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En medio de incertidumbre, hoy se inicia el sexenio de Andrés Manuel López Obrador en México:

Parte la "cuarta transformación" de AMLO

sábado, 01 de diciembre de 2018

Jean Palou Egoaguirre
Internacional
El Mercurio

El izquierdista capitalizó el hartazgo de los mexicanos y promete liderar un cambio histórico. Pero es una incógnita a qué se refiere.



El izquierdista Andrés Manuel López Obrador (AMLO) comienza hoy sus seis años de gobierno en México, determinado a entrar en los libros de Historia. Así lo declaraba su propio eslogan de campaña ("Juntos haremos historia"), y sobre todo su grandilocuente promesa de liderar una "Cuarta Transformación" del país: un cambio supuestamente tan profundo que solo se podría comparar con la Independencia (1810-1821), la Reforma (1858-1861) y la Revolución (1910-1917). Y que pone al nuevo Presidente aspirando a entrar en el panteón republicano junto a Benito Juárez, el mandatario que separó la Iglesia del Estado y a quien suele reconocer como su personaje más admirado.

Si lo anterior puede parecer exagerado es porque todo en López Obrador suele ser un poco exagerado. Bautizado como el "mesías tropical" por el reputado historiador Enrique Krauze, el dirigente tabasqueño logró capitalizar en su tercera candidatura presidencial todo el hartazgo de los ciudadanos mexicanos con la corrupta política tradicional -pese a que él viene de ella-, representada durante los últimos 89 años por el PRI y el PAN: dos partidos rivales que mirados desde fuera no parecen tener demasiadas diferencias, y que han dejado como herencia un país cada vez más desigual y una espiral de violencia que amenaza con romper la sociedad.

Apurado por demostrar que el primer Presidente de izquierda en México sí será distinto, "AMLO" se ha esforzado por imponer su impronta desde el minuto cero: cuando hoy sea investido en el cargo, además del juramento -la tradicional "toma de protesta"- en el Congreso, tiene contemplado ofrecer un inusual mensaje desde el balcón presidencial en el Zócalo, y después protagonizará una ceremonia en la que los pueblos originarios le entregarán el bastón de mando, tal como si fuera un Tlatoani mexica, los gobernantes de la antigua Mesoamérica.

Para López Obrador los simbolismos importan, sobre todo aquellos que lo hacen ver más austero y lejano al estilo fastuoso de la élite política mexicana. Se negó a ocupar la residencia oficial de Los Pinos, que se convertirá en un centro cultural. Ya anunció que se rebajará el sueldo y el de los altos funcionarios. Ha dicho que venderá el avión presidencial y viajará en vuelos comerciales. Pretende prescindir de sus escoltas y el aparato de seguridad presidencial. No sería raro que hoy llegue al Palacio Nacional en el modesto Volkswagen Jetta que utiliza regularmente. Y ya avisó que durante su gobierno llegará al Palacio del Ayuntamiento a las 6:00 de la mañana y ofrecerá conferencias de prensa a diario a las 7:00, porque "la suerte llega temprano".

Pero más allá de estos gestos, es una total incógnita cómo gobernará López Obrador. El exalcalde de Ciudad de México (2000-2005) ha escrito 17 libros con su pensamiento político -incluyendo "Un proyecto alternativo de nación" (2004) y "Oye Trump" (2017)-, y como principal referente de la oposición ha pasado los últimos 12 años intentando llegar al poder, comenzando por la campaña de 2006, cuando perdió por medio punto porcentual, acusó un "robo" y se autoproclamó como "Presidente legítimo de México". Sus compatriotas conocen su carácter -agitador y autoritario, pero franco-, aunque nadie sabe con exactitud a qué se refiere exactamente esta "transformación" que plantea.

