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La otra migración venezolana

sábado, 22 de diciembre de 2018

Por Juan Luis Salinas T. Colaboración Arak Herrera
Reportaje
El Mercurio

Centenares de venezolanos con VIH+ han emigrado a Chile este año para conseguir atención médica y salvar sus vidas. Llegan desesperados por la escasez de terapias en su país y con sus tratamientos interrumpidos por la falta de especialistas. "Sábado" habló con algunos de ellos para conocer la carrera contra la muerte de la que vienen escapando.



Ándate . Deja Venezuela. Salva tu vida. Esas ideas se instalaron en la cabeza de Carlos a comienzos de 2018 y progresivamente se trasformaron en la única opción posible. Este hombre de 37 años -un abogado de Maracaibo que fue diagnosticado como VIH positivo en 2003- llevaba casi un año sin recibir sus medicamentos antirretrovirales. Tampoco podía realizarse los exámenes que detectan si el virus, que durante una década los tratamientos mantenían a raya, había despertado. Seis meses atrás, el infectólogo que lo trataba se había marchado de Venezuela a Miami. Antes de despedirse de Carlos, el médico le confesó que lo desesperanzaba no poder ayudar a sus pacientes, que no quería verlos morir y le aconsejó: "Cuando puedas, márchate; esto se pondrá peor para ustedes".

Carlos confió en que las cosas se arreglarían: que la escasez se solucionaría y que en los próximos meses volvería a tener su terapia. Tenía buena salud y creyó que podría resistir.

La esperanza de Carlos se esfumó la segunda semana de abril de este año. Tres hechos gatillaron ese cambio, recuerda. Primero: la falta de comida había logrado que perdiera más de diez kilos y la ansiedad no lo dejaba dormir. Segundo: no solo volvió a escuchar en la farmacia del hospital que su medicamento no había llegado, también se enteró de que desaparecieron prácticamente todos los retrovirales que consumían VIH positivos venezolanos. "La enfermera me anunció que las autoridades de salud no tenían planes de comprarlos por un tiempo". Pero lo más fuerte, cuenta Carlos, fue que lo contactó un muchacho que tenía el virus desde 2014 y que había desarrollado una agresiva enfermedad oportunista.

-Estaba abandonado. Lo cargué y durante varios días recorrimos hospitales que no quisieron recibirlo: no había médicos ni medicinas ni elementos de salud. Finalmente, lo aceptaron con la condición de que le comprara todo lo básico: guantes, jeringas, papel higiénico y algo de comida. Fue tremendo. Supe que eso me podría ocurrir a mí. Entonces decidí huir -dice Carlos, quien llegó a Chile a comienzos de julio pasado. Hoy, ayudado por una ONG nacional, ya retomó su tratamiento.

Su destino inicial era Perú. Había leído en un foro de internet que las políticas de salud de ese país eran más amables con los inmigrantes y, además, había varios activistas venezolanos contra el VIH-sida instalados en Lima que lo orientarían. Tras casi ocho días de viaje por tierra, relata, ocurrió algo inesperado: lo asaltaron en un terminal de buses limeño. Perdió su maleta, su laptop , los documentos que acreditaban su condición de salud y los 1.500 dólares que había ahorrado. Lo único que le quedó fue su pasaporte y una libreta de contactos con el número de una amiga chilena. La llamó. Ella le envió dinero para que se viniera a Chile y lo recibió en su casa.

-Fue un viaje horrible, pero volvería a hacerlo mil veces. En Venezuela estaba condenado a morir.

Carlos, luego de iniciar su tratamiento en un hospital de la Red Pública de Salud, se unió a los 682 venezolanos que han buscado refugio en Chile para continuar su tratamiento antirretroviral. La situación de los inmigrantes seropositivos quedó en evidencia esta semana, cuando la Cancillería reconoció que se equivocó al exigir un examen de VIH a un venezolano que quería ingresar al país desde Perú. Según el Ministerio de Salud, estos ciudadanos representan el mayor colectivo inmigrante con VIH-sida que existe en Chile.

