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Patrimonio del barrio Independencia

domingo, 17 de febrero de 2019

Miguel Laborde
Nacional
El Mercurio




La transformación de la cervecera Ebner en un gran centro comercial de la comuna de Independencia -su tamaño es similar al Alto Las Condes-, con bulevar y el proyecto de un museo dedicado a la cerveza en Chile, es un justo homenaje al mundo industrial que construyó tantos barrios de Santiago; a su vez, así, el reciente Mall Barrio Independencia se enriquecerá con un pasado ilustre.

Las grandes fábricas han sido un signo urbano de las últimas décadas, desde Manchester hasta Seattle -por sus notables y amplias naves-, pero en nuestra capital, la mayoría ha desaparecido, salvo excepciones honrosas, aunque se prestan para ser recicladas con nuevos destinos.

Luis Echavarri, de familia vasco-navarra, es el gestor de este innovador proyecto que, asociado a una empresa de retail -el Grupo Marina-, recuperó un lugar que, luego de muchos años de abandono, tenía un aura insegura. Para el vecindario, su reciclaje le cambiará su calidad de vida.

Aunque la palabra museo sea demasiado ambiciosa, se celebra la voluntad de destinar un espacio para evocar la historia de la industria cervecera nacional, que tanto debe a los inmigrantes alemanes, comenzando por los pioneros Anwandter, Aubel y Ebner.

Justamente, esta industria fue creación de Andreas Ebner, original de Baviera, como la mayoría de los cerveceros; como tal, se educó allá en un instituto instalado en un monasterio medieval que tenía ese conocimiento ancestral desde el siglo XIII, hoy parte del Instituto Técnico de Múnich. Se trata de una tecnoindustria que recoge siglos de experimentación, lo que ahora valoran cerca de 300 productores artesanales de Chile; un fenómeno reciente que aporta una gran variedad de sabores.

Mucho se critica al Consejo de Monumentos Nacionales por no aportar recursos a los lugares declarados, pero no es culpa suya el no contar con ellos; su presupuesto es muy bajo. En todo caso, aquí, al haberle dado categoría de Monumento Nacional en 1984, salvó de la demolición a esta histórica empresa de 1888.

Su propietario, balmacedista, amigo de personajes nacionales de la época, con la cultura cívica para entregar al vecindario miles de litros de aguas cocidas en años de pestes, creó una empresa que, premiada en las ferias industriales del siglo XIX, pronto llevó su producto a varios países de Sudamérica. También creó la primera planta industrial de hielo al por mayor y, para incursionar en alternativas sin alcohol, "curativas", comenzó a producir el refresco Bilz, obra de un médico naturista alemán de ese apellido, producto que Ebner presentó y estrenó el año 1905 en el Teatro Municipal.

Tras su inesperada muerte, en pleno crecimiento de la industria, y cuando ya había enviado a dos hijos a estudiar a Heidelberg para modernizarla, esta fue vendida por la sucesión a la Compañía Cervecerías Unidas, la que la mantuvo en funciones hasta 1978.

En su entorno físico, y dado que tenía 350 operarios, se asentaron muchas familias en esos años, cuya historia -que ahora se recicla también- está íntimamente ligada a este lugar.

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