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Bastó que la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados aprobara el proyecto que busca cambiar de nombre al aeropuerto Arturo Merino Benítez por el de Pablo Neruda, para que despegara una estruendosa polémica en redes sociales y cartas a los medios entre partidarios y detractores de la iniciativa. Los principales argumentos que han esgrimido estos últimos son el abandono de su hija Malva Marina y el testimonio del poeta sobre una violación que habría cometido en Asia. También hay otros antecedentes que dan luces sobre este episodio en un contexto de estereotipos propios de la cultura colonialista de su época. "Aquí las mujeres son negras, no hay cuidado, no me casaré", tranquilizaba Neruda a su hermana en una carta del 28 de octubre de 1927, recién llegado a Rangún con el cargo de cónsul chileno. El 7 de diciembre del mismo año le contaba a Yolando Pino, excompañero del Instituto Pedagógico: "Las mujeres, materia indispensable al organismo, son de piel oscura, llevan altos peinados tiesos de laca, anillos en la nariz y un olor distinto". Cinco días más tarde, le escribía a Joaquín Edwards Bello: "Este es un hermoso país, pero huele a destierro. Pronto se fatiga uno de ver raras costumbres, de acostarse solo con mujeres de color". Desde que, en 1974, Matilde Urrutia hizo publicar las memorias de Neruda, nadie puede alegar desconocimiento acerca de su conducta con las mujeres que trató en las colonias europeas de Oriente. El poeta nunca ocultó nada. Ahí están sus escritos. En particular, uno. El más polémico. Cualquiera puede ir a la página 118 de "Confieso que he vivido" (Seix Barral, 2017) y leer lo que hizo en Ceylán (Sri Lanka) con una joven tamil perteneciente a la casta de los parias, una "intocable" encargada de limpiar la letrina del bungalow donde vivía el poeta. Deslumbrado por su belleza, la veía alejarse a diario "con su paso de diosa", indiferente a sus llamados y regalos. "Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con sus ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia", escribe. El giro biográfico de Schidlowsky Mientras en 2003 se organizaban las celebraciones del centenario de Pablo Neruda que se cumpliría al año siguiente, un desconocido investigador chileno, David Schidlowsky, autoeditaba en Alemania cien ejemplares de su biografía en dos tomos "Pablo Neruda y su tiempo: las furias y las penas", al que únicamente accedieron especialistas y contados escritores. Entre otros temas eludidos hasta entonces por anteriores estudios, el autor documentaba la problemática relación del poeta con su primera esposa, Maruca Hagenaar, y con la hija de ambos: Malva Marina. El investigador demuestra que, tras la separación, los envíos de dinero a su esposa que había quedado en Holanda se atrasaron con frecuencia y las visitas de Neruda a Malva fueron muy escasas. Schidlowsky habla de "displicencia" por el destino de ambas mujeres, pero estudiosos como Hernán Loyola recuerdan que los Países Bajos, durante la Segunda Guerra, estuvieron bajo ocupación nazi, lo que dificultaba enormemente los viajes y las transferencias bancarias. Más difícil es entender que el poeta no mencionara a su hija en las memorias -aunque sí en el poema "Enfermedades en mi casa" de "Residencia en la tierra"- y por qué, en 1943, no quiso sacar de Holanda a Maruca Hagenaar, a pesar de sus ruegos. Schidlowsky ya había publicado en 1999 la primera parte de su tesis doctoral, que abarcaba solo hasta 1949. Cuando la completó, años más tarde, intentó publicarla en grandes sellos españoles, pero todos le cerraron la puerta. En Chile, solo RIL aceptó editarla, lo que se concretó recién en 2009. "Cuando publiqué mi libro fui agredido por tratar de hacer a Neruda más humano, mirando sus logros como también sus faltas", dice el autor. "Había como un rechazo a ver realmente en serio su vida. Los biógrafos anteriores copiaban de uno a otro sin investigar las cosas". Schidlowsky no hizo más que abordar de manera sistemática cuestiones que ya conocían incluso personalidades ajenas a la literatura. Como el director de orquesta rumano Sergiu Celibidache (1912-1996), quien comentó en una entrevista con "El Mercurio" que en una época le había gustado mucho la obra de Pablo Neruda. "Pero después de conocer detalles de su vida, dejó de interesarme por completo", admitió el reconocido músico. Curiosamente, en "Pablo Neruda y su tiempo: las furias y las penas", el investigador chileno no menciona el episodio de Ceylán. Al parecer solo reparó en él después de ver el documental "Neruda" (2004), del alemán Ebbo Demant, donde la historia es contada por uno de los entrevistados: Volodia Teitelboim. En declaraciones a "El Mercurio" de ese mismo año, Schidlowsky se declaró "consternado". Fue el pensador Slavoj Zizek quien hizo uno de los juicios más duros -e inesperados- sobre el poeta chileno, en su libro "Viviendo en el final de los tiempos" (2010). El episodio con la joven tamil le resulta al pensador