"No me queda tiempo"

Las frases de los carteles y las consignas eran desesperadas: "En Venezuela los pacientes VIH+ estamos sentenciados a muerte". "No más mentiras, tratamientos antirretrovirales ya". El ju eves 18 de abril 2018, ante el Ministerio de Salud de Venezuela, más de un centenar de hombres y mujeres con VIH protestaron por el desabastecimiento de terapias retrovirales.

-Esa protesta ayudó a fortalecer el movimiento y a mostrar la situación crítica de los VIH positivos en el país. Aunque todos conocían el deplorable estado del sistema de salud pública y el desamparo de los pacientes de diferentes enfermedades crónicas, era la primera vez durante el gobierno de Maduro en que afectados por el virus daban la cara por su cuenta, más allá de las organizaciones -asegura desde Venezuela Feliciano Reyna, presidente de la ONG Acción Solidaria, que desde hace 25 años lucha contra el VIH-sida.

Según un documento que distintas organizaciones venezolanas de este tipo hicieron llegar este año a la directora regional de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Carissa Etienne, más de 80 mil pacientes no tienen acceso a sus terapias y desde mayo de 2017 el Ministerio de Salud no ha firmado órdenes de compra de antirretrovirales.

Jhonatan Rodríguez, presidente del grupo activista caraqueño StopVIH, dice que la salud pública y en especial la situación de los VIH positivos representan "una emergencia humanitaria".

-Además de medicamentos, no hay reactivos para el diagnóstico ni para el monitoreo, o el control de las personas que han sido diagnosticadas de VIH, como conteos de CD4 (para conocer el nivel de defensas de su organismo) o las cargas virales (que permiten ver el avance del virus). Tampoco existen tratamientos para la tuberculosis, toxoplasmosis ni citomegalovirus, entre otras infecciones oportunistas que afectan a esta población.

La infectóloga Ana Carvajal, del Hospital Universitario de Caracas -quien empezó a tratar casos de sida en 1984-, menciona otra complicación: el inminente deterioro de los pacientes que habían logrado cargas de virus indetectables, por la suspensión de sus tratamientos y por la escasez alimentaria que afecta al país. Otro peligro que la doctora Carvajal ha detectado es que los pocos pacientes que aún tienen acceso a sus medicamentos optan por utilizarlos intermitentemente o consumirlos de manera incompleta (muchas veces se trata de distintos esquemas de pastillas que se combinan) para prolongar sus dosis. Esta práctica es un arma de doble filo: logra que el virus genere resistencia al medicamento y pierda su efectividad.

Aunque en la página oficial del Ministerio del Poder Popular para la Salud Pública venezolano aparecen cifras de la situación epidemiológica del país, el activista Jhonatan Rodríguez desestima esa información.

-Las autoridades han hecho estimaciones tomando como datos iniciales los indicadores que registra el Programa Nacional del Sida en cuanto a la cantidad de personas que reciben medicamentos. Esas cifras, sin embargo, están basadas en reportes del Ministerio del Poder Popular para la Salud Pública, que desde 2016 no entrega información de los nuevos contagios ni las tasas de mortalidad.

Las ONGs que conforman la Red Venezolana de Gente Positiva estiman que cerca de tres mil pacientes murieron por falta de medicinas. El 1 de diciembre, durante la celebración del Día Mundial del Sida, emitieron un comunicado en que denunciaban que a las embarazadas con VIH "les niegan atención médica en centros públicos de salud en el momento del parto" y pidieron "ayuda humanitaria para detener las miles de muertes de personas por falta de antirretrovirales y alimentos".

Poco más de una semana antes, el 22 de noviembre, el informe del Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSida), correspondiente a 2018, reveló que Venezuela fue el único país de América Latina que no entregó información sobre los avances en el cumplimiento de las metas para reducir el número de nuevos casos y evitar que las personas VIH positivas se agraven.

Feliciano Reyna, de la ONG Acción Solidaria, agrega otro dato:

-Actualmente estamos entregando en Venezuela medicamentos a un ínfimo porcentaje de personas, gracias a donaciones de organismos internacionales y ONGs de Europa, Estados Unidos, España, Francia o Canadá. Hemos recibido alrededor de unas 90 toneladas de ayuda desde 2016, que entran con mucho cuidado porque en el gobierno se hace la vista gorda, pero siempre hay riesgo de que se criminalice esta ayuda. Por lo mismo entiendo que muchos compatriotas VIH positivos tomen la decisión de abandonar su país y crucen la frontera en búsqueda de atención de salud.

