Dólar Obs: $ 897,11 | -0,49% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.354,68
IPC: 0,50%
Guerra en la nación más pobre de Medio Oriente ha provocado la peor catástrofe humanitaria del planeta:

La tragedia ignorada de Yemen

sábado, 24 de noviembre de 2018

Jean Palou Egoaguirre
Internacional
El Mercurio

Después de tres años de bombardeos de una coalición liderada por Arabia Saudita contra insurgentes hutíes, el país está casi en ruinas. A las víctimas de la violencia se suman la que podría ser la peor hambruna en un siglo y una epidemia de cólera. Pero el mundo parece mirar a otro lado.



Los pocos y temerarios viajeros que se aventuraron en los últimos años en visitar Saná, la capital histórica de Yemen, coincidían en describirla como la escenografía perfecta de "Las mil y una noches". Con una arquitectura que solía ser una de las mejor conservadas de todo Medio Oriente, esta ciudad del siglo VI a.C. era una cápsula del tiempo a la Arabia profunda con sus más de 50 mezquitas, sus zocos, sus estrechas callecitas y edificios de ladrillos de barro y ventanales decorados con cal. Se trataba de un secreto bien guardado en el desierto, lejos todavía de los circuitos turísticos que la evitaban por la amenaza terrorista que desde hace tiempo azota al país.

Hoy, sin embargo, Saná no solo está excluida de las recomendaciones de la guía Lonely Planet -que lamenta que viajar ahí es "inviable por razones de seguridad"-, sino que además está casi en ruinas, como gran parte de Yemen. Después de tres años de guerra civil entre rebeldes hutíes y fuerzas leales al gobierno, la nación más pobre del mundo árabe está prácticamente en el suelo, dividida, y parece acercarse vertiginosamente al colapso total.

El cruento conflicto, que se ha convertido en un enfrentamiento encubierto entre Arabia Saudita e Irán -las dos grandes potencias rivales que luchan por su influencia en la región-, ha provocado una devastación que ha sido casi ignorada por el resto del mundo: la "guerra olvidada" la llamó Amnistía Internacional a propósito de la aparente indiferencia de EE.UU. y Europa, pese a los llamados de atención de Naciones Unidas que alerta que la de Yemen es actualmente la "peor crisis humanitaria" del mundo.

Sí: aun más grave que la crisis que persiste en Siria.

Las cifras del desastre en Yemen impactan. Mientras la violencia ha provocado, según la ONU, al menos 15 mil civiles muertos y más de 50 mil heridos desde 2015 -otras estimaciones hablan de 100 mil muertos considerando las fuerzas en combate-, unos 3 millones de yemeníes han debido abandonar sus hogares por el fuego cruzado.

La destrucción, la falta de empleos, la inflación y el desabastecimiento de alimentos ha obligado a que el 75% de la población, esto es 22,2 millones de personas, necesite asistencia humanitaria, incluyendo 18 millones que sufren inseguridad alimentaria. Según la ONU, si el conflicto continúa, entre 12 y 13 millones de civiles estarían en riesgo de morir por falta de comida, lo que convertiría la crisis en Yemen en una de las peores hambrunas del último siglo. Y no solo se trata de un riesgo, sino de una realidad: según un informe de la ONG Save The Children, en los últimos cuatro años 1,3 millones de niños menores de 5 años han sufrido malnutrición severa y unos 85.000 han muerto por inanición.

"Por cada niño muerto por bombas y balas, hay docenas que están agonizando por hambre, y eso es totalmente prevenible", lamentó el director en Yemen de esa fundación, Tamer Kirolos. La coordinadora humanitaria de la ONU en Yemen, Lise Grande, también manifestó su desconcierto: "Creo que muchos pensamos que, entrando en el siglo XXI, era impensable que viéramos una hambruna como la que vimos en Etiopía, en Bengala o en partes de la Unión Soviética. Era simplemente inaceptable", comentó.

Este escenario, ya catastrófico, empeora todavía más por la grave crisis sanitaria que vive Yemen. La pérdida de la infraestructura hospitalaria y la falta de alcantarillado y agua potable han potenciado una epidemia de cólera que ya es por lejos el peor brote en el mundo: se han registrado 1,2 millones de casos, y se estima que más de 2.300 han muerto.

¿Cómo se llegó a este punto? Aunque las raíces del conflicto bélico interno se pueden rastrear hasta varias décadas atrás -Yemen se reunificó recién en 1990, y hasta la década de los 60 estuvo gobernada por una monarquía en el norte y por los británicos en el sur-, los eventos se precipitan desde 2011, cuando la Primavera Árabe contagió al país más pobre de la península Arábiga. Como muchas otras de la región, se trata de una historia de dictadores tiránicos, diferencias sectarias, esperanzas rotas y, sobre todo, vecinos poderosos. Y parte precisamente en Saná, la ciudad de "Las mil y una noches".

