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Comienzan homenajes "Museo del Prado 1819-2019. Un lugar de memoria":

El Museo del Prado celebra 200 años y mira su sorprendente historia

domingo, 25 de noviembre de 2018

CECILIA VALDÉS URRUTIA
Museos
El Mercurio

Uno de los museos más trascendentes y visitados del mundo empezó a celebrar su bicentenario. Fundado un 19 de noviembre de 1819, una gran exposición revisita su historia, hasta hoy, y muestra las obras como se exhibían en el siglo XIX, con la colección imperial. Como escribiera el influyente historiador John Berger: "La pinacoteca del Prado es más importante que la del Louvre y la National Gallery".



En una ocasión, un millonario estadounidense -admirador apasionado del Museo del Prado- dio un cheque en blanco para que el museo adquiriera obras. Ante lo cual la duquesa de Villahermosa destrozó el documento y legó al museo, en 1905, dos pinturas de Velázquez solo a cambio de que permanecieran siempre expuestas. Eran los retratos de don Diego de Corral y de doña Antonia de Ipeñarrieta y su hijo Luis.

Pero la más extraordinaria donación al Prado ocurrió antes, en 1881, cuando el coleccionista belga Émile d' Erlanger legó las pinturas negras de Francisco de Goya, las que había pintado en los muros de las habitaciones de la Quinta del Sordo, en las afueras de Madrid.

Es que la historia del Prado sobrepasa al museo en sí. "El Prado es como una ciudad cuyas calles atraviesan el tiempo y la historia, y el mundo", según escribiera luminosamente el poeta e influyente crítico de arte británico John Berger, fallecido en 2017. Para él, la pinacoteca del museo español es más relevante que la del Louvre y la National Gallery: "Porque es el museo que mejor representa a pintores de manera individual".

Se pueden encontrar solo allí un conjunto de obras esenciales para la historia del arte universal, procedentes en su mayoría de las colecciones reales. El museo se relaciona con la historia de Europa y Occidente. La exposición inaugurada el lunes, que celebra los 200 años de vida del Prado -"Un lugar en la memoria"-, invita justamente a redescubrir esa sorprendente historia, con montajes que evocan sus primeros tiempos, en una curatoría de Javier Portus, jefe de conservación de pintura española del museo.

La muestra integrada por 168 obras (algunas extranjeras) lleva también a mirar la actualidad del museo, referente crucial pictórico en el mundo. Fundado el 19 de noviembre de 1819, hoy alcanza cifras récord de visitantes: en 2018 tuvo, solo en su sede principal, "más de dos millones 800 mil espectadores", y la muestra más visitada fue aquella sobre los 500 años de El Bosco.

En la exposición aniversario "El Prado se autorretrata", como tituló el diario español El Mundo. "Pero el museo se ha convertido, además, en un lugar para reflexionar sobre nuestro pasado y la condición humana", sostiene el curador.

Colecciones imperiales: hito en Europa

La mayor riqueza del Prado proviene de su historia, de su origen: la colección real española de pintura y esculturas formada entre los siglos XVI y XVIII, en tiempos del imperio de los Austrias y después de los Borbones. Y sus puntos culminantes se encuentran en las colecciones de pintura de los reyes de la Casa de Austria -Felipe II y Felipe IV- y de la Casa Borbón, con Felipe V, Isabel de Farnesio, Carlos III y Carlos IV.

Su sede, el Palacio Villanueva -proyectado por Juan de Villanueva, en 1796-, fue pensada en un principio para ser un museo y academia de ciencias naturales, durante el reinado de Carlos III. Pero luego Fernando VII -impulsado fuertemente por su esposa, la reina María Isabel de Braganza- tomó la decisión de destinarlo a la creación de un Real Museo de Pinturas y Esculturas. El museo abrió al público, en 1819, con un patrimonio de 1.500 obras, aunque se exhibieron 311 pinturas. Algunas salas del nuevo edificio habían sido dañadas por la invasión napoleónica.

El Real Museo -que luego pasó a llamarse Museo Nacional de Pintura y Escultura, y después Museo del Prado- revolucionó a la Europa culta del siglo XIX. La excepcional colección mostraba el carácter cosmopolita de la monarquía, desde el siglo XVI al XVIII. "Contenía el gusto de los reyes que la habían reunido. Y la sublime calidad de su patrimonio pictórico es uno de los hechos más relevantes en la historia cultural de Europa", subraya el historiador del arte Fernando Checa.

Entre esos tesoros hay también pintura italiana: desde Tiziano a Guido Reni; están desde Antonio Moro a Rubens; y de los flamencos figuran desde Van Dyck a Jordaens. Y, ¡por supuesto!, brillan los pintores españoles más trascendentes: José de Ribera y en especial Diego Velázquez, el retratista y pintor de cámara de la corte española.

Ese patrimonio pictórico invita a un paseo por lo mejor de la historia del arte. Están "El jardín de las delicias", de El Bosco; "El Tránsito de la Virgen", de Mantegna; "El caballero de la mano en el pecho", de El Greco; "La Sagrada Familia", de Rafael; "El lavatorio", de Tintoretto; "Las Meninas", de Velázquez; "La familia de Carlos IV", de Goya, entre muchísimas más. Todas expuestas.

