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EN EL MET El veneciano en Nueva York

Descubriendo las facetas desconocidas de Tintoretto

domingo, 25 de noviembre de 2018

Luis Vargas Saavedra
Exposición
El Mercurio

En este otoño del hemisferio norte se celebran los 500 años del nacimiento de Jacobo Tintoretto (1518 -1594). Gran ilustrador y formidable colorista, el artista satisfacía el exigente gusto de los dogos y los nobles.



Descollaba entonces en Venecia y se irradiaba por Europa, el genio de Tiziano. Cliente suyo era el emperador Carlos V. Quizás ante tamaña fama, Tintoretto se atuvo a pintar solo para los venecianos, y por eso su obra no traspuso las aguas de la laguna: pocos museos, tanto de Italia como de los Estados Unidos, exhiben cuadros suyos. Así que, con esfuerzo, se ha armado la actual exposición que exhibe el Museo Metropolitano de Nueva York bajo el título "Celebrando a Tintoretto: retratos y dibujos de estudio", la que estará abierta hasta enero de 2019.

Entre las veintiún obras descuellan pequeños retratos de solo la cabeza de caballeros cuyos nombres se ignoran. Carecen así del aura social que suele dar pedigrí a un retrato. Poseen, en cambio, valía psicológica. El sutil guiño, la humedad de la córnea, la inteligencia de la mirada, la melancolía recóndita, la plácida senectud, vivifican este conjunto de personas que desde entonces miran a quien los mire.

Se percibe que la famosa celeridad de Tintoretto cumplió atrapando el alma del personaje, con más intimidad y sencillez que los retratos que a veces incluyera en sus enormes composiciones, donde las posturas y los gestos cumplen un protocolo mitológico o aristocrático. Sin torso, sin brazos, sin manos, los seres de estos retratos, se condensan en los ojos. Todo lo demás se supedita a ellos.

Los rayos ultravioleta que pueden atravesar el barniz y el óleo muestran los trazos blancos del dibujo preliminar, hecho sin calco ni cuadriculamiento, o sea, logrando el parecido probablemente en una sola sesión.

El pequeño formato portátil permite conjeturar que hayan sido regalados al amigo que posara, o también que hayan sido hechos para sí mismo, ya sea como ejercicios o recuerdos. Hoy los vemos como íconos íntimos. El gran virtuoso de lo grandioso también lo es de lo pequeño y de lo más contemporáneo, que gracias a su arte sigue siendo contemporáneo nuestro.

En cuanto a los dibujos, se aprecia la distancia del estilo veneciano respecto del florentino, es decir, de lo pictórico a lo gráfico. En lugar de exquisitos dibujos definitivos, Tintoretto sintetizaba luces y sombras en bulto y en color.

El museo ha querido mostrar algunos dibujos de Doménico, el hijo de Tintoretto, ayudante suyo, cooperador oculto, del cual quedan pequeños bocetos dibujados al óleo, para mostrar cómo faenaba su padre: están pincelados al óleo y cuadriculados para copiarse a mayor escala.

Se supone que el hijo colaboraba con el padre en la preparación de las obras y en ciertas zonas de los grandes lienzos. Sería la suma de dos velocidades, la eficacia de Tintoretto & Co...

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