Caso complejo

A comienzos de diciembre, el Ministerio de Salud reconoció que Chile estaba entre los diez países con mayor aumento de VIH en el mundo. La cifra provenía del reporte anual de ONUSida y encendió las alarmas. Luego se hizo público un informe epidemiológico del Departamento de VIH/Sida y el Instituto de Salud Pública que aseguraba que el plan 2019 para prevención del VIH se concentraría en la población migrante.

Paula Daza, subsecretaria de Salud Pública, reconoce esta situación:

-Efectivamente ha habido un aumento en el número de personas confirmadas con VIH; el 36 por ciento son extranjeras. Ahora, cuando uno hace el analisis de extranjeros, entre los venezolanos confirmamos 682 casos, de Haití son 575, de Colombia son 234 y en cuarto lugar está Perú con 164.

Las cifras que especifican la nacionalidad de los nuevos diagnósticos abarcan el período de enero a junio de 2018: solo a partir de este año es obligatorio indicar la nacionalidad en el registro de las confirmaciones de exámenes de VIH de los distintos centros de salud a lo largo de Chile. Según el balance del Ministerio del Interior, que entregó el 15 de diciembre, durante los primeros once meses de 2018 a Chile han entrado 211.747 venezolanos, los seropositivos de esa nacionalidad representan un porcentaje ínfimo.

El doctor Alejandro Afani, director del Centro de VIH del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, reconoce el aumento de los seropositivos inmigrantes en el país, pero aclara que no se puede relacionar con el drástico crecimiento de nuevos diagnósticos que reportó el informe de ONUSida.

-Sería caer en un mensaje errado y discriminatorio. Habrá que ver en la línea de tiempo cómo se va a comportar el componente de los migrantes, pero no podemos hacer aseveraciones tan certeras apresuradamente. Los VIH positivos venezolanos que están llegando al país vienen por una situación compleja, porque necesitan medicamentos. Pero yo creo que lo importante es ayudarlos -dice el especialista, y comenta que, al igual que Chile, Perú y Argentina, entre otros países de la región, están recibiendo este tipo de migración.

-En Argentina, por ejemplo, ocurren anualmente cinco mil casos de VIH nuevos, pero se mantienen estables. En Chile siguen aumentando y eso se debe a otros factores que van más allá de los nuevos inmigrantes.

La académica de la Universidad de Chile y experta en VIH, Cecilia Sepúlveda, también cree que el aumento del VIH-sida en el país no es un tema de inmigrantes:

-El caso de los pacientes en Venezuela con enfermedades crónicas es complejo, pero lo es aún más para los VIH positivos, quienes además deben sortear numerosos estigmas y discriminaciones. Los que yo he conocido vienen al tanto de su diagnóstico, están bien informados y rápidamente se adecúan al sistema.

La migración venezolana en búsqueda de medicamentos encendió las alarmas en diversos países de Latinoamérica. El 22 y 23 de noviembre, ocho gobiernos regionales -de Argentina, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay- se reunieron en Quito para comenzar un plan de trabajo y facilitar la movilidad de estos migrantes.

La iniciativa fue la antesala a la convocatoria de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) durante los primeros días de diciembre, en Washington.

-La OPS nos invitó a los ministerios a analizar la situación de la migración regional, pero particularmente se vio la situación de Venezuela en los distintos aspectos sanitarios. Allí se habló de la situación del VIH -asegura Paula Daza, subsecretaria de Salud, quien asistió a la reunión.

Según la ONG Acción Solidaria, de todos los países del área, Colombia y Perú se han convertido en los destinos preferidos por los seropositivos venezolanos.

En septiembre, durante un congreso sobre los efectos de la migración en Colombia, el Ministerio de Salud de ese país aseguró que la cifra de venezolanos con VIH que habían llegado se había quintuplicado. Por esa misma época, la Dirección de Control de VIH del Ministerio de Salud peruano contabilizaba 1.179 de estos casos.

