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Cristian Estrada

domingo, 24 de marzo de 2019


Conservacionistas
El Mercurio

Este ingeniero en biotecnología está empecinado en bajar el consumo de agua en la agricultura para evitar la sequía. Actualmente trabaja en un modelo que permita que esos ahorros terminen en proyectos de conservación. Por Jorge Rojas .



Cristian Estrada, ingeniero en biotecnología, 30 años, descubrió su vocación mientras miraba el agua del humedal El Yali, ubicado en la Región de Valparaíso: "Recuerdo que era el verano de 2014; estaba en un voluntariado ambiental de Conaf y los niveles de las lagunas habían bajado un montón. Fue un shock visual, porque yo había estado en invierno y no era así", dice.

Para entonces, Estrada llevaba un año y medio buscando trabajo en empresas de biotecnología ambiental, sin haber obtenido resultados, pero allí, parado frente al humedal, surgieron las primeras preguntas que lo llevarían por el camino de la conservación: "La gente de Conaf me dijo que la actividad agrícola estaba secando El Yali y encontré estudios que decían que un 82 por ciento de todo lo que se consumía en Chile terminaba en esta actividad", explica.

Estrada comenzó a leer todo lo que tuviese relación con el agua y la agricultura. Así supo, por ejemplo, que en Kazajistán se había secado un lago enorme conocido como Mar de Aral, y que en Chile estaba ocurriendo algo similar con la laguna de Aculeo. Entonces, pensó en la posibilidad de inventar un producto que ayudara al suelo a retener mejor el agua y a las plantas a mejorar sus raíces, con el objetivo de que el agricultor ocupara menos líquido en sus siembras y que el sobrante retornara a la cuenca. "Hice un prototipo y se los pasé a unos amigos que tenían huertas. Obtuve resultados positivos. En algunos casos no solo se ocupaba menos agua, sino que las plantas también crecían más rápido. El siguiente paso fue tocar puertas para conseguir financiamiento por líneas de innovación", dice.

Así nació Eficagua, una sociedad que Cristian Estrada formó junto a un amigo ingeniero comercial, y a través de la cual en 2016 comenzó a testear el producto en campos de hortalizas que algunos agricultores de Quillota y Limache habían facilitado para los estudios. Estrada les decía que podían ahorrar agua y mejorar sus cosechas, pero la reducción no les interesaba mucho. Luego de un tiempo obtuvieron muy buenos resultados y en algunos casos hubo ahorros de hasta un 70 por ciento, y allí surgió el problema: "El pensamiento inmediato de esos agricultores fue querer plantar más. Es decir, no estaban mirando hacia la conservación. Además, hay una parte del Código de Aguas que señala que si tú no estás utilizando todos tus derechos te pueden multar", explica.

Estrada, entonces, pensó en los incentivos económicos y buscó opciones donde estos pudiesen ayudar a que la reducción del agua fuese utilizada efectivamente en conservación. Y lleva dos años trabajando en un modelo que apuesta a que esos márgenes sean arrendados a empresas que quieran hacer proyectos de conservación a través de responsabilidad social empresarial. Así, dice, el agricultor tiene un incentivo para ahorrar y el agua que sobra es liberada hacia la cuenca. "Pensaba que esto iba a ser mucho más fácil, que el agua ahorrada se iría directamente a conservar, pero me encontré con que el Código de Aguas no permite este tipo de cosas. Lo bueno es que dentro de las propuestas para cambiarlo hay algunas que consideran derechos para la conservación". Su búsqueda aún continúa.

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