"Lo que López Obrador nos ha dicho que quiere hacer es muy abstracto, muy indefinido. No sabemos realmente lo que tiene en la cabeza. Sabemos que quiere desmantelar 30 años de reformas, pero no qué quiere construir en lugar de ellas", comenta Soledad Loaeza, investigadora de El Colegio de México, quien sostiene que "AMLO" no proviene propiamente de la izquierda sino más bien de una "imagen romántica del PRI de los años 60", partido en el que militó en sus primeros años. "Él representa un esfuerzo por recuperar una tradición que se abandonó en los años 70. Es un líder populista dentro del populismo como tradición política mexicana, de la que estuvimos muy orgullosos hasta que llegaron los economistas neoliberales y empezaron a hacer ciencia política y decidieron que el populismo, como aquel de Lázaro Cárdenas, era el principal enemigo", explica.

El problema es cómo se acopla ese modelo en el México del siglo XXI. Y que las expectativas son tan altas -López Obrador arrasó en las elecciones con el 53% de los votos en una única vuelta- que inevitablemente habrá muchos decepcionados.

Los cinco meses de la inusualmente larga transición han dado algunos ejemplos de las indecisiones y volteretas de López Obrador en su choque con la realidad. En este periodo, se mostró muy activo y dirigió una especie de "gobierno paralelo" al de Enrique Peña Nieto, pero no fue lo que sus seguidores esperaban.

Pese a que en la campaña habló de desmilitarizar la seguridad pública y sacar a las tropas de las calles, ahora aboga por crear una Guardia Nacional que institucionaliza la participación castrense en la lucha contra el narcotráfico. Aunque solía cargar contra los empresarios como la "mafia del poder", ha creado un consejo asesor con algunos de los más notorios de ellos. Si antes decía que pretendía recuperar la plata de la corrupción, ahora dice que no perseguirá a los "corruptos del pasado". Tampoco se ha acordado mucho de Donald Trump, evitando criticar sus políticas hacia los migrantes. E incluso muchas de sus promesas hacia los más pobres, como la de aumentar las pensiones, han quedado en el aire por cuestiones presupuestarias: "No vamos a gastar más de lo que ingrese", ha dicho.

Pero aunque ha sido pragmático en algunos temas, también ha sido arbitrario en otros. Y los inversionistas están nerviosos.

Mientras el Banco de México redujo sus expectativas de crecimiento en 2019 por la "incertidumbre", diarios económicos como el Financial Times han advertido sobre el aumento en la percepción del riesgo mexicano después que López Obrador decidió la cancelación de la construcción del aeropuerto de Texcoco. El proyecto de US$ 13.500 millones ya llevaba 30% de avance (US$ 5.500 millones a la basura), pero fue desechado tras una consulta ciudadana no vinculante, sin garantías de transparencia y con una participación minúscula. Esa cuestionada vía plebiscitaria la volvió a usar para ratificar un proyecto que ya tenía zanjado, la construcción del Tren Maya. Y ya avisó que seguirá utilizando este mecanismo en otras iniciativas, algunas de ellas poco claras en sus objetivos, como la de crear una "Constitución Moral".

"Hay mucha gente que se siente defraudada, porque él prometió una cosa y hace otra", dice Loaeza. "No es predecible. Nadie sabe cómo va a ser como Presidente. Lo que sí tenemos una idea, y es lo que me tiene más alterada, es que va a ser un Presidente tan arbitrario como aquellos de la época del PRI", sostiene la experta, quien recuerda que su partido, Morena, logró una amplia mayoría en el Congreso que le permitiría realizar reformas constitucionales.

Esto le da a López Obrador un poder enorme, que ha reflotado entre sus críticos el debate de si, en su visión mesiánica de "cambiar la Historia", podría llegar a buscar la reelección, algo que él niega. "Si me hubiera preguntado eso hace tres meses le habría dicho que es una locura", dice Loaeza. "Ahora, no sé".

55,6%
de los mexicanos aprueba a López Obrador, según una encuesta del diario El Universal. Se trata de una caída de 9 puntos en tres meses.

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