Antonio Lugo es un abogado venezolano diagnosticado en 2012. Actualmente vive en Lima, donde una fundación lo ayudó a continuar con su tratamiento. Dejó Maracay, la ciudad en que vivía, hace dos años, cuando la crisis de antirretrovirales recién comenzaba a evidenciarse. Dice que un mes se medicaba, pero al otro no. En Perú tiene 11 amigos venezolanos en su misma situación y comenta que ya están empezando a escasear los medicamentos en Lima.

Marlon Castillo, coordinador del Grupo de Vigilancia de Abastecimiento de Medicamentos para el VIH en Perú, desmiente esta situación. Explica que desde hace 14 años, el tratamiento antirretroviral en Perú para personas con VIH es gratuito en diversos establecimientos.

-Pero, a pesar de esta ley, hay episodios de desabastecimiento, pero no tienen que ver con la migración. Están relacionados con procesos logísticos de compra de los medicamentos, programación y distribución de los mismos, que ya se superaron.

La travesía

En enero de 2016, Camilo, un químico farmacéutico de 36 años que trabajaba en una trasnacional farmacéutica de Caracas, decidió vender todas sus pertenencias: su departamento, su auto y sus muebles. Aunque la crisis de retrovirales recién empezaba a manifestarse y él todavía recibía su terapia, había un factor que sabía que terminaría por colapsar su salud: la falta de comida.

-Me alimentaba muy poco porque el dinero no me alcanzaba. Había semanas en que almorzaba día por medio, y otras en que no encontraba nada para comprar. Sabía que eso me afectaría y empecé a buscar un lugar para emigrar -explica Camilo, quien prefiere mantener en reserva su verdadero nombre para no tener problemas en el laboratorio donde hoy trabaja.

Un amigo, que no sabía su condición de seropositivo, le dijo que en Chile tendría buenas oportunidades de crecimiento laboral. Camilo tomó en cuenta su consejo, pero lo que realmente le interesaba era saber si tendría cobertura para su salud.

El 29 de junio del 2016 abordó uno de los últimos vuelos de Lan que despegó desde Caracas. Al llegar a Santiago se contactó con la agrupación Acción Gay (antigua Corporación Prevención del Sida), donde inició los trámites para acceder al programa de VIH-sida del Servicio de Salud.

-En el último año he conocido cuatro compatriotas que han llegado buscando seguir con sus tratamientos, pero muchos llegan desorientados y sin redes de apoyo.

Los inmigrantes deben seguir el mismo proceso que los chilenos para iniciar su tratamiento. Aunque vengan con el examen de confirmación de virus realizado en sus países o desde hace años hayan iniciado su terapia antirretroviral, deben realizar un nuevo test de confirmación de su estado serológico y luego son derivados a un hospital donde inician sus controles.

-En el caso de los venezolanos, muchas veces hay que actuar contra el tiempo. A algunos se les acaba la terapia en el camino y hay que conseguirles medicamentos tan rápido como sea posible, porque la idea es que no discontinúen drásticamente el tratamiento -explica Jaime Lorca, consejero de Acción Gay, quien comenta que durante este año han asesorado a más de 40 venezolanos en busca de antirretrovirales-. Incluso varios de ellos han llegado directamente a nuestra organización enviados por una doctora de Caracas a la que no conocemos.

Jaime Lorca se atreve a trazar un perfil de este grupo: se trata de jóvenes mayores de 22 y menores de 35, sin enfermedades oportunistas desarrolladas, que tienen buen nivel educacional y llegan con todos sus papeles médicos correctamente ordenados. Se nota que su único objetivo de migración es mantener su salud.

-Los mayores no se atreven. Hace unos días conversaba con un muchacho que recién venía llegando y me contaba que su tío de 60 años, que tenía VIH desde hace 30, no tenía fuerza para hacer el viaje y empezar de nuevo -comenta Lorca.

