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José Miguel Varas, cazador de historias

domingo, 11 de noviembre de 2018

Pedro Pablo Guerrero
Artes y Letras
El Mercurio

En la Filsa se presentaron los dos volúmenes de Cuentos del narrador. Publicados por Lom en una cuidada edición a cargo de su hija Cristina y de Alejandra León, reúnen 121 relatos escritos entre 1939 y 2009.



Su primer texto literario, escrito y publicado en 1939, apareció en el Boletín del Instituto Nacional. Tenía 11 años de edad. Lo tituló "Conversación entre la vieja casa y el plano de un proyecto de edificio" y en él hace dialogar a la añosa construcción de la calle Arturo Prat con su pretendido sucesor, quien se presenta como epítome del confort moderno, el buen gusto, la calefacción central, el símbolo de la civilización, adelanto de las ciencias y de las artes. "Puede ser, puede ser, pero yo tengo una cosa infinitamente más grande: es la tradición", le replica el antiguo Instituto en un debate que deja trunco una ráfaga de viento. El plano sale volando por una ventana "como si fuera un volantín, que simboliza la ilusión de las aspiraciones humanas". Copito, el portero, quien lo ve elevarse por los aires, representa, por contraste, "la tradición del viejo Instituto".

El viernes 2 de noviembre, cuando presentó en la Feria Internacional del Libro de Santiago los tomos Cuentos 1 y Cuentos 2 , el escritor y académico José Leandro Urbina destacó de este primer relato: "Al final, y esto sorprende, aparece ese rasgo que será una marca mayor en la narrativa de Varas, su simpatía por el prójimo".

En efecto, "Reflexiones de una mosca inquieta", el siguiente cuento del primer volumen (también inédito en formato de libro), es un monólogo en el que el aborrecido insecto hace una apología de su especie. "Es lo más democrático que existe", asegura. "Tan pronto se halla en un merengue o en el estiércol, como en la nariz o pelada del más encumbrado personaje: en la gloria o en el abismo". Varas escribió esto a los 13 años. La alegoría y la personificación eran entonces sus figuras predilectas, como lo demuestra también el cuento "La fuga de los retratos", en el que hace hablar a los cuadros y escudos en bajorrelieve de hombres notables: Washington, O'Higgins, Ercilla, Andrés Bello, Balmaceda... Todos estos personajes muertos se percatan de que están en la Biblioteca del Instituto Nacional y, por iniciativa de Miguel Luis Amunátegui, que conoce bien el lugar, salen a recorrer el establecimiento a las doce de la noche.

"Ya está presente el humor, la mirada singular, esa mezcla de ficción y realidad, ese desapego de cualquier forma predeterminada que caracterizaron la literatura de José Miguel Varas", escriben las editoras de sus Cuentos en la presentación.

De 1947 data "El cautiverio", brevísimo relato acerca de un hombre secuestrado para cobrar un rescate a su esposa. Sus captores lo encierran en una jaula que cuelgan del techo. No hay pistas sobre la época ni el lugar en que transcurre la historia. El tono en el que está narrada también es ambiguo: ni trágico ni cómico. "Lo escribió como tributo a Kafka. Cuando era más joven le gustaba mucho", explica Cristina Varas.

Con los años, el estilo del narrador se irá haciendo cada vez más realista, aunque sin perder nunca del todo el gusto por la fantasía, los juegos de palabras y el absurdo, además de registrar con precisión la oralidad chilena. "Es notable el oído que tiene nuestro autor para captar la voz de los otros", observa José Leandro Urbina. "Sabe que el lenguaje es un carnet de identidad, que uno abre la boca y saltan los datos: de dónde vienes, a qué segmento social perteneces, cuál es tu nivel de educación, cuáles son tus creencias, tus adhesiones y tus fobias y mucho más. Ese saber del escritor signa su narrativa y constituye una de las claves sus logros literarios. Conoce los idiomas del mundo y de su tiempo".

