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El Presidente inició ayer los dos años que le quedan en el poder:

Donald Trump extrema el "trumpismo" al cruzar la mitad de su mandato

lunes, 21 de enero de 2019

PABLO PARDO EL MUNDO
Internacional
El Mercurio

El Jefe de Estado se desprendió en 2018 de todos los globalistas de su equipo y los reemplazó por personeros de línea dura.



Una manera de empezar este artículo sería: "Donald Trump celebra su entrada en la segunda mitad de su mandato solo en la Casa Blanca, con la administración pública parcialmente cerrada y su popularidad baja incluso para sus niveles habituales. Las múltiples investigaciones -la de la trama rusa, la del uso ilegal de fondos en la campaña de 2016 y la de sus finanzas en su época de empresario- se estrechan día a día, y hasta su abogado, Rudy Giuliani, ha reconocido que, si no el Presidente, sí su círculo colaboró con Rusia durante la carrera electoral. En noviembre, la oposición demócrata arrasó en las elecciones a la Cámara de Representantes, acentuando el riesgo de investigaciones sobre Trump".

Otra opción podría ser: "Donald Trump entra en la segunda mitad de su mandato con una base electoral pequeña, pero extraordinariamente fiel y motivada que confía plenamente en él. En los últimos 12 meses, el Presidente se ha desembarazado de los miembros de su gabinete que no estaban en total sintonía con él, y ahora está poniendo en práctica su programa sin que le importe el precio político que tenga que pagar por ello, lo que, a su vez, refuerza su popularidad entre su electorado. La oposición solo ha podido derrotarle en noviembre con candidatos de centro que han eludido enfrentarse al mandatario. Al día de hoy, el Partido Demócrata no tiene un mensaje unificador para 2020 más allá del 'Trump No'".

Cada cual puede escoger la opción que quiera. Pero hay una cosa irrefutable. En 2018 Trump fue él mismo. Se desprendió de los globalistas de su equipo. Los presidentes del Consejo de Seguridad Nacional, H. R. McMaster, del Consejo de Asesores Económicos, Gary Cohn, y de la Reserva Federal, Janet Yellen, han sido reemplazados por personas afines a Trump tras defender políticas económicas independientes, evitar guerras comerciales o tener en cuenta a los aliados de EE.UU.

Lo mismo pasó con el exsecretario de Defensa, James Mattis, y con su jefe de gabinete, John Kelly. El máximo responsable del Departamento de Justicia, Jeff Sessions, también fue despedido. En su caso, no por desavenencias con el Presidente, sino por ser demasiado imparcial en la investigación de la trama rusa.

Trump cada día es más Trump. Su oferta del sábado al Partido Demócrata para desbloquear el cierre de la administración es otro ejemplo de ello. El Presidente no ofreció prácticamente ninguna concesión, así que no es extraño que la oposición rechazara su propuesta. Trump, el supuesto negociador, es Trump el rompedor de tratados. Ha roto el tratado nuclear con Irán. Ha llevado a cabo una rocambolesca apertura hacia Corea del Norte. Ha cuestionado la OTAN por activa y por pasiva. Se ha enfrentado a las demás democracias de Occidente. Y sus afectos por Rusia entran en el terreno de lo inexplicable.

Así que entra en la segunda parte de su mandato en la misma situación que hace un año. Solo que ahora de manera más extrema. Cierto: Washington y otras grandes ciudades de EE.UU. vivieron el sábado una "Marcha de las Mujeres", la tercera desde que Trump ganó las elecciones, para protestar contra el Presidente. Pero la organización de la marcha está tan dividida que en Nueva Orleans se llegó a cancelar la manifestación.

Problemas

Cierto: el cierre parcial de la administración pública es un problema político y económico, y va a frenar el crecimiento del PIB de EE.UU. en este trimestre en probablemente dos o tres décimas. Eso se suma a una bolsa que prácticamente está plana desde hace un año. Pero no es menos verdad que EE.UU. tiene pleno empleo, y en junio su expansión económica se convertirá en la más larga de la historia. Cuando eso suceda, pocos recordarán que la expansión comenzó en 2009, cuando Barack Obama estaba en la Casa Blanca.

Y cierto: las tensiones comerciales con China no han provocado un boom económico. Los costes de las importaciones están obligando a Trump no solo a frenar la escalada en la guerra comercial, sino incluso a plantear la reducción de aranceles extraordinarios impuestos en 2018 a la compra de productos chinos.

Claro que Beijing ha sufrido tanto o más que EE.UU. con la guerra comercial, hasta el punto de que, como señalaba la semana pasada Hank Paulson, expresidente de Goldman Sachs y exsecretario del Tesoro con George W. Bush, es posible que China se vea forzado a realizar algo que no ha hecho desde que empezó su marcha hacia el capitalismo, hace 40 años: negociar con EE.UU. al ritmo de su liberalización económica. La próxima estación en las guerras comerciales de Trump: la industria del automóvil europea, un sector crítico para Alemania, uno de los países que hasta que él llegó la Casa Blanca era uno de los mayores aliados de EE.UU.

Trump logró transmitir a sus votantes la idea de que está dispuesto a cumplir su programa, al menos en los apartados más nacionalistas. Porque, en el terreno concreto, los menos favorecidos son sus votantes.

Los precios de los medicamentos siguen siendo imposibles de pagar, hasta el punto de que hay personas que mueren porque no pueden comprar insulina. Los únicos favorecidos por su bajada de impuestos hace un año son los receptores de rentas del capital (o sea, los inversores), no los que viven de las rentas del trabajo (los trabajadores). Y, aunque Trump no ha podido acabar con la reforma de salud de Obama -el Obamacare- sí alteró su puesta en práctica. Aun así, esa base de votantes va a seguir apoyándole. Para el 40% de los estadounidenses, 2018 ha demostrado que, cuanto más Trump, mejor.

Trump acusó ayer a los demócratas de no ver "el crimen y las drogas", y solo ver 2020 (año de presidenciales), por rechazar su propuesta para terminar con el cierre del gobierno.

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