esloveno "bastante sorprendente, si es que no directamente espeluznante". Luego de copiarlo, entero, de "Confieso que he vivido", Zizek comenta en su ensayo: "Este pasaje es destacable no solo por razones evidentes: la desvergonzada historia de una violación, con los detalles sucios discretamente omitidos («dejó que la llevara y pronto estuvo desnuda en mi cama»; ¿cómo es que llegó a estar desnuda? Evidentemente, no lo hizo ella sola), la mistificación de la pasividad de la víctima en una indiferencia divina, la falta de una elemental decencia y vergüenza por parte del narrador (si la chica le atraía, ¿no le molestaba el que estuviera oliendo, viendo y ocupándose de su mierda cada mañana?). Su característica más destacable es la divinización de los excrementos: una sublime diosa aparece en el mismo lugar donde se esconden los excrementos. Habría que tomarse muy en serio esta ecuación: elevar al exótico Otro a una divinidad indiferente es estrictamente igual que tratarlo como a una mierda". La demoledora sentencia final de Zizek es citada por el estadounidense Mark Eisner en la más reciente biografía sobre el autor chileno: "Neruda. El llamado del poeta" (Harper Collins, 2018). Eisner ve en el comportamiento privado del vate una réplica a escala humana del imperialismo ejecutado en una escala geopolítica. El mismo imperialismo contra el que Neruda despotricaba mientras vivía en el Sudeste Asiático. "Su violación de una persona basada en su sentido del derecho y superioridad inherentes fue una expresión perfecta de la violación de una nación a otra basada en estas mismas presunciones de mérito y valor. En su narcisismo, no podía ver la conexión", escribe el biógrafo. Sin embargo, olvida algo importante: el lugar que ocupaba Neruda en las posesiones británicas y holandesas era sumamente marginal, como representante diplomático -de ínfima categoría- de un país sudamericano que difícilmente podía considerarse una potencia imperialista. Es evidente en la perspectiva de Eisner el influjo de los estudios culturales y poscoloniales. Le critica a Neruda, cometiendo un anacronismo, que no relacionara su comprensión de la clase social en el sentido marxista con las "realidades institucionales" del racismo, el sexismo y la casta social que, a su juicio, habrían desempeñado un "papel decisivo en este acto de violencia". Los mismos criterios extiende el biógrafo al tratamiento metafórico de Josie Bliss como una "pantera birmana", con el que Neruda borra su condición de mujer y la convierte en "una caricatura de sumisión e inferioridad cultural que él puede dominar". A Eisner no se le escapa el hecho de que si conocemos el controvertido episodio de Neruda en Ceylán es gracias a que él mismo decidió contarlo por escrito. Pero se pregunta si lo hizo porque sentía, consciente o inconscientemente, que debía contarlo o si mantuvo hasta el final de su vida la idea de que tenía derecho a cometer ese abuso. "No hay arrepentimiento verdadero, no hay explicación para esa conducta. Si tal vez sintió una punzada de arrepentimiento, esta pasó rápidamente", se responde el propio biógrafo, haciendo de fiscal y juez al mismo tiempo. Los riesgos de aplicar estándares actuales a costumbres del pasado Que la historia de Chile es un carrusel queda demostrado en sus revoluciones cada vez más cortas. Hace solo ocho años se rechazó otra iniciativa de la Cámara de Diputados para reemplazar el nombre del aeropuerto. La polémica, sin embargo, no alcanzó la virulencia que hemos visto por estos días. Si entonces los argumentos fueron, sobre todo, ideológicos, centrados en el apoyo de Neruda a Stalin y su silencio durante la guerra fría, en la última década ha cambiado la imagen de Neruda a raíz de consideraciones que antes no se hacían. Su conducta con las mujeres ha sido puesta en tela de juicio a la luz de movimientos contra el acoso sexual, como # Me Too , y un creciente revisionismo de género. En España se llegó al extremo de que una educadora y una académica universitaria propusieron, en abril, suprimir de los planes de lecturas escolares aquellos libros "escritos por autores machistas y misóginos" como "Veinte poemas de amor y una canción desesperada". La ensayista Adriana Valdés, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, advierte un notorio menoscabo en la imagen de Neruda entre los círculos feministas, dados los cambios culturales profundos que han tenido lugar en relación a la situación de las mujeres en la sociedad. "Ese deterioro se refiere no a su poesía, sino a su conducta personal, pero se extiende como una especie de condena hacia toda su figura pública", advierte. "Esto tiene al menos dos problemas. Uno, que si la conducta personal intachable fuera requisito para leer y admirar escritores o pensadores, tendríamos que prescindir de gente como Rimbaud, Céline, Sartre, Lope de Vega, Verlaine, y para qué decir Oscar Wilde, Baudelaire, Rousseau, Nietzsche, Heidegger... esos son los que se me ocurren a la pasada, y no nombro chilenos. Yo no me ofrezco