En contraposición con la "literatura ombliguista" y de clase media que predomina hoy, Urbina destaca que "José Miguel Varas parece querer escribirlo todo: la familia, los amigos, las comunidades, las razas, los animales, el espacio del mundo por el que le tocó deambular. Es por eso que habla con ellos, no por ellos".

Otros dos textos recuperados en esta edición, que no habían aparecido en sus Cuentos completos (Alfaguara, 2001), retratan la inmersión del autor en el mundo rural. "Afuerino" y "Elecciones" fueron publicados en 1951 en la fugaz revista Democracia, creada por el Partido Comunista cuando fue proscrito su diario El Siglo. En el primer cuento, un peón de fundo de sesenta años llega al pueblo cargando un gran canasto de manzanas. Agotado por su peso, cae de rodillas frente a la municipalidad. El jardinero de la plaza alcanza a recibir la carga antes de que se vuelque. Llegan curiosos y gente dispuesta a ayudar, pero al final lo dejan solo con el jardinero y un desconocido con pinta de minero que había estado observando toda la escena. Gracias a sus preguntas, nos enteramos de que el hombre ha sido enviado por su patrón a comerciar la fruta. Si la vende toda, le dará su comida a la vuelta.

"Elecciones" narra el violento desenlace de un episodio de cohecho. Ambas historias son dos caras de la misma moneda y dan cuenta del compromiso político asumido tempranamente por el autor. Durante el proceso de recopilación, Cristina Varas notó que los dos relatos fueron escritos justo en la época en que Varas estaba comenzando a cambiar de estilo. "Me llamó la atención -dice la editora- descubrir una gran cantidad de cuentos fantásticos donde aparecen la imaginación y lo irreal. Pero alrededor de los 20 o 21 años da un viraje y empieza a hacer lo que haría hasta el final de su vida. Él siempre se definía como un escritor realista".

Su relación con el periodismo

Fruto de sus experiencias acumuladas en largos años de oficio periodístico es uno de los mejores relatos del autor: "Exclusivo" (1969). Una historia enmarcada en la que un grupo de reporteros trasnochados y ebrios ceden la palabra a Paterna, vieja gloria de la crónica roja, quien se apodera del relato contando el "famoso crimen de la calle Escanilla" que marcó su apogeo en el gremio de los "vendedores de prietas", como les decían a los periodistas de policiales. La vivaz habla informal del gremio contrasta con el lenguaje impersonal y codificado en que sus miembros se ven obligados a transmitir por escrito los hechos de los que son testigos. Varas domina ambos registros a la perfección.

En una entrevista a "El Mercurio", con motivo de la publicación del libro Exclusivo (1996), el autor abordó su relación con el periodismo. "Yo creo que básicamente me ha ayudado. Hemingway daba el consejo de empezar en el periodismo y después dejarlo. Puede ser que tenga razón. La verdad es que yo no solo no lo he dejado, sino que he vuelto a él. El periodismo escrito es una parte de la literatura, que puede ser muy secundaria o funcional, cuando se trata simplemente de transmitir una información con todo el rigor posible. Pero obliga a apoderarse del lenguaje como herramienta para expresar situaciones. Buscar la manera de traspasarlas al papel en pocas palabras es mucho más difícil de lo que parece. Entonces, yo pienso que para la formación de cualquier escritor el ejercicio del periodismo es algo bueno: obliga a tomar contacto con mundos, ambientes y personas que uno seguramente no llegaría nunca a conocer si no estuviera en eso".

El escritor y académico Mauricio Electorat va mucho más allá en su análisis de la narrativa de Varas. Hace notar que "Exclusivo" es una mezcla de crónica periodística, relato de ficción y noticia de periódico. Sobre esta hibridez de prácticas discursivas, se asienta la hibridez genérica de sus narraciones, "mezclando unos géneros bien tipificados -el cuento y la novela-, con otros menos establecidos -como el 'reportaje periodístico literario'-, o poniendo el léxico y la sintaxis de la crónica al servicio del cuento, o bien dentro del texto de la novela, ampliando así las fronteras estéticas y las posibilidades del relato".