Luis Bustamante, presidente de la ONG RED O.S.S., que trabaja en la prevención y apoyo a las personas afectadas por el VIH-sida, también reconoce que cada vez son más los inmigrantes venezolanos que llegan a su sede en Conchalí, en el sector norte de Santiago.

-Durante años, los extranjeros que llegaban acá eran peruanos que habían contraído el virus en Chile. Luego aparecieron colombianos muy jóvenes, pero este año hemos asesorado y conseguido tratamiento para casi 50 venezolanos. Todos recién llegados a Chile y con el diagnóstico desde su país.

Ali Fernández, de 28 años, caraqueño, asistente social, llegó a fines de marzo a Santiago. Aquí trabaja en una empresa de delivery de comida. Se vino cuando le advirtieron que su medicamento -uno de los contados retrovirales que aún existían en la farmacia del hospital donde se atendía- pronto dejaría de llegar. Pero ya entonces llevaba más de un año sin poder realizarse exámenes para controlarse ni conteos de sus defensas.

Tomó el bus en Caracas con solo 150 dólares, un bolso, dos frascos de pastillas y su expediente médico. Viajó durante 20 días, durmió a la intemperie y finalmente llegó al departamento de unos amigos que se habían venido un año antes. En internet encontró la dirección de RED O.S.S., donde lo derivaron al Hospital Lucio Córdova, en la comuna de San Miguel.

Ali sigue manteniendo contacto con su familia en Caracas y con una enfermera del hospital donde se atendía.

-Ella siempre me dice que huí a tiempo, porque allá no queda nada.

Prejuicio a cuestas

Hace unos meses, el infectólogo Carlos Pérez, del Hospital de los Magallanes de Catia, en Caracas, protagonizó varios artículos de prensa internacionales, porque a falta de medicinas, recomendó a sus pacientes con VIH que tomaran un brebaje de guásimo, un árbol brasilero que supuestamente fortalece el sistema inmunológico. Su recomendación evidenció el retroceso a los primeros años de la enfermedad, cuando cualquier esperanza adquiría carácter de salvación.

-Durante estos meses hemos tratado casos terribles, gente que estuvo bien por años y ahora están desarrollando enfermedades ya en fase de sida, y muchas muertes. Entonces, no me pareció malo recomendar ese brebaje como un apoyo, no sé si fue placebo, pero en varios casos funcionó. Me gustaría comprobarlo, pero pensar en un estudio científico es imposible cuando la emergencia es otra.

Pérez, quien se presenta como uno los escasos infectólogos que aún siguen trabajando en los hospitales públicos de Caracas, dice que el otro consejo que repite entre sus pacientes es insistirles en que abandonen el país.

-Más de 100 me han escuchado. Ya han dejado el país más del 10 por ciento de las personas que atendía. Porque esto ha sido una migración forzada, como lo han catalogado defensores de los derechos humanos -comenta el médico desde su consulta y enumera los países a los que se han marchado: Argentina, Perú, Colombia, Panamá, México, Estados Unidos, España y Chile. Con todos, asegura, sigue en contacto a través de un grupo de WhatsApp.

La falta en la disponibilidad de camas y la fuga de los especialistas de la salud venezolana -sobre todo de las enfermeras- es un panorama desolador para Pérez.

Lo más irónico de toda esta crisis y la migración de salud, comenta el activista Feliciano Reyna, es que Venezuela alguna vez fue un líder regional en el tratamiento del VIH.

-En 1999, dos años después de una demanda de un grupo de personas ante la Corte Suprema de Justicia para obtener sus medicamentos, el gobierno lanzó el Programa Nacional del Sida, que entregó remedios gratuitos a todos los venezolanos, e incluso a los extranjeros.

La infectóloga Ana Carvajal, del Hospital Universitario de Caracas, recuerda esa época.

-Entonces ocurría lo opuesto. Llegaban pacientes de Colombia, Ecuador y hasta de Perú a buscar sus terapias aquí. Algunos viajaban en bus y se llevaban sus antirretrovirales, y aquí nadie los cuestionaba. Ahora, además de dejar sus países y sus familias atrás, los venezolanos VIH positivos, a diferencia de otros enfermos crónicos, deben enfrentar el prejuicio que su condición nunca ha dejado de causar.

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