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Hablemos del invierno de la vida en verano

miércoles, 20 de febrero de 2019

Juan Cristóbal Romero Director ejecutivo del Hogar de Cristo
Opinión
El Mercurio

"...hoy 20 de febrero, en que se conmemora el Día de la Justicia Social, queremos relevar una de las mayores injusticias sociales del Chile actual y la más invisibilizada: la desigualdad e inequidad de trato que reciben los adultos mayores, estado al que nos encaminamos todos de manera inexorable...".



"Yo José Eduardo Aedo maté a Blanca Sáez porque el ánimo muy malo y enseguida me mato yo" (sic), el texto garrapateado en un papel por un hombre de 94 años, explicando el crimen de su mujer, de 86, y su posterior suicidio en la comuna de El Bosque, fue noticia en la televisión en febrero, junto con los incendios en el sur y los estragos del invierno boliviano en el norte, mezclados con portonazos, episodios de prepotencia lacustre, besos cuneteados, crisis alimentaria y de salud en Venezuela.

El matrimonio de ancianos que habría hecho un pacto suicida, aburridos de vivir una vida que ya no les parecía vida, trae a la memoria el caso de Jorge Olivares (84) y Elsa Ayala (89). Un sábado de julio pasado, en su vivienda de Conchalí, él le descerrajó un tiro en la cabeza a su mujer y luego se mató. Entonces, el "pacto de amor", se dijo, entre una pareja añosa, enferma y solitaria, provocó impacto. Salió a relucir que la tendencia al suicidio en mayores de 70 años en el país es de 13,2 muertes por cien mil personas, mucho más alta que las 10 por 100 mil del resto de la población.

Ahora, el interés ciudadano por la muerte de José y Blanca se disipó rápido; quizás el invierno de la vida tiene poco interés en verano. Por eso, hoy 20 de febrero, en que se conmemora el Día de la Justicia Social, queremos relevar una de las mayores injusticias sociales del Chile actual y la más invisibilizada: la desigualdad e inequidad de trato que reciben los adultos mayores, estado al que nos encaminamos todos de manera inexorable.

Entre 2000 y 2050, la porción de la población mundial de 60 años y más, se duplicará de 11% a 22%. En Chile este proceso de envejecimiento se ha desarrollado muy rápido. Las proyecciones para 2050 indican que la población de adultos mayores estará en un 31%.

En Chile, existen 3.075.603 personas de 60 o más años, lo que representa el 17,5% de la población; 200 mil viven bajo la línea de la pobreza y 88 mil padecen ambas pobrezas, por ingresos y multidimensional. Según la Matriz de Inclusión Social del Hogar de Cristo, más de10 mil de ellos no cuentan con ningún dispositivo de apoyo.

Una iniciativa que dignifica y honra a este grupo son los Programas de Atención Domiciliaria del Adulto Mayor, que los reconoce como sujetos de derechos, como ciudadanos activos e incluidos. Esta red fomenta el desarrollo y mantención de sus funcionalidades y capacidades individuales, familiares y comunitarias, mejorando su calidad de vida. Dirigido a mayores de 60 en situación de pobreza y exclusión social, que presentan niveles de dependencia moderada y grave cuando cuentan con soportes familiares y dependientes leves cuando no tienen apoyo familiar, lo más relevante es que involucra a toda la comunidad, desde las familias hasta los vecinos, pasando por voluntarios, profesionales y técnicos.

Es un programa que instala en todos la conciencia de ayudar a los adultos mayores de la cuadra, la manzana, el barrio. En 2018, hubo casi 2.300 ancianos atendidos en esta modalidad, pero se requiere mucho más.

La longevidad se está convirtiendo en una medida de inequidad; ser viejo y pobre es un drama. Y como todos estamos condenados al envejecimiento, debemos ocuparnos de que la vida de nuestros mayores sea lo mejor posible. Integrarlos, no acumularlos en asilos, considerarlos y respetar sus derechos, es justicia social concreta ahora, porque en este caso puede que no haya un después.

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