Así escribe Electorat en su tesis doctoral "José Miguel Varas: una narrativa impura" (PUC, 2016). Y así lo confirman las editoras de sus Cuentos al recordar que "Las pantuflas de Stalin", escrito originalmente como crónica en 1987, terminó siendo considerado un cuento por el autor, quien lo incluyó en el libro de crónicas Las pantuflas de Stalin (1991) y después en Cuentos completos (2001). Como él mismo dijo en una entrevista, "hay otra cantidad de cuentos míos que están al borde de la crónica o que son, derechamente, crónicas".

Esta hibridez se acentuó mientras Varas escribió, entre 1996 y 1998, un cuento a la semana en el diario La Época. Como "una condena kafkiana" recordaba el narrador esta obligación autoimpuesta. Compromiso que reforzó su consideración del cuento como un género atávico: "Pero el afán de contar cuentos y el deseo de escucharlos forma parte del ADN de los seres humanos y proviene de tiempos muy lejanos. Creo que nunca morirá. En el caso de algunos escritores, como el que habla, ese afán se convierte en la manía de escribir cuentos, ya no solo de contarlos verbalmente. Andamos por la vida, tal vez de manera inconsciente, a la caza de historias, anécdotas y situaciones que pueden convertirse en cuentos".

El más completo escritor de cuentos

Cristina Varas recuerda que su padre sentía "una gran admiración por Manuel Rojas", autor con el que tiene notorios puntos en común, empezando por un realismo narrativo que nunca desechó del todo la fantasía y que mantuvo un permanente interés por los sujetos populares de la sociedad chilena. También leía a Mariano Latorre y era "fan" de los cuentos de Francisco Coloane. Como todos ellos, recibió el Premio Nacional de Literatura. En un fallo inusualmente efusivo, el jurado lo calificó en 2006 como "el más completo escritor de cuentos que ha habido en la historia de Chile, tanto en número de cuentos publicados como por su calidad literaria".

Encomiando su libro de relatos Exclusivo ("tan parejo en su calidad verbal y en su verdad humana"), Ignacio Valente encontraba antecedentes para el estilo de su autor en Carlos León, Olegario Lazo y Ernesto Montenegro. "Casi nadie escribe hoy cuentos en nuestro país con esta madurez", afirmó en una crítica de 1996.

Paulo Slachevsky, editor de Lom, recordó el día de la presentación de los Cuentos de José Miguel Varas, que sus dos volúmenes continúan la publicación de su narrativa completa, iniciada en 2013 con los dos tomos que reunían sus ocho novelas. Uno de los proyectos más grandes de la editorial, aseguró en esa oportunidad, apostando por Varas como un clásico de la literatura chilena.

Admirador de sus cuentos "Conducta de un gato", sobre un humanizado felino de barrio, y "La cosa de la cultura", desopilante y conmovedor relato acerca de las expectativas que puso en juego la Unidad Popular, José Leandro Urbina hizo, el día del lanzamiento, el que tal vez sea el mejor retrato de José Miguel Varas: "No solo es un escritor inteligente y perceptivo, es también un escritor íntegro. Militante comunista, nunca niega, ni intenta borrar las huellas de su opción política. Eso no le impide reconocer que en la vida política hay zonas brillantes y zonas oscuras, porque la política la hacen los seres humanos y eso no es garantía de coherencia. Justos y pecadores; gente de convicciones fuertes y tránsfugas, racionales y fanáticos, de todo hay en este mundo. Ese conocimiento primordial constituye el universo de los cuentos de Varas y, dado su interés por el prójimo, no podía ser de otra manera".

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