Hoy nos enfrentamos a un conflicto de intereses gigantesco: queremos tener la funcionalidad que nos entregan los sistemas de Inteligencia Artificial, pero sin darles toda nuestra información personal, lo que resulta imposible. Los europeos han empujado una nueva ley de datos que busca proteger la privacidad, pero muchos sospechan que frenará la innovación. China es el otro extremo, y está intentando tener un sistema de puntaje ciudadano, que baja cada vez que un sistema de reconocimiento me detecta cruzando una calle en forma ilegal o emitiendo opiniones indeseables. Entre ambos, habrá que buscar un camino razonable. Pero no podremos tener algo sin sacrificar algo.