica porque nadie la hacía en Chile; siempre digo que mis maestros fueron los precolombinos", explica.

Por esos años fue contratada como profesora en el recién creado departamento textil de la UC y ganó una beca Fullbright con la que pudo palpar el quehacer, en este ámbito, de distintos planteles norteamericanos, y perfeccionarse para entregar su conocimiento.

-Ella es una maestra muy generosa que aportó mucho al arte textil. Nos enseñó el teñido por reserva. Esa técnica precolombina yo no la conocía; fue importante para mí, puesto que enriqueció mi trabajo -dice su amiga Patricia Velasco.

Sin embargo, cuando su nombre ya empezaba a sonar en nuestro país, se fue de Chile; primero a Costa Rica y luego a Italia. Eran tiempos difíciles para los artistas. "La élite artística no estaba de acuerdo con el régimen político del momento, y ellos mismos decidieron irse en 1974", explica su sobrina Sabine. Si bien en Costa Rica vivió años muy productivos -creó el Departamento Textil de la U. Nacional, montó exposiciones por diversos países de América Latina, y realizó cursos-, los que pasó en Milán fueron dedicados casi exclusivamente a la moda, por la ausencia de interés hacia el arte textil. "Por el contrario, el diseño de vestuario era muy valorado. Creo que fue esa época donde hacía y hacía pañuelos, y además teñía telas. ¿Te acuerdas, Marco?", dice mirando a su marido, quien cada cierto rato la ayuda a repasar su vida.

Y a pesar de que incluso trabajó para Missoni, y fue dos veces seleccionada para representar a Italia en el Fashion Foundation Contest en Tokio, poco se dejó seducir por lo utilitario, y a su regreso a Chile, en 1997, se dedicó de lleno al arte y la enseñanza. Asimismo, tuvo en sus manos la organización del 3 {+e} {+r} Simposio Internacional de Shibori en el Museo de Bellas Artes, un evento de gran éxito al que asistieron connotadas figuras mundiales y ayudó a visualizar la disciplina. "Yo fui bien cercana a la Yoshiko Wada -gran exponente del shibori en Japón-, cuando ella vio mis obras no podía creer que eran hechas por una chilena y no una japonesa. Para mí siempre fueron amarras precolombinas", agrega.

Formadora de cientos de artistas textiles, y con una obra fecunda, hasta hace poco recibía estudiantes en la cocina de su propia casa, donde se hacía la maravillosa alquimia del teñido. "Tiene todos los porcentajes anotados, y una pesa especial para contar los miligramos y así lograr los tonos. Es increíble y minuciosa", dice Sabine, quien tomó clases con ella. Es que para Inge es la clave de una obra: "Lo principal es saber teñir, después inventas qué hacer", dice.

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