"Cualquier adulto que compare su infancia a la de sus hijos o nietos, puede darse cuenta de que hay importantes diferencias en el tiempo y la libertad con que se podía jugar fuera de la casa sin una supervisión directa. Este es un fenómeno que se está dando en el mundo occidental debido, en parte, al crecimiento de las ciudades, que conlleva sociedades en que salir a la calle es menos seguro. Hay más autos, se percibe mayor inseguridad y los padres temen que sus hijos sean molestados o secuestrados. Y conocemos menos a los vecinos del barrio". Así responde Valeska Grau, subdirectora de pregrado de la Escuela de Psicología de la Universidad Católica, al preguntarle si los niños de hoy juegan menos que los de antes. Se trata de un fenómeno que ella y muchos otros académicos han estado investigando, con resultados que alertan sobre un declive generalizado: en el Reino Unido, los papás con niños de entre cuatro y 14 años reconocen que sus hijos juegan cuatro horas a la semana al aire libre, mientras que ellos a su misma edad jugaban por más de ocho. En Estados Unidos, un análisis que comparó lo que ocurría a principios de la década de los 80 con lo que pasaba a principios de los 90 mostró que el tiempo de juego de los niños había disminuido en 25%. Y aunque en Chile faltan estudios, una investigación del Centro de Políticas Públicas UC liderada por Grau mostró que las salas de clases no escapan del problema. Su conclusión fue que el juego se utiliza muy poco en el aula y que cuando se hace, en su mayoría lo inician y dirigen las educadoras; los niños tienen escasa autonomía. Una explicación es la sobreescolarización a la que se ha sometido a los niños de prebásica, "lo que claramente hace que el juego tenga un rol secundario en las aulas de educación parvularia. Queremos que los niños salgan de kínder leyendo y resolviendo operaciones matemáticas, como una forma de estar mejor preparados para el colegio. Sin embargo, la instrucción temprana de la lectura no ha demostrado traer beneficios a largo plazo", dice Grau. "De hecho, la presión por logros de aprendizaje muy temprano puede más bien disminuir la motivación de los niños por aprender". Daniel Barría, director ejecutivo del Observatorio del Juego, agrega que este fenómeno "tiene que ver con el exitismo al que apunta la sociedad. Por otro lado, influye que los incentivos de los colegios están puestos en las pruebas estandarizadas, en el Simce. Entonces el colegio cree que si el niño llega leyendo a 1° básico, eso va a hacer que tenga mejor desempeño. Y quizás... pero la evidencia muestra que no, que esto no pasa tanto", plantea. Y advierte: "el exceso de escolarización es perjudicial porque las estructuras cognitivas de los niños no están preparadas para procesos tan formales". Autonomía y estructura Grau explica que el juego promueve el desarrollo de habilidades cognitivas y socioemocionales esenciales para el desarrollo (ver recuadro). "Es la actividad primordial de los niños. No jugar en la etapa de infancia temprana implica no aprovechar la forma natural que tienen para involucrarse en el mundo". Durante el proceso educativo en la primera infancia, "hay que considerar que los conocimientos no constituyen un fin en sí mismos, sino un medio para el crecimiento y desarrollo personal del infante. Y en este contexto, el juego constituye la actividad fundamental, porque es inherente al niño, es innato, produce placer y es un estímulo que contribuye a la alegría, al desarrollo de destrezas y habilidades", explica Luzmira Gómez, directora de la Escuela Diego Portales Palazuelos de Concepción, establecimiento que fue destacado por la Red de Escuelas Líderes por organizar actividades que buscan disminuir el impacto en los niños cuando pasan de kínder a 1° básico. Todas estas actividades suponen juegos guiados, es decir, los inicia un adulto, pero luego los niños los dirigen. Un clásico es jugar a la cocina. Justamente, el decreto 373 del Ministerio de Educación, que se promulgó a mediados del año pasado, destaca la importancia del juego y las situaciones lúdicas en relación con las estrategias de transición educativa para los niveles de educación parvularia y primer año básico. "Pero en la práctica no se materializa mucho, porque es un decreto que carece de fuerza en el sentido de que a los colegios no se les apoya lo suficiente para hacer una transición más natural. Se les dice que tienen que hacerlo, pero no mucho más; no hay un cómo. No hay sugerencias ni estrategias. En definitiva, ese decreto no ha tenido mucho impacto real", indica Daniel Barría. En su informe, los investigadores UC concluyen que el juego guiado es el que tiene mayor impacto en el aprendizaje. Mientras que el juego de instrucción directa no otorga mayor autonomía a los niños, en el juego libre estos pueden hacer lo que quieran, con materiales de su elección. "Sin embargo, aun cuando hay evidencia de que el juego libre se relaciona con distintos aspectos del desarrollo infantil, como mejores habilidades sociales y mejor autorregulación, hay autores que plantean que no es la mejor forma de lograr objetivos de aprendizaje", dice Grau. "El juego guiado incorpora la autonomía y el control de las acciones desde los niños. No obstante, incorpora elementos de estructuración del adulto sobre el ambiente del juego. Así, los educadores pueden preparar el ambiente de antemano y decidir qué juegos y materiales estarán a disposición del niño y realizar el andamiaje del juego", agrega. Al mezclar autonomía y estructura, este tipo de juego ha mostrado tener resultados positivos "en distintas áreas académicas, entre las que se cuentan lenguaje y matemáticas", concluye Grau.