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Llevan diez meses instaladas en la isla:

Jóvenes plantas de toromiro abren la esperanza de que árbol extinto vuelva a Isla de Pascua

martes, 12 de marzo de 2019

Lorena Guzmán H.
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

Bacterias recogidas en Chile continental y en Nueva Zelandia estarían ayudando a esta especie a afianzarse en la tierra y crecer.



A fines de los 50 se taló el último árbol de toromiro ( Sophora toromiro ) en Isla de Pascua. Desde entonces, varias iniciativas de reinsertar esta especie en su hábitat natural han fallado, pero ahora las bacterias estarían dando esperanza a los nuevos intentos de recuperación.

El toromiro es pariente de las leguminosas y, tal como ellas, tendría un ayudante escondido para obtener el nitrógeno que necesita para crecer. Los rizobios son bacterias que están en la tierra y que se introducen en la raíz de estas plantas. Desde ahí extraen nitrógeno del aire y se lo dan al vegetal.

"Buscamos, tanto en Chile como en Nueva Zelandia, bacterias de especies del mismo género y se las inoculamos a plantines que nacieron de semillas de toromiro almacenadas", cuenta Macarena Gerding, investigadora de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Concepción e integrante del proyecto financiado por Conaf Rapa Nui y asesorado por Jaime Espejo, experto en la especie.

En mayo pasado, partieron las primeras plántulas de toromiro a Isla de Pascua, y en octubre un segundo grupo se les unió, completando así la plantación de 80 especímenes de diez meses de vida. "Unas pocas se perdieron por el mismo proceso de trasplante, que es muy estresante para la planta, pero la mayoría está bien", dice la investigadora. Ahora están midiendo la diferencia en el crecimiento y en la producción de clorofila.

"Las plantas son extremadamente sensibles a toda clases de patógenos, como hongos u hormigas", dice Enrique Tucki, encargado de la Unidad Técnica de Conaf Rapa Nui. Han tenido otras plantas y las han perdido todas, por ello el cuidado debe ser extremo, explica.

Lo anterior es justamente lo que justifica esta investigación, dice el especialista. "Cuesta mucho establecer la especie en la isla, que se desarrolle y propague, aunque esté en un vivero o en un jardín particular bajo cuidados especiales".

Si bien las bacterias podrían ser una de las soluciones, no son las únicas. La genética también está acusada de la desaparición de la especie, así como el entorno. "Se cree que por su tamaño, los toromiros solían crecer debajo de árboles más altos, los que les proporcionaban semi-sombra", dice Macarena Gerding. Se está trabajando para comprobar o descartar todas las hipótesis.

Además, el equipo tomó muestras del suelo de varias partes de la isla para localizar bacterias locales. Encontraron un par que también podrían ser parte del estudio.

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