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Historia de la medicina y la beneficencia Importante rescate patrimonial:

Sale a la luz el archivo de la institución de caridad más antigua del país

domingo, 23 de diciembre de 2018

Maureen Lennon Zaninovic
Historia
El Mercurio

Al cumplirse 200 años de la Hermandad de Dolores, un grupo de investigadores del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes inició el proceso de catalogación y digitalización del archivo que recorre los siglos XIX y XX. "Aquí hay una historia de la medicina viva", señala su presidente, Rodrigo Alonso.



"Los patriotas de la Independencia tenían cultura urbana. Desterrados en Juan Fernández por más de dos años, mal alimentados y enfermos, habitantes de cavernas que ellos mismos tallaron, se comprometieron a crear, llegado el día de la libertad y ya en Santiago, una fraterna Hermandad de Dolores".

Son palabras escritas hace un año -en este diario- por el cronista Miguel Laborde y que se refieren al nacimiento del originalmente llamado Instituto de la Caridad Evangélica de los Siervos de la Bienaventurada Virgen María de los Dolores, fundado hace doscientos años por un grupo de 37 patriotas que estuvieron recluidos en la isla Juan Fernández, bajo el marco del proceso de Independencia; entre ellos, Juan Egaña, Manuel de Salas, Ignacio de la Carrera, Joaquín de Larraín, Mariano Egaña, Manuel Blanco Encalada, Agustín de Eyzaguirre, Juan Miguel Benavente, Juan Enrique Rosales y José Ignacio Cienfuegos.

Tras la batalla de Chacabuco (1817), los confinados volvieron a Santiago y cumplieron allí su promesa de constituir una institución destinada al auxilio de los habitantes más pobres de la ciudad, y así comenzaron a dar forma a una asociación de fieles de la Iglesia Católica. Se constituyó en la Iglesia de la Compañía con aprobación canónica del obispo José Santiago Rodríguez Zorrilla y posteriormente se solicitó que Bernardo O`Higgins fuese su primer presidente. La fundación fue confirmada por el Papa Pío VII.

Un fenómeno del siglo XIX

Como señala la reconocida historiadora Sol Serrano en su artículo "Espacio público y espacio religioso en Chile republicano", el asociacionismo católico fue un fenómeno cuantitativamente significativo en nuestro país. "Las cofradías entendidas como asociaciones católicas laicas de fieles que se reúnen con el fin de practicar una devoción religiosa y otorgar servicios religiosos a sus asociados, lejos de ser un fenómeno solo de herencia colonial, es también un fenómeno del siglo XIX". La profesional escribe que "todas también tienen deberes y derechos que obligan a los asociados. Así como la cofradía presta servicios a la parroquia, presta servicio a los cofrades con asistencia sacramental para un mejor morir: la comunión en enfermedad grave y el entierro además de las misas por su alma para pasar el purgatorio".

En este contexto nace la Hermandad de Dolores, pero como también precisa la historiadora y docente del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes, Alexandrine de la Taille, esta entidad si bien partió hace 200 años como una cofradía de laicos, hoy su estatuto jurídico es diferente. "Se trata de una corporación privada sin fines de lucro que actualmente gestiona siete policlínicos distribuidos en diferentes comunas vulnerables de la Región Metropolitana. Todos los servicios se entregan gratuitamente, así como también los medicamentos, exámenes y radiografías que se soliciten. Lo notable es que, después de doscientos años y gracias al muy buen manejo de sus directores, sigue teniendo una gran actividad en el campo médico. Estamos ante la institución de caridad más antigua y vigente de nuestro país", advierte De la Taille.

