Buenas ideas para fomentar la lectura infantil
lunes, 14 de enero de 2019
M. Cordano
Educación
El Mercurio
A propósito de su aniversario número 10, la red lectora Leyendo en Red recopiló una serie de prácticas que en ese período los han ayudado a encantar a los niños de Los Ríos y La Araucanía con los libros.
Entre los años 2012 y 2017, los alumnos de la escuela Padre Enrique Römer de Coñaripe pasaron de pedir menos de dos libros al año a solicitar un promedio de 17 a la biblioteca de su colegio. El cambio no fue casualidad, sino un esfuerzo consciente de la comunidad por encantar a los niños con la lectura. Para ello, una estrategia fue pedir a los estudiantes de segundo ciclo -los de 5° a 8° básico- que fueran padrinos lectores de los de prebásica: a sus ahijados les escogen cuentos y les leen en voz alta. "Los niños más grandes eligen los textos según lo que ellos les quieran mostrar a los más pequeños. Puede ser un cuento de terror para evadir los miedos, o un cuento sobre niños que pelean para tratar el maltrato entre compañeros. Antes de que vayan a leer, con ellos se trabaja cerca de tres meses, para que así conozcan los textos que pueden narrar a los más chicos; hay todo un trabajo previo con la profesora de Lenguaje", comenta Haydett Fuentes, encargada de biblioteca de este establecimiento. El sistema de apadrinamiento es una de las prácticas de fomento lector desarrolladas por las escuelas que forman parte de la red lectora Leyendo en Red, iniciativa de Fundación Luksic y Fundación Había Una Vez, cuyo objetivo es ampliar el amor por los libros en establecimientos educativos rurales. Su trabajo está centrado en colegios de las regiones de Los Ríos y La Araucanía. Este año -y a propósito de su aniversario número 10- la red decidió compilar las prácticas que en este tiempo han mostrado tener los mejores resultados en relación con este objetivo. Destaca, por ejemplo, la práctica de conocer bibliotecas públicas que instauró la escuela rural Huellahue de Panguipulli, que ha permitido a los estudiantes ir más allá de la biblioteca del colegio, familiarizándose con otras de la zona. En la escuela Epu Klei de Lican Ray ya no se evalúa lectura solo con pruebas escritas, sino que se promueve el acercamiento efectivo a través de procesos de creación e interpretación de los textos. En la escuela rural La Rinconada de Panguipulli se optó por instalar puntos de lectura en la comunidad, lo que significa que en centros de salud, Carabineros, jardines infantiles y hasta restaurantes se distribuyeron libros para niños. El objetivo es ampliar el acceso a estos. "En estas escuelas, el tema no pasa por si al profesor le gusta o no leer. Pasa por que el tema del desarrollo de la lectura se vuelve un objetivo institucional", explica Carmen Paz Hernández, encargada de Desarrollo Institucional de Fundación Había Una Vez. A través de la red "a los profesores se les capacita de forma constante. Pero también se amplía el proceso de acompañamiento a los directivos y a las familias. En el año hay invitaciones para formarse como cuentacuentos o para entender la importancia de estos", agrega Montserrat Baranda, directora ejecutiva de Fundación Luksic. Ambas coinciden en que a medida que las familias ven a los niños más motivados con la lectura, papás, abuelos y hermanos se entusiasman también. De hecho, entre las prácticas que destaca la red tras estos primeros 10 años de trabajo está la Mochila Viajera. Es una experiencia que instauró el Complejo Educacional Tierra de Esperanza de Panguipulli y que consiste en que, cada semana, un estudiante de cada curso lleva una mochila con libros para su familia, los que son seleccionados por el estudiante en compañía del encargado de la biblioteca. La selección considera los intereses de cada integrante del hogar. Entre los años 2012 y 2017, cuando se sumaron más colegios, la práctica permitió que los libros pedidos a la biblioteca crecieran de 3 a 20 al año por persona.
