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Entrevista Autor de "Política para perplejos"

Daniel Innerarity: democracia más allá de la verdad

domingo, 11 de noviembre de 2018

Juan Rodríguez M.
Artes y Letras
El Mercurio

Si el mundo es complejo e indescifrable, ¿no será momento de actualizar la política anclada al Estado nación? Invitado a Puerto de Ideas, este filósofo español llama a pensar una "teoría de la democracia compleja". De ello habla en esta conversación. También de España y la crisis catalana, y de Jair Bolsonaro.



Crisis y revoluciones: económicas, tecnológicas, sociales y políticas; globales y a la vez con impactos locales. Desde el colapso financiero de 2008 al Brexit, desde internet a la inteligencia artificial y el Big Data, desde la guerra en Siria a la crisis migratoria europea, desde Venezuela y Haití al aumento de la inmigración en Chile, desde Trump a Bolsonaro. Parece que el mundo cambia, lo queramos o no, nos guste o no, y nos toca interpretarlo. Quizás así podamos intentar, al menos, navegar y no hundirnos en este océano de complejidades.

En aquel mar rema el filósofo español Daniel Innerarity (Bilbao, 1959), uno de los invitados al Festival Puerto de Ideas Valparaíso, donde dictará hoy, a las 16:30 horas, la conferencia "La política en la era de la incertidumbre" (Parque Cultural de Valparaíso). Autor de libros como "La política en tiempos de indignación" (2015) y "La democracia en Europa" (2017), sus ensayos más recientes son "Comprender la democracia" y "Política para perplejos", ambos publicados este año. A ello suma su labor como profesor e investigador en la Universidad del País Vasco, el Instituto de Gobernanza Democrática (que dirige) y el Instituto Europeo de Florencia, y su trabajo en prensa, como columnista de opinión en los periódicos El Diario Vasco, El País y La Vanguardia.

-Si me permite la expresión, ¿la política, y en particular la democracia y el Estado nación son "tecnologías" que no se han actualizado?

"Es un diagnóstico que comparto. De hecho, todo mi proyecto intelectual es pensar cómo pueden reconciliarse democracia y complejidad. Desde hace años trato de elaborar una teoría de la democracia compleja, partiendo de la constatación de que la política que opera actualmente en entornos de elevada complejidad no ha encontrado todavía su teoría democrática. Tenemos que redescribir el mundo contemporáneo con las categorías de globalización, saber y complejidad. La política ya no tiene que enfrentarse a los problemas del siglo XIX o XX, sino a los del XXI, que exigen capacidad de gestionar la complejidad social, las interdependencias y externalidades negativas, bajo las condiciones de una ignorancia insuperable, desarrollando una especial capacidad estratégica y aprovechando las competencias distribuidas de la sociedad civil. Si la democracia ha efectuado el tránsito de la polis al Estado nacional, de la democracia directa a la representativa, no hay razones para suponer que no pueda hacer frente a nuevos desafíos, siempre y cuando se la dote de una arquitectura política adecuada. Una teoría de la democracia compleja como la que estoy proponiendo no es la solución de todos nuestros problemas, pero sí un primer paso para explorar y organizar un laberinto que nos es en buena medida desconocido".

Nueva política

En un mundo así de complejo ya no funcionan las élites ilustradas y menos los líderes iluminados. Hay que innovar en política, tal como en su momento lo hicieron quienes imaginaron el republicanismo y la democracia, o delinearon los Estados nación, en los siglos XVII y XVIII. Si se habla, por ejemplo, de una crisis de representatividad, ¿basta enarbolar la "soberanía popular" en los límites del Estado nación? No, si seguimos a Innerarity: "Pienso que estamos en un momento en que la democracia o la soberanía popular solo pueden salvarse a través de una 'prótesis global'. Tomar al Estado nacional como única realidad posible para el ejercicio de la democracia y como modelo universal equivale a considerar una de sus concreciones históricas como la única posibilidad de democratización", explica. "Hacer de la democracia una realidad más compleja implica tomar en consideración esa dimensión global en la que se desarrolla nuestra vida colectiva, ese contexto de crecientes interdependencias. Si buena parte de las decisiones que nos afectan son adoptadas a nivel europeo y global, es la transformación democrática de esos procesos e instituciones lo que más debería preocuparnos".

-Pero precisamente la Unión Europea está muy cuestionada.

"Reconozco que esta perspectiva no es la corriente e incluso desafía alguna de nuestras primeras intuiciones. Se ha denunciado con frecuencia el hecho de que el proceso de integración europea haya ocasionado problemas de legitimación democrática dentro de los Estados nacionales, pero apenas se subraya que la integración respondía a determinados problemas de legitimación democrática que los Estados miembros ya tenían (y que en buena medida siguen teniendo, incluso amplificados), incapaces por ellos mismos de garantizar ciertos bienes comunes que la ciudadanía de una comunidad democrática tiene derecho a esperar. Frente a quienes consideran que la Unión Europea no es suficientemente democrática porque no ha sido capaz de reproducir a escala europea la democracia que supuestamente funcionaría en sus Estados, invito a considerar que el déficit se debe a que los Estados todavía no han conseguido democratizar el hecho de su interdependencia. La configuración de instituciones transnacionales no es la causa sino la respuesta, más o menos acertada, manifiestamente mejorable, a los déficits de las democracias nacionales".

-Algunos diagnostican el fin de la política debido a la globalización.