El doctor Rodrigo Alonso, actual presidente del directorio de la Hermandad de Dolores, complementa que fue aproximadamente durante los años de la Presidencia de Aníbal Pinto que los miembros "quisieron dar un giro y convertirse en una institución de carácter civil. ¡Fue un acierto! Quizás los socios ya vislumbraban que con el correr de los años los temas y personas vinculados a la Iglesia podrían correr peligro. Lo que también rescatamos es que después de 200 años la mística sigue siendo la misma y nuestros estatutos, al igual que en el siglo XIX, hablan de la santificación de sus miembros a través de la advocación a la Santísima Virgen, a través de la caridad a los pobres y los más necesitados".

La investigadora Alexandrine de la Taille explica que era común en el siglo XIX que las cofradías se prestaran auxilio espiritual entre sus miembros, "ya que se la entendía -tal como lo han escrito las historiadoras Macarena Ponce de León y Sol Serrano- como una red de amparo. No es una relación meramente monetaria, y en el archivo de esta hermandad se aprecian una serie de compromisos y devociones que debían vivir sus integrantes, entre otras prácticas de piedad la novena a la Virgen de los Dolores. Pero la particularidad de estos laicos es que no se quedan en una caridad puertas adentro, sino que salen a buscar a los desvalidos y de manera especial a los enfermos".

En estas tareas, las mujeres de la élite de Santiago tuvieron un rol particular, ya que no sólo contribuían con aportes económicos, sino que también, eran ellas las encargadas de realizar las visitas domiciliarias y periódicas a los beneficiarios. Destacaron, por ejemplo, Antonia Salas de Errázuriz, Victoria Prieto de Larraín, Damiana Toro de Concha y Rosario Montt.

"Hay mujeres de la élite que no se quedan en sus casas, sino que salen a buscar al enfermo. Estamos ante una mujer católica activa y que trabaja de sol a sol", dice Alexandrine de la Taille.

El médico Rodrigo Alonso complementa que "nos hemos encontrado con varias mujeres -muchas de ellas desconocidas para la historia de Chile- con un empuje impresionante. Es muy interesante este punto porque estamos ante una mujer que no solo hace la visita al enfermo y se va para su hogar. Ella también sabe de remedios y de enfermedades. La mujer que trabaja en la Hermandad de Dolores reza, tiene un compromiso con la iglesia, pero también entiende de medicina, se arriesga al contagio, sabe de sangradores, da cuidados y se relaciona con los boticarios".

Alonso -quien además es director de los programas de Bachillerato de la U. de los Andes- rememora que hace un año, tras asumir como presidente de esta entidad, comenzó a revisar las distintas salas de la casa central de la Hermandad de Dolores, ubicada en una antigua propiedad de la calle San Isidro. "Fue una gran sorpresa porque en una de las bodegas me encontré con una serie de documentos y papeles muy valiosos -afortunadamente en buen estado, solo sucios- con toda la historia", dice. El siguiente paso fue tomar contacto con el Instituto de Historia de la Universidad de los Andes y dar inicio a un completo proceso de catalogación y digitalización de este tesoro patrimonial (ver nota relacionada) que recorre los siglos XIX y XX.

"En este archivo hay una historia de la medicina viva, cotidiana, que se aprende en la práctica. Hay que pensar que en el siglo XIX los médicos podían ser contados con los dedos de una mano. Eran muy pocos. Todos esos pioneros facultativos, cuyos nombres hoy bautizan varias calles de Santiago, fueron contratados por la Hermandad de Dolores, entre otros Ramón Allende Padín, conocido como el 'Rojo': abuelo del expresidente Salvador Allende, y quien dirigió los servicios médicos del Ejército durante la Guerra del Pacífico", dice Rodrigo Alonso.

Actualmente, la Hermandad de Dolores se financia con la administración de la herencia de antiguos miembros y directores y con el arriendo de una casona patrimonial en la calle Santo Domingo. "Es una de la más antiguas que se encuentran en pie en Chile, del siglo XVIII. Ahí vivió Bernardo O'Higgins con Rosa Puga. Tenemos como proyecto terminar el arriendo de ese inmueble y convertirlo en un espacio cultural", concluye el actual presidente de la Hermandad de Dolores.

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