Con la revolución de 1868, que puso fin al reinado de Isabel II, las obras del Prado pasaron a ser propiedad de la nación española, en su categoría de museo nacional.

Donaciones: Velázquez, Goya.

"Un lugar en la memoria" destina un importante espacio a las donaciones y a sus grandes mecenas. El hecho es que desde la fundación del museo han ingresado más de 2.300 pinturas, muchas esculturas, dibujos y arte decorativo, en su mayoría donaciones de exepcional calidad.

La primera obra donada es el gran "Cristo Crucificado" de Velázquez. Hay pinturas de Boticelli, Fra Angelico, Memling. Pero fue el extraordinario conjunto de las pinturas negras de Goya la donación quizá más significativa en la historia del Prado, en 1881. Ello gracias a Émile d' Erlanger, un banquero belga residente en París, que había adquirido la llamada Quinta del Sordo, en 1873, donde había vivido el pintor. En esa residencia permanecía el mayor tesoro del artista español: las 14 obras murales -las pinturas negras- que había pintado en las paredes de sus habitaciones entre 1819 y 1823. D' Erlanger se preocupó de que las más deterioradas fueran pasadas lenta y cuidadosamente -por expertos- al lienzo. Quería exhibirlas en la Exposición Universal de París y luego venderlas. Finalmente, las donó al museo.

En tanto, también el Museo del Prado ha ido adquiriendo piezas. Entre las más recientes sobresalen "Fábula" y "Huida a Egipto", ambas de El Greco.

Guerra Civil, diálogo de obras

La muestra dedica un capítulo a la República y a la Guerra Civil española. En una sala no hay pintura: sí un testimonio de las nueve bombas que cayeron en el museo, el 16 de noviembre de 1936, cuando un proyectil impactó en la cubierta de la rotonda, y hubo destrozos en la Sala italiana y en la Sala Velázquez. Afortunadamente, varias de esas bombas no llegaron a explotar. Exhiben un proyectil que cayó en la cercanía del museo.

Se recuerda también la evacuación de obras desde El Prado a Ginebra. Y la muestra que hicieron en esa ciudad de Suiza y el regreso a España. Con la venta de entradas y catálogos, en esa ocasión, pudieron adquirir dos Grecos: San Andrés y San Francisco.

Pero es una de las pinturas más emblemáticas del museo y de la historia del arte, "Las Meninas", de Velázquez, la que ocupa un espacio protagónico en "Un lugar en la memoria". Ubicada en el sitio habitual, se recrea una pequeña sala tal como se expuso en sus orígenes. "Había un balcón que la iluminaba en la misma zona donde está iluminado en el cuadro, y con un espejo al frente", cuenta el comisario del Prado, Leonardo Portus.

La muestra resalta por los diálogos notables que realiza entre las pinturas. Seduce al público la exhibición de "La Maja desnuda", de Goya, junto al "Desnudo recostado", de Picasso. Hay dos retratos de Felipe IV que cuesta diferenciar: el original de Velázquez y la cita de Picasso. Cuelga Fortuny "copiando el "San Andrés", de Ribera, entre muchas más.

Sobresale el "Cristo muerto sostenido por un ángel", de Antonello da Messina, "en un diálogo conmovedor con un dibujo preparatorio del "Guernica" de Picasso, donde una mujer llora desconsolada, como el ángel, en la muerte de su hijo", precisa "El Mundo".

Una de las pinturas expuestas es la "Infanta Margarita", de Mazo (entonces atribuida a Velázquez), que inspira a muchos artistas.

La exposición viaja, a su vez, a la modernidad. Y aunque desde la creación del Museo Reina Sofía la muestra permanente del Prado termina con las pinturas negras de Goya, en su momento sí expuso autores contemporáneos. Por ello, la muestra tiene pinturas de Renoir, Picasso, Miró, Gris, Pollock.

Artistas como Manet visitaron El Prado, en 1865. "Veían en el museo un impulso para sus fines de modernidad", relata el curador. La misma irrupción de Velázquez y su realismo produjo una revolución pictórica, en su momento, al destronar el idealismo de Rafael.

El Prado sigue siendo una referencia pictórica mundial y visita preferida del público. En el siglo XX, artistas como Bacon, Freud o Wharhol han reconocido su inspiración allí. Es también un lugar para intelectuales: pensadores como Foucault o escritores como Borges y Alberti, y muchos Premios Nobel han pasado y pasan días y hasta meses visitándolo. Es fuente constante de descubrimientos notables.

El museo debió, además, ponerse al día con su espacio. Con el aumento de su colección y del público, ha tenido varias ampliaciones, la última más relevante anexó el Claustro de los Jerónimos. Y está en marcha el plan de restauración del antiguo Salón de Reinos, lo que abre nuevas expectativas para el museo, como es el de habilitar ese espacio, tal vez, para instalar gran parte de las ¡colecciones reales!

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