"No es cierto que los procesos de interdependencia conduzcan a una extinción de la política (entendida también como fin de las ideologías o incluso de la historia y, por supuesto, de la democracia), como se celebra desde la óptica neoliberal o se lamenta desde el soberanismo clásico. Más bien todo lo contrario. Si la política es la articulación de formas de vivir juntos, en el plano global tenemos una tarea de reinvención política similar a la construcción de comunidades políticas a lo largo de la historia. De lo que se trata ahora es de cómo debemos convivir, de qué forma nos organizamos y cuáles son nuestras obligaciones recíprocas en el contexto de profundas interdependencias generado por la globalización. Así pues, la globalización no tiene por qué ser necesariamente un proceso de despolitización. La globalización plantea muchas constricciones para la política, pero no significa su final, sino tal vez el comienzo de una nueva era para la política. Como decía Ulrich Beck, no es que la política haya muerto, sino que ha emigrado desde los clásicos espacios nacionales delimitados a los escenarios mundiales interdependientes. Es allí, o sea aquí, donde se juega el futuro de la democracia".

-Las naciones también están sometidas a presiones internas, como ocurre en España con el independentismo catalán y, antes, el vasco. El lunes, en "El Mercurio", Íñigo Urkullu, el Presidente del gobierno vasco, dijo: "Un Estado plurinacional sería una buena base para un clima de distensión en España". ¿Qué le parece la propuesta?

"La idea de un Estado plurinacional me parece muy oportuna, pero especialmente la metodología que Urkullu ha propugnado siempre: avanzar en el autogobierno de una manera pactada, en el seno de la sociedad vasca y con el resto del Estado. El mundo no camina hacia la separación, sino hacia la integración diferenciada. Nuestro gran desafío es pensar la arquitectura policéntrica de las sociedades a todos los niveles, desde el multilateralismo global hasta las comunidades locales, configurando una gobernanza multinivel que integre a la ciudadanía según diversas lógicas y sin que se impida así el gobierno efectivo de las sociedades. Imagino la solución a nuestras tensiones políticas en un espacio que sustituya al mundo de las jerarquías y las subordinaciones, nuevos ámbitos en los que la relación vertical entre un centro y una periferia sea corregida por la emergencia de una multitud de centros que compiten y se complementan. Esto podría ser un buen marco conceptual para diseñar una solución al problema de Cataluña, la nueva definición del autogobierno vasco, la Europa que debemos construir o el deseable retorno del multilateralismo global".

-Parte de la perplejidad en la que vivimos tiene que ver con las noticias falsas y la llamada "posverdad". Cuestión que se les enrostra a líderes como Trump y Bolsonaro. ¿La manipulación y la mentira son nuevas? ¿La política es el terreno de la razón y la evidencia o el de las opiniones, el disenso y, ojalá, del consenso?

"La política no es algo que se resuelva con la objetividad, o solo en una pequeña parte. La democracia es un régimen de opinión y no un conflicto de enunciados a la búsqueda de ratificación científica. La democracia no tiene por objetivo alcanzar la verdad (aunque muchos ciudadanos así lo piensen y muchos políticos así lo digan), sino decidir con la contribución de toda la ciudadanía, sobre la base de que nadie -mayoría triunfante, élite privilegiada o pueblo incontaminado- tiene un acceso privilegiado a la objetividad que nos ahorrara el largo camino de la pública discusión. No protegeríamos tanto la libertad de expresión o de conciencia si no fuera porque hemos conocido los males que se siguen de su excesivo condicionamiento. En una sociedad avanzada el amor a la verdad es menor que el temor a los administradores de la verdad. ¿Quiere esto decir entonces que hemos de rendirnos ante la fuerza injusta de la mentira? Estoy tratando de sostener que en una democracia el combate contra la falsedad solo puede llevarse a cabo en un entorno de pluralismo garantizado. Una democracia es un sistema de organización de la sociedad que no está especialmente interesado en que resplandezca la verdad, sino en beneficiarse de la libertad de opinar".

-Entonces la democracia está expuesta a la manipulación.

"Una cierta debilidad de la democracia ante los manipuladores es el precio que hemos de pagar para proteger esa libertad que consiste en que nadie pueda agredirnos con una objetividad incontestable, que cualquier debate se pueda reabrir y que nuestras instituciones no se anquilosen. Por supuesto que hay límites para la libertad de expresión, que no todo son opiniones inocentes y que hay mentiras que matan. Si propongo revisar nuestra concepción de la verdad en política, no es para justificar cualquier cosa, sino para ampliar el contrato que vincula a gobernantes y gobernados, que no se resuelve con el arbitraje de una objetividad supuestamente indiscutible. De los políticos esperamos algo que es mucho más completo y exigente que decir la verdad, como convencer, medir la oportunidad o gobernar las pasiones colectivas. No hace falta dejarse seducir por los encantos de esa posmodernidad banal que todo lo relativiza para entender en qué sentido podía afirmar Rorty que el valor de la democracia era superior al de la verdad. No convirtamos la guerra contra las fake news en un conflicto nuclear, limitemos bien el campo de batalla, establezcamos una regulación sobria, eficaz y garantista de cuanto pueda ser regulado, pero sobre todo protejámonos de los instrumentos a través de los cuales pretendemos protegernos frente a la mentira".

''La globalización no tiene por qué ser necesariamente un proceso de despolitización".

''De los políticos esperamos algo que es mucho más completo y exigente que decir la verdad, como convencer, medir la oportunidad o gobernar las pasiones colectivas".

''En una sociedad avanzada el amor a la verdad es menor que el temor a los administradores de la verdad".

''El mundo no camina hacia la separación, sino hacia la integración diferenciada".

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