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"The Other Side of the Wind", de Orson Welles:

Peter y el maestro

domingo, 11 de noviembre de 2018

Christian Ramírez
Artes y Letras
El Mercurio




En esta era de reacciones instantáneas ante cualquier filme que se atreva a asomar la cabeza, "Al otro lado del viento" -la cinta póstuma de Orson Welles, que ya circula en Netflix- ha salido tanto beneficiada como magullada; de partida, porque nunca antes una película del director de "Sed de mal" había gozado de tal nivel de difusión: en este último mes han sobrado los perfiles biográficos, rankings , historias sobre su rodaje y posterior reconstrucción plano a plano, y, claro, decenas de reportajes que tratan de dar cuenta del épico recorrido de un proyecto que se filmó a pulso durante la primera mitad de los años 70, para luego quedar atrapado por décadas en marasmos legales y finalmente ser rescatado bien entrado el siglo XXI, cuando su realizador y buena parte del elenco ya habían fallecido. Literalmente, una historia "de película". Un relato con tantos altos y bajos, con tanta ropa tendida y emoción involucrada, que tiende a opacar al propio filme.

Y puede que ahí radique la mayor parte de los problemas que algunos críticos han tenido con "The Other Side of the Wind", sobre todo los que corrieron a reseñarla al minuto en que esta fue exhibida en los festivales de Venecia, Telluride y Toronto. Es cierto, la vieron antes que el resto de nosotros, simples mortales, pero no necesariamente la digirieron. Recién ahora, con el producto ya colgado en el streaming , han aparecido comentarios que van más allá del contexto histórico y la sorpresa inicial producida por este filme que narra la trasnochada fiesta de cumpleaños de Jake Hannaford -legendario director de Hollywood que pretende regresar a la primera línea-, tal como fue captada a través de los ojos y las cámaras empuñadas por numerosos asistentes al evento, entre los que se cuentan amigos, enemigos, estudiantes, periodistas, productores y sicofantes varios. El resultado es tan histérico como fascinante en su mezcla de técnicas, texturas, color, blanco y negro, y combinación de distintos tipos de película (Super 8, 16mm, 35mm), pero sobre todo por la capacidad anticipatoria de Welles, que imagina un mundo totalmente mediatizado (y muy similar al actual), donde las cámaras se han convertido en el equivalente mismo de la mirada humana, y, por ende, todo puede quedar registrado para gloria y vergüenza de quien se exponga o sea captado por ellas, partiendo por el propio Welles, quien -pese a reclutar como protagonista a su colega John Huston- modeló la figura de Hannaford a su imagen y semejanza, desplegando en el camino una ferocidad sin concesiones.

Pese a que se trata de un ejercicio muy parecido a lo intentado por Fellini, Bergman o Antonioni en sus clásicos de los 60 -la idea del director situado al centro mismo de su obra-, en manos de Welles dicho proceso se profundiza y se refleja hasta el infinito. Lo que originalmente había partido como la sátira de una industria en la que él ya no tenía cabida, se convierte así en un espejo que le devuelve tanto su imagen de artista brillante y arrebatado como su faceta más frívola y cruel. Esas dos caras de la moneda se reflejan a la perfección en el centro emocional del filme: la relación entre Hannaford y Bruce Otterlake, su discípulo más aventajado y exitoso, y cuyo paralelo en la vida real era la amistad entre Welles y el joven director Peter Bogdanovich. Aunque no era la intención original, el propio Bogdanovich acabó por interpretar en la cinta al afectado y ambicioso Otterlake, cuya destreza en el juego hollywoodense ha superado la de su maestro, convirtiendo de golpe a la película en una historia de traición y una fábula de recambio, una donde el antiguo régimen (Orson) está condenado a ser reemplazado por el nuevo orden (Peter), sin escape posible.

Eso sí, Bogdanovich demostró tener más humanidad que su personaje: fue pieza clave en el rescate de la obra inconclusa de su maestro. La traición no fue tal.

THE OTHER SIDE OF THE WIND

Dirección de Orson Welles. Con John Huston y Peter Bogdanovich. Estados Unidos, 2018, 122 minutos 

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