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Científicos y personal del faro más austral de Chile se unen para estudiar el cambio climático

domingo, 02 de diciembre de 2018

Paula Leighton N.
Vida Ciencia Tecnología
El Mercurio

El personal de la Armada en el archipiélago Diego Ramírez se ha convertido en un aliado de tiempo completo para investigadores que pueden ir apenas tres veces al año a avanzar sus estudios subantárticos.



Como por casualidad, mientras compartían unos sándwiches, uno de los marinos encargados del faro del archipiélago Diego Ramírez les comentó a los investigadores del Centro Universitario Cabo de Hornos que un pájaro había llegado a la isla el 6 de agosto.

"Nosotros nos agarrábamos la cabeza tratando de encajar esa información dentro del período de nidificación y lo que significa que un ave adelante su temporada, porque normalmente llegan a la isla en octubre", recuerda Roy Mackenzie, investigador del centro que la Universidad de Magallanes (UMAG) tiene en Puerto Williams.

La conversación ocurrió en 2016 en la isla Gonzalo, ubicada en el temible Paso Drake y la única habitada del pequeño archipiélago y que desde marzo pasado es parte del Parque Marino Islas Diego Ramírez- Paso Drake.

En este montículo escarpado, que la mayor parte del tiempo es azotado por el viento y la lluvia, la Armada tiene una estación meteorológica y el faro más austral del continente. Su población: cuatro personas. Son los fareros, que están ahí los 365 días del año controlando el tráfico marítimo por el mar que separa América del Sur de la Antártica y, a su vez, manteniendo en operación las instalaciones.

"Nos dimos cuenta de que su presencia permanente en este ecosistema subantártico -que es un laboratorio natural para estudiar los efectos del cambio climático- era muchísimo más valiosa para observar y recolectar datos de lo que nosotros podíamos lograr con dos o tres visitas de una semana al año", dice Mackenzie.

Así surgió una experiencia de colaboración que tendrá como fruto un paper "que da cuenta del primer registro de toda la comunidad de aves en dos temporadas (verano-invierno) y la implementación de un monitoreo a largo plazo del cambio climático en Diego Ramírez, teniendo a las aves como referente", destaca Omar Barroso, ornitólogo e investigador del Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la UMAG.

Los coautores del artículo, que esperan que se publique este mes, son científicos del Instituto de Ecología y Biodiversidad, de la UMAG, de la Universidad de North Texas, además del farero José Mella, en representación de la Armada de Chile.

Explorar el patio

José Mella recuerda que "era el verano de 2016 cuando llegaron Omar y Roy. Les contamos sobre especies que habíamos visto, les mostramos fotografías. Yo tenía una de unas garzas que avistamos en 2015 desde el faro y que no estaban en el libro de flora y fauna de la zona que ellos nos dejaron".

Tras ese encuentro, Mella se convirtió en uno de los más entusiastas colaboradores de los científicos. Su hobby de fotografiar naturaleza se volvió una cruzada. Entre las fotos de albatros y pingüinos de distintas especies, lobos marinos, focas leopardo y otros animales, el hoy marino en retiro capturó cuatro aves que llamaron la atención.

"Nos envió fotos de un colegial ( Lessonia rufa ), un zorzal ( Turdus falcklandii magellanicus ), un chincol ( Zonotrichia capensi ) y un jilguero ( Spinus barbata ), que fueron los primeros registros de estas especies para Diego Ramírez. O también se puede interpretar como especies que ampliaron su rango de distribución, siendo esta la más austral para estas aves", dice Barroso.

"Lo que les pedimos a los fareros es básicamente explorar el patio de su casa, que bajen a la playa y fotografíen lo que ven", explica Mackenzie. Esto les ha permitido también detectar la época de llegada y forma de ocupación de especies como lobos marinos y focas leopardo, entre otras.

A partir de esta experiencia informal, Barroso señala que "ahora queremos formalizar una colaboración con la Armada y buscar opciones para incentivar a que los fareros que están en sitios remotos sean centinelas que registren los cambios que están sucediendo en esos lugares, para que podamos darlos a conocer". A largo plazo, su sueño es instalar cámaras trampa en los faros más lejanos y capacitar a los fareros para que las monitoreen. Esto, agrega, permitiría a los científicos ir dos veces al año y contar con un registro de seis meses cada vez.

En todo Chile hay 19 faros habitados; ocho de ellos en la Región de Magallanes.

Para Mackenzie, entregar herramientas a los fareros para que puedan observar y sacar fotos en lugares donde están destinados "ampliaría la capacidad de la ciencia chilena de monitorear lugares recónditos de nuestro territorio donde no tenemos ninguna logística para llegar".

"Queremos mostrarles a los fareros que ellos tienen una posición clave, porque están en lugares únicos donde investigadores darían lo que fuera por estar".
OMAR BARROSO
PROGRAMA DE CONSERVACIÓN BIOCULTURAL SUBANTÁRTICA

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