Gabriela Iglesias, psicóloga de 30 años, creció en contacto con la naturaleza, en el Cajón del Maipo y luego en Pirque, y cada vez que salía a caminar volvía renovada. Hoy esa inyección de naturaleza ya no es solo un gusto, sino que complementa su terapia contra el cáncer. -Me diagnosticaron cáncer de mama en abril de 2018. Tenía un tumor de 6 centímetros en el lado derecho. Mi cuerpo reaccionó muy mal a la primera sesión de quimioterapia, por lo que el oncólogo decidió suspender el tratamiento. Tuve dolores intensos, perdí prácticamente toda mi energía y mi ánimo comenzaba a decaer -recuerda. Gabriela inició una terapia con una doctora antroposófica. Empezó a caminar por la Reserva Nacional Río Clarillo una vez a la semana y por el campo, cerca de su casa, a diario. Se preocupó de tener una mejor alimentación. Estas medidas le dieron buenos resultados y la motivaron a investigar sobre el shinrin-yoku , programa terapéutico impulsado por las autoridades sanitarias de Japón desde 1982 y que consiste, básicamente, en promover las caminatas por entornos naturales, a las que llaman informalmente "baños de bosque". Así llegó a ponerse en contacto con la Association of Nature and Forest Therapy de Estados Unidos, principal promotora de esta práctica en Occidente, con más de 600 guías certificados de todos los continentes. La asociación, cuenta Manuela Siegfried -costarricense certificada como entrenadora de terapeutas forestales-, está organizando el primer congreso internacional sobre Forest Therapy: será en julio, en la Universidad Estatal de Sonoma, al norte de San Francisco, Estados Unidos. La idea, explica, es lograr un consenso en torno al concepto de terapia de bosque, unificando dos miradas: la japonesa tradicional, enraizada en prácticas budistas ancestrales y en el sintoísmo (religión nipona); y el punto de vista de la asociación, que propone una mirada más amplia de la relación entre el hombre y naturaleza. Caminar Los baños de bosque se están convirtiendo en un fenómeno mundial por el crecimiento urbano. -Estamos edificando cada vez más. Muchos estudios muestran que la calidad de vida se reduce cuando no se tiene acceso a áreas verdes -comenta el ingeniero comercial Carlos Aubert, director de la Fundación Mi Parque. Las investigaciones más conocidas, dice Aubert, son las de la Universidad de Chiba, en las afueras de Tokio, desde los años 90. Entre otros hallazgos, probaron que los baños forestales logran bajar en un 12,4 por ciento los niveles de la hormona del estrés, en comparación con caminatas en contextos urbanos. Estos estudios han sido liderados por Yoshifumi Miyazaki, antropólogo y vicerrector del Centro de Medio Ambiente, Salud y Estudios de Campo de esa universidad. Desde su oficina en Tokio, Miyazaki explica que los baños de bosque no deben confundirse con el trekking o el senderismo, donde el esfuerzo físico es tanto o más importante que el contacto con lo natural. -El shinrin-yoku es una actividad mediante la cual la gente se relaja a través de la sincronización con el bosque. En Japón se han desarrollado varios programas de actividades, desde caminar lentamente y sentarse, hasta ejercicios de respiración o yoga, abrazar árboles, hacer elongación o meditar. También se hace observación nocturna del cielo, de nubes y juegos de agua. Cada persona puede encontrar el método que le permita convertirse en una sola cosa con la naturaleza -comenta Yoshifumi Miyazaki. Gabriela describe esa conexión como sentirse parte de un todo mayor, lo que le da una profunda sensación de paz, pese a que el cáncer que la afecta "suele estar rodeado de la energía del miedo". Pero para llegar a ese estado, tanto desde el enfoque occidental como del japonés, se recomienda contar con el apoyo de un asesor. Manuela explica que la labor de los guías es ayudar a despertar los sentidos y bajar el ritmo, para conectarse con el bosque, en caminatas pausadas de aproximadamente dos horas y cerca de un kilómetro y medio. Un estudio editado por The University of Chicago y publicado en agosto de 2015 en la revista Frontiers in Psychology, relaciona el contacto con la naturaleza y la salud humana: "El tiempo que se pasa junto a árboles, en parques, jardines, bosques y campos está consistentemente ligado con resultados objetivos y de largo plazo", apunta el documento. Estos efectos positivos se obtendrían siempre que los baños de bosque sean una práctica habitual. La caminata ocasional no sirve. Las plantas, dice este documento, emiten compuestos orgánicos llamados fitoncidas, que estimularían el sistema inmune y pueden ayudar a regular la presión sanguínea. Por otro lado, el aire de zonas cercanas a agua en movimiento (ríos, cascadas) tiene altas concentraciones de iones negativos, lo que tendría un efecto antidepresivo. Incluso el simple hecho de observar la naturaleza actuaría a nivel del sistema nervioso, mejorando la capacidad de atención. El estudio también alude a cómo los baños de bosque podrían ayudar a prevenir la arterioesclerosis, la obesidad y la diabetes. La relación entre estrés y sistema inmune, agrega Yoshifumi Miyazaki, también entra en un círculo virtuoso cuando hay árboles de por medio. Una de las principales motivaciones del investigador japonés es su convicción de que, a medida que más personas vayan tomando baños de bosque, se podrían ir reduciendo muchos costos asociados con el sistema de salud. Pero es realista. Y práctico. Por eso, se apura en aclarar que si bien esta terapia puede ser una gran ayuda a la hora de prevenir enfermedades o atenuar sus síntomas, tampoco pueden esperarse milagros a partir de ella. No estamos, opina, ante la cura definitiva y hasta ahora desconocida para el cáncer o las enfermedades degenerativas. -Podemos esperar efectos médicos preventivos, como, por ejemplo, que las personas sean cada vez más resistentes a los resfriados. Pero el shinrin-yoku no puede curar los resfríos, el cáncer u otras enfermedades. La sociedad tiende a malinterpretar esto, por lo que se debe tener cuidado -acota el investigador.