Transición fallida

Antes de que reflotaran las tensiones, Yemen estuvo gobernado con mano dura durante 33 años por Ali Abdullah Saleh, un dirigente tan corrupto como experto en caminar sobre serpientes. Pero las protestas prodemocráticas de 2011 en la capital lo forzaron a renunciar, y le dejó el poder a su vicepresidente, Abdrabbuh Mansour Hadi. Se esperaba que la transición llevaría estabilidad al país, pero el nuevo gobernante enfrentó desde un primer momento dificultades económicas y la oposición de militares leales al antiguo presidente.

En ese escenario inestable hacen su reaparición los rebeldes hutíes, un minoría chiita zaidí que tiene su bastión en el emprobrecido norte yemení, al borde de la frontera con Arabia Saudita. Pese a que antes se rebelaron contra Saleh, el exdictador se alió con ellos para intentar volver al poder, y ayudados por él los insurgentes tomaron el control de Saná en 2014. Hadi se vio obligado a exiliarse -aún está en Arabia Saudita-, mientras que su gobierno fijó la capital administrativa de Yemen en el puerto sureño de Adén, punto clave para el transporte marítimo de petróleo.

La rebelión de los hutíes internacionalizó rápidamente el conflicto. La monarquía saudita, que es sunita, vio en la irrupción de este grupo chiita -que el año pasado, en una nueva vuelta, terminó asesinando a Saleh- un intento de la República Islámica de Irán de aumentar su radio de influencia, por lo que en 2015 organizó una coalición de ocho países árabes para bombardear las posiciones de los rebeldes y devolverle el control del país a Hadi.

El resultado ha sido un conflicto asimétrico, en el que Riad ha liderado ataques aéreos que han arrasado con la infraestructura de las zonas controladas por los hutíes -organizaciones humanitarias han denunciado bombardeos contra hospitales, colegios, mercados y otros recintos civiles-, así como un bloqueo marítimo, bajo el argumento de impedir que Teherán envíe armas a los rebeldes. Una de las zonas más críticas hoy del conflicto es el puerto de Hodeida, punto de entrada de la ayuda humanitaria y de la mayoría de los alimentos.

La fractura y el vacío de poder en Yemen, como si fuera poco, han sido aprovechados por grupos terroristas como Al Qaeda en la península arábiga, una de las ramas más poderosas de la organización. Y en el sur -que antes de la reunificación yemení fue el primer país comunista de Medio Oriente- están tomando fuerza grupos separatistas entrenados por Emiratos Árabes Unidos.

En este complejo laberinto, en estos tres años de operaciones, tanto EE.UU. como la Unión Europea han tomado distancia, lo que ha contribuido a esta sensación de "guerra olvidada". Pero tras el caso del asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi ha aumentado la presión para que Washington revise su relación estratégica con el régimen saudita, y se han puesto bajo escrutinio sus acciones en Yemen.

"Hasta ahora la guerra en Yemen ha sido ignorada en gran medida porque EE.UU. y las potencias europeas no querían molestar a Arabia Saudita, que les vende petróleo y les compra armas. Además, a diferencia del conflicto en Siria, no ha habido una migración masiva a los países vecinos", explicó Daniel Varisco, presidente del American Institute for Yemeni Studies. "En el caso de Yemen, están dos de los países más ricos, ambas monarquías autocráticas (Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos), que están devastando a su vecino pobre, el único experimento de una república democrática en la península arábiga", agregó.

Se estima que la definición de Washington, que también bombardea blancos de Al Qaeda en Yemen, será clave en una solución. "EE.UU. ha sido reticente a criticar a Arabia Saudita porque es su aliado estratégico. Trump comparte además la visión saudita de que Irán es el principal problema en Medio Oriente, por lo que no quiere cuestionar sus esfuerzos para limitar su influencia en Yemen", dijo Charles Schmitz, experto del Middle East Institute.

Bajo la presión del empeoramiento de la situación humanitaria, el analista considera "posible" un cese el fuego en las negociaciones que la ONU impulsa actualmente en Suecia, pero ve más improbable un fin definitivo del conflicto: "La intervención saudita no fue bien planificada, no tiene claros sus objetivos y ni los sauditas ni los emiratíes planificaron el Yemen posguerra, menos uno en el que los militares hutíes todavía dominen el territorio", dijo Schmitz.

"Es obvio que todas las partes quieren terminar la guerra, pero tampoco nadie quiere perder", aseguró Varisco, quien recalcó que, pese a llevarse la peor parte por los bombardeos, los hutíes se sentarán en la mesa de negociaciones con el control de la mayor parte de la población. "La clave será encontrar una forma de que todas las partes salven la cara. El problema es que todas las facciones tienen sangre en sus manos".

22
millones de personas, esto es el 75% de la población yemení, necesita ayuda humanitaria.

13
millones de civiles estarían en riesgo de morir por falta de comida, según la ONU.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia