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Las redes chilenas del Nobel de Economía más "agudo"

domingo, 19 de octubre de 2008

Carolina Gutiérrez U.
Economía y Negocios, El Mercurio

Vittorio Corbo, Sebastián Edwards, Felipe Larraín y Salvador Valdés han compartido con Paul Krugman en sus distintas facetas como economista destacado: asesor, académico, pensador y guía. Pero también han conocido su lado más polémico: el columnista anti-Bush.




"Agudo, es la palabra favorita de todos para describirme", dijo Paul Krugman en una entrevista en 2003, a raíz de la publicación de su libro "El Gran Engaño" (The Great Unraveling), una compilación de sus columnas en el The New York Times entre 2000 y 2003, en las que criticaba a la administración Bush de irresponsabilidad y engaño en materia económica.

Pero muchos más adjetivos tienen los economistas chilenos que más lo conocen a la hora de clasificar a este hombre que tiene más de 200 publicaciones académicas y 20 libros.

"Es una de las personas más brillantes con las que he estado", cuenta Vittorio Corbo, quien dice conocer "muy bien" al nobel. Y el comentario viene de cerca, pues Krugman trabajó para él durante tres años, siendo uno de sus tres asesores externos cuando Corbo trabajó en el Banco Mundial hasta 1991. También coincidió con el laureado en Stanford donde ambos fueron profesores. El ex Central no sólo destaca su trabajo en comercio internacional y geografía económica, sino que también sus contribuciones en finanzas internacionales: "Él es un hombre que iluminó mucho sobre crisis cambiaria, entre otros temas", afirma.

Economista "elegante" y "minimalista" son los apelativos que escoge el académico de la UCLA Sebastián Edwards para definir a Krugman, al que ha leído mucho y llegado a conocer muy bien luego de coincidir en varios trabajos académicos y conferencias. "Tiene una capacidad única de poder desmenuzar los problemas encontrando lo esencial y descartando lo extra". Por eso, para Sebastián Edwards el reconocimiento otorgado el lunes al estadounidense "es un premio merecido que le devuelve, parcialmente, el prestigio al Comité Nobel".

En lenguaje hípico, "Krugman pagaba muy poco a ganador, porque era ampliamente esperado que lo recibiera", señala el economista de la Católica Felipe Larraín, quien gozaba de sus charlas cuando era alumno de Harvard y ha tenido la oportunidad de conversar varias veces con él. Para Larraín, el mayor mérito de este "genio" -según sus palabras- ha sido redefinir el comercio, que hasta antes de sus contribuciones se entendía en base a teorías de comienzos del siglo XIX.

"A veces tímido y a veces audaz, pero siempre muy abierto y agradable", es la descripción que hace el investigador del Centro de Estudios Públicos, Salvador Valdés, quien una vez tuvo al Nobel y su señora de invitado a comer en su departamento. Paul Krugman guió su tesis doctoral, cuando éste estudió en el MIT.

Su lado crítico
Hasta el día de hoy, uno de los que se reconoce como fiel lector de las columnas de Krugman en The New York Times es Sebastián Edwards, quien además ha leído dos de sus libros más pop: "La edad de las expectativas limitadas" y "El Gran Engaño".

En la opinión de Edwards, Krugman entendió rápidamente que para ser un columnista influyente hay que repetir uno o dos temas hasta el cansancio. "Y en los últimos años su tema favorito ha sido criticar a Bush: casi siempre con razón", señala Edwards. Pero hace hincapié en que también es importante recordar que fue muy crítico de Obama, y que su candidata era Hillary Clinton.

Y es que aunque Krugman trabajó en el equipo económico del republicano Ronald Reagan, al tiempo se desilusionó de los republicanos y se fue al ala demócrata. Pero cuando Bill Clinton alcanzó la presidencia en 1992, no se le dio el puesto de gobierno que esperaba, lo que lo llevó a dedicarse al periodismo, primero para Fortune y luego para Slate.com.

El rechazo lapidario al creciente déficit fiscal generado por los recortes de impuestos del Presidente Bush, el aumento del gasto público -para la guerra de Irak, por ejemplo- y "sus mentiras para justificarlo", hicieron famoso a Krugman, quien señalaba que sus medidas favorecían a los ricos y grandes compañías y que eventualmente generarían una crisis económica importante. Pero esta vez, Salvador Valdés se separa de su profesor. Aunque coincide en gran parte de las críticas, señala que es importante decir que algunas de las rebajas pueden haber fomentado el emprendimiento y la innovación, acelerando el crecimiento económico y mitigando el déficit fiscal, lo cual ayuda indirectamente a los pobres.

Felipe Larraín es más crítico, ya que aunque reconoce que Krugman tiene razón en varias de sus críticas -no en todas-, su problema es que mezcla el análisis con la pasión política y de repente se le transforma en obsesión, particularmente en su animosidad a Bush. "Hay que recordar que el Premio Nobel se lo dieron por sus contribuciones académicas, no por sus columnas en el The New York Times", plantea.

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