para 'sanitizar' la biblioteca de nadie, menos la mía. Dos, que la aplicación de estándares actuales a las costumbres del pasado las hace aparecer como bárbaras: no hay época pasada que salga indemne. Dicho esto, me alegra sobremanera que hoy se pueda mirar hacia atrás y ver como bárbaras y crueles muchas prácticas machistas que antes, hace muy poco, formaban parte del sentido común. Sobre eso he estado escribiendo hace unos treinta años; cómo no voy a alegrarme de que cambien". -¿Afectan estos cambios en la percepción de la figura de Neruda la valoración de su obra poética? "No me parece, ni debería. Neruda es una de las cumbres de la poesía en nuestra lengua. Quien escribió 'Residencia en la tierra', quien escribió 'Alturas de Macchu Picchu', llegó a zonas de conciencia en el lenguaje que son para siempre patrimonio no solo de la lengua española, sino de la humanidad. No toda su obra vuela tan alto o desciende tan profundo; hay zonas que van a olvidarse, pero muchas obras suyas persistirán en el tiempo y muchos seguiremos viviendo y escribiendo mejor gracias a ellas". Elvira Hernández, poeta fundamental de los 80, galardonada este año con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, recuerda que siempre se han esgrimido consideraciones múltiples -políticas, ideológicas- acerca de la persona del autor. "Hoy la vida privada se abre al escrutinio público y está bien", advierte. "Mas, no olvidar que el poeta es también persona común y corriente, con voluntad para virtudes y vilezas. Y Neruda es una figura hecha de luz y sombra con una imagen pública enrevesada: política-poética-diplomática, afectivamente contradictoria. De ese caos emerge la creación". Acerca del valor de la producción nerudiana, la autora de "La bandera de Chile" se muestra categórica: "Una obra siempre excederá a su autor. Una obra excepcional puede desprenderse de esa propiedad y tutela apelando a la excelencia alcanzada que, en Neruda, es obra instalada en la cresta de la ola del lenguaje amoroso, restringido entre hombre y mujer, en el siglo XX. Pienso que el lector y la lectora, atentos ambos, que completan la obra no buscarán el menoscabo de aquella, sino profundizar con nuevas lecturas, en esa etapa pasada de encuentro entre seres humanos". Autora del libro de cuentos "Quiltras" y del volumen de crónicas "Que explote todo", la escritora y periodista Arelis Uribe (1987), cita a la historiadora María José Cumplido (quien ha expresado que rebautizar el aeropuerto de Santiago con el nombre del poeta es una decisión "banal", proponiendo, en cambio, el de la aviadora Margot Duhalde). ¿Se ha deteriorado la imagen de Neruda? "Sí -contesta Uribe-. La María José Cumplido dijo que no se pueden cambiar los hechos, pero sí las interpretaciones que hacemos de ellos, que es otra manera de cambiar la historia, porque cambia lo que se dice, el relato". -¿El cambio en la percepción de Neruda, el autor, incide en la valoración de Neruda, poeta? "Como todo, depende del ojo que observe. Hay quienes creen que la vida 'privada' de los autores o autoras no debiera interferir en la opinión que hay sobre su obra 'pública'. Yo no separo aguas. Creo que Neruda puede tener perfectamente poemas brutales y, a la vez, actitudes brutales. Esa mezcla lo hace humano, imperfecto. Lo mejor que nos puede pasar es ver a cada personaje en su totalidad, porque creo que las personas son completas, no absolutas". Crítico de Neruda, pero favorable a rebautizar el aeropuerto con su nombre se muestra Schidlowsky. "Sería un honor para Chile. Es uno de los chilenos mas conocidos y admirados del mundo. Con toda la distancia que uno tiene y debe tener frente a su comportamiento político y humano, lo que queda es su contribución poética a la literatura mundial", afirma. "Neruda ya no es 'Dios' en su pedestal, sino un hombre, un artista, un poeta más humano, con sus luces y sombras", prosigue Schidlowsky. "Creo que hoy el péndulo viró de un extremo al otro, y habrá que esperar unos años para que se estabilice y se mire con otros ojos a Neruda y se haga justicia a su arte. Pero no hay que olvidar que la culpa es también de aquellos biógrafos y de aquellos llamados especialistas que durante años callaron y no tuvieron el coraje de hacer investigaciones serias y de entregar una visión más cercana a la realidad de la vida de Neruda. Por eso ahora el rechazo es tan grande. Me imagino que no es algo irreversible, aunque, claro, Neruda no volverá a ser lo que era antes". ''Hay quienes creen que la vida "privada" de los autores o autoras no debiera interferir en la opinión que hay sobre su obra "pública". Yo no separo aguas. Creo que Neruda puede tener perfectamente poemas brutales y, a la vez, actitudes brutales. ARELIS URIBE ''Una obra siempre excederá a su autor. Una obra excepcional puede desprenderse de esa propiedad y tutela apelando a la excelencia alcanzada que, en Neruda, es obra instalada en la cresta de la ola del lenguaje amoroso, restringido entre hombre y mujer, en el siglo XX. ELVIRA HERNÁNDEZ