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crítica de teatro Ibsen, Claudia di Girolamo:

¿Es Hedda Gabler símbolo de la mujer moderna?

domingo, 25 de noviembre de 2018

Agustín Letelier
Crítica
El Mercurio




Atrayente y con énfasis en lo incierto y lo visual es la versión de Claudia di Girolamo para "Hedda Gabler". Un cielo irregular se extiende hasta fuera del escenario; una lámpara de lágrimas está encendida en el suelo y emite destellos; un telón blanco es fondo para sombras y una apertura es insólita entrada o salida de personajes. A un costado una cortina brillante da reflejos. El vestuario se usa de modo no realista, los hombres lanzan reiteradamente sus abrigos al suelo, los vestidos de Hedda son signo de estatus y el de Thea es de modesta sencillez. Durante toda la obra, Berta, la empleada, va colocando floreros en el suelo, quizás por la aspiración de Hedda a la belleza, o como un preanuncio de muerte.

Son notorios dos rasgos de nuestro tiempo: no hay distinción entre bien y mal, y la no real amistad entre Hedda y Thea pasa a tener un componente lésbico. Hedda parece ser un ejemplo de mujer moderna que rechaza someterse a dictados masculinos, busca su libertad. Sería como Nora de "Casa de Muñecas", una adelantada para su tiempo. Pero hay una enorme diferencia entre ellas. Hedda acumula acciones malignas: en acto incontenible ofende a la generosa tía Julia, finge amistad y afecto a Thea para sacarle información con la que luego destruye la confianza entre ella y el escritor Loevborg, y sabiendo que él era un alcohólico que se ha regenerado, lo incita a beber, lo que lo destruye. No valora a su esposo, recién doctorado en ciencias. Consciente de que el juez Brack la pretende, le dice que no ama a su marido, que los investigadores son aburridos y sugiere que la atrae establecer una relación triangular. Quema el valioso manuscrito de Loevborg para destruir al "hijo" de él y Thea, y luego pretende que lo hizo para eliminar un obstáculo en la carrera académica de su esposo. Aun viendo el estado de excitación en que está Loevborg por haber perdido su manuscrito, oculta que lo tiene, y le entrega una pistola para que se suicide. El personaje Hedda Gabler representa lo peor de una sociedad que Ibsen critica con severidad. Nora, de "Casa de Muñecas", con razón rechaza no ser valorada por su esposo y va hacia su libertad; Hedda, incapaz de construir su propia libertad, no encuentra otra salida que la muerte. Es ciertamente un personaje anómalo. Mirar con comprensión esos rasgos, pensar que ella se inmola en razón de un anhelo de libertad, es una interpretación actual pero lejana a la de Ibsen.

Dos motivos estructuran la obra: el aburrimiento de Hedda y su aspiración a una belleza contenida en la muerte. En su viaje de luna de miel por Europa, nada le interesó, no valora la cultura de los lugares que visitó. La aburrió estar sola con su marido, quería conversar con otras personas, aunque sea de nada. Su aburrimiento es incapacidad para interesarse por algo y para llevar adelante proyectos o acciones. La belleza que añora no es estética, no es significativa, es solo un bello final. Cuando comprende que el juez Brack tiene datos sobre el suicidio de Loevborg que la involucran, y que le darían poder sobre ella al encubrirla, prefiere morir. No es valentía, es su constante temor al qué dirán, al escándalo. Es otro paso de Ibsen en su despiadado análisis de la sociedad noruega de su tiempo.

En esta versión, la maldad de Hedda se atenúa en el intento de hacerla símbolo de mujer moderna. Amparo Noguera le da contención, es dura en todo lo que se relaciona con su esposo, aparece insinuante con el juez Brack y resuma maldad al comprender que Thea ha logrado una relación de amor con Loevborg. Marca su rol con sus atributos físicos. Marcela Salinas articula muy bien las diferentes etapas de su personaje: recelo en el reencuentro con Hedda, afecto hacia Loevborg, dolor ante su muerte y esperanza en la reconstitución de su manuscrito. Francisco Ossa encarna con propiedad a Jorge Tesman, un intelectual que comprende lo que es estar casado con una mujer de clase superior a la suya; Néstor Cantillana establece bien la diferencia entre el escritor que ha llegado a ser con la ayuda de Thea y el ser destruido después de las acciones de Hedda; Rodolfo Pulgar, con unas patillas blancas que nos recuerdan cuadros europeos de época, encarna bien al malévolo juez Brack. Gloria Münchmayer hace muy diferentes a la bondadosa tía Julia del comienzo y la dolorida del final; Josefina Velasco, constantemente en escena, aún desde antes de comenzar la obra, da a su personaje Berta una forma de caminar que lo marca e identifica.

Hedda Gabler puede representar a las miles de mujeres hoy insatisfechas en su matrimonio, que lo aceptaron en un momento, pero eligieron mal, esperaron más o no supieron que las buenas relaciones se construyen cada día.

Los clásicos se reinterpretan y nuevos lenguajes teatrales pueden incorporarse para dar más eficacia a lo que nos dicen, pero lo que los hace clásicos es su coherencia interna, que al ser alterada los debilita.

"HEDDA GABLER"
Henrik Ibsen
Dirección: Claudia Di Girolamo
Lugar: GAM
Hasta el 15 de diciembre
Hora: 20:30 horas
Precios: $8.000 general. $4.000 estudiantes y tercera edad.

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