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Desde sus ideas como candidato hasta sus acciones como mandatario:

Las contradicciones y convicciones de Macron

domingo, 17 de febrero de 2019

Amanda Marton Ramaciotti
Internacional
El Mercurio

En su autobiografía, el Presidente francés se define como un hombre "obstinado", pero asegura que siempre escuchará a sus conciudadanos.



"¿Quién puede creer que es bueno reglamentarlo todo desde París?", se preguntaba Emmanuel Macron en 2016, entonces candidato a la Presidencia de Francia, en su autobiografía "Revolución", disponible desde hace poco en librerías chilenas. "La sociedad desborda de vitalidad, pero esta no proviene solo de los canales tradicionales (...). También procede, y sin duda en mayor medida, de los barrios populares, de la Francia rural", añadía.

Casi tres años después, el mandatario intenta aplacar con un "Gran Debate Nacional" las masivas protestas en su contra de los "chalecos amarillos". Manifestaciones que lo cuestionaron -entre tantas cosas- al plantearle que se había olvidado de los franceses de las afueras de París, de los ciudadanos "de los barrios populares, de la Francia rural". El Presidente se contradijo. Y ahora se reúne con alcaldes y ciudadanos para escuchar sus quejas, peticiones y propuestas sobre temas como los impuestos, la democracia, el medio ambiente y el rumbo del país.

En los encuentros locales de esta semana, Macron dijo que acudiendo a los debates escucha "cosas que de otra manera no escucharía", y reconoció que tiene "convicciones, pero no todas las soluciones".

En "Revolución" (Sin Fronteras, 2016, distribuido por Océano), el entonces candidato apostó por la construcción de una plataforma de consensos, su movimiento En Marcha!, que fuera "más allá de la infructuosa y contraproducente división de izquierda-derecha".

"Si por derecha se entiende confianza en el hombre, acepto ser calificado de derecha, liberal (...). Pero si ser de izquierda es pensar que el dinero no otorga todos los derechos, que los más pobres y los más débiles deben ser protegidos sin discriminación, entonces consiento plenamente en que me consideren un hombre de izquierda", explicó Macron. En aquel momento surgió una desconfianza hacia los principales partidos políticos; mostrarse como una opción tanto para la izquierda como para la derecha fue una estrategia electoral exitosa. Sin embargo, "en la práctica, le ha sido imposible estar tanto con la izquierda como con la derecha. Y eso explica gran parte de sus contradicciones en el ejercicio del poder", comentó a "El Mercurio" Paul Bacot, cientista político de Sciences Po Lyon.

En su autobiografía, Macron también insistió en que la política debería ser "participativa y horizontal", y prometió que escucharía "la rabia, la esperanza y la inteligencia" de los ciudadanos y de su futuro equipo de trabajo. "Mi ambición es dialogar directamente con todos mis conciudadanos e invitarlos a comprometerse", planteó. Pero la revuelta de los "chalecos amarillos" reveló una fractura entre el mandatario y la población. Una verticalidad en el ejercicio del poder que le valieron calificativos como "todopoderoso" y "creído".

Según Bacot, el "Gran Debate Nacional" le sirve a Macron como un "balde de agua fría": "Ningún Presidente había ido antes a esas regiones. Él tiene la valentía de afrontar a los que luchan en su contra e incluso le insultan. Es una muestra de que se dio cuenta de que no puede seguir siendo de la misma manera". En su libro, el propio Macron se autodefinió como un hombre, "sin duda, obstinado". Pero aclaró, hacia las últimas páginas, que, "por sobre todo, siempre" escuchará "a los franceses".

Macron por él mismo

El entonces candidato explicitó que su libro nació por el deseo de compartir con los franceses y con el mundo su historia y su visión del país.

En los primeros capítulos, Macron contó que nació en una familia de médicos que lo incentivaron a estudiar lo que quisiera; que su abuela era profesora y que con ella aprendió el valor de la educación que quiere "transmitir a todos" sus conciudadanos. El mandatario inició una gran reforma a la educación, que incluye la creación de un nuevo consejo de evaluación del sistema escolar, la revisión de la capacitación de los profesores y la rebaja de seis a tres años el inicio de la educación obligatoria.

Macron también se comprometió a "hacer entrar a Francia en el siglo XXI", fomentando los valores democráticos, republicanos y europeístas. "La Francia que amamos es la de nuestra liberación colectiva", explicó.

Para que exista esa "liberación colectiva" que se propuso, Macron añadió que todos los franceses deberían comprometerse con una serie de reformas "difíciles", incluyendo el aumento de impuestos a la gasolina -el factor detonante de las protestas de los "chalecos amarillos"-. Una vez en el poder, el mandatario logró sacar adelante, pese a las manifestaciones de los sindicatos, reformas necesarias y aplazadas durante largo tiempo, como la laboral y a los ferrocarriles públicos.

El ahora Presidente también hizo hincapié en la necesidad de disminuir el gasto público, que entre 2011 y 2015 aumentó en 170.000 millones de euros. "Estamos dejando a nuestros hijos la carga de una deuda insostenible por no haber tenido el coraje de afrontar la realidad. Un país no puede vivir eternamente en la inercia", sostuvo. Esta sigue siendo una de sus prioridades. En una reciente reunión del "Gran Debate Nacional", en el norte de Francia, Macron afirmó que está "seguro" de que podrá cumplir su promesa "reorientando el dinero, enfocándolo hacia quienes realmente lo necesitan". Añadió que quiere ver a los franceses orgullosos nuevamente. Una frase muy similar a la que utilizó en el epílogo de su libro, hace tres años: "Quiero una Francia libre y orgullosa de sí misma".

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