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Encuesta Latinobarómetro:

Los latinoamericanos están desesperanzados frente a la democracia

sábado, 10 de noviembre de 2018


Internacional
El Mercurio

Los votantes en toda la región están cada vez más insatisfechos con la política en sus países. Esto es preocupante.



La democracia en Latinoamérica está en problemas. Ese es el mensaje del sondeo de opinión de este año en 18 países que realizó Latinobarómetro, una encuestadora con sede en Santiago, Chile. La proporción de personas que están insatisfechas con el modo en que la democracia funciona creció del 51% en 2009 al 71%. La proporción de aquellas que están satisfechas bajó del 44% al 24%, su nivel más bajo desde que partió el estudio hace más de dos décadas.

Eso no significa que una mayoría de latinoamericanos estén listos para deshacerse de la democracia, la que ha llegado a ser la norma en toda la región recién desde la década de 1980. Más de la mitad dice que es mejor que cualquier otro sistema, aunque en esto ha habido una baja de 13 puntos porcentuales durante los últimos ocho años. Los demócratas desilusionados se inclinan hacia la indiferencia. La proporción de personas que se muestran neutrales ha subido del 16% en 2010 al 28%, mientras que el apoyo para un gobierno autoritario se mantiene constante, en el 15%. "A la gente no le gusta la democracia que está experimentando", señala Marta Lagos, directora de Latinobarómetro.

En los dos países más grandes de Latinoamérica, Brasil y México, ese sentimiento ha desembocado en la elección de presidentes este año que hasta hace poco habrían sido considerados demasiado radicales para encabezar su país. Si la desilusión se intensifica, las futuras elecciones podrían resultar en mandatarios que pongan a prueba las normas democráticas de la región.

Desde noviembre pasado nueve países han reelegido presidente o elegido nuevos. Gran parte de estas elecciones fueron libres e imparciales pero hubo excepciones notables. El Presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, prolongó su período en el poder en una votación manipulada fraudulentamente en mayo. La reelección de Juan Orlando Hernández en Honduras en noviembre pasado fue considerada ampliamente viciada. Cuba simplemente transfirió el poder de un dictador a otro en abril. No obstante, una mayoría de latinoamericanos vive en países en donde el recuento de sus votos se hace con precisión. Eso no significa que ellos estén contentos, como lo dejaron en claro las 20 mil entrevistas de Latinobarómetro que se realizaron desde mediados de junio hasta principios de agosto de este año.

Los electores tienen muchas razones para quejarse. El crecimiento en el PIB per cápita ha tenido una baja abrupta desde la crisis financiera global en 2009. La economía de Venezuela ha implosionado y la de Brasil sufrió su peor recesión jamás vista entre 2014 y 2016. La percepción de que el ingreso está bien distribuido cayó del 25% en 2013 al 16%. Esa creencia puede que esté equivocada; el coeficiente Gini, una medida de la desigualdad, ha ido disminuyendo en los países más grandes. Pero, a un nivel individual, la percepción de desigualdad de una persona está entre los indicadores más sólidos de su insatisfacción con la democracia.

Las preocupaciones económicas están en el primer lugar de las inquietudes de los ciudadanos en una mayoría de países. Solo en Venezuela más de la mitad de las personas dice que no tiene suficiente para comer. Aunque el promedio regional es aún un sorprendente 27%. La delincuencia es la segunda principal queja, liderando la lista de preocupaciones incluso en algunos países relativamente seguros, como Chile y Uruguay. La corrupción es otro gran mal. Dieciocho ex presidentes y vicepresidentes han estado implicados en escándalos de corrupción, en Argentina, Brasil, Ecuador y Perú. La proporción de latinoamericanos que piensan que su país está yendo en la dirección equivocada excede en ocho puntos la proporción que cree que están progresando, la brecha negativa más grande desde 1995.

Esto ha derribado la credibilidad de las instituciones. Solo las fuerzas armadas y la Iglesia, instituciones poderosas antes de que llegara la democracia en forma extensa, conservan gran respeto. La mitad de los latinoamericanos cree que todos o casi todos los presidentes y legisladores están involucrados en corrupción. La proporción de personas que piensa que las élites gobiernan para su propio beneficio ha aumentado firmemente durante la última década; en ninguna parte es inferior al 60%. Cada vez más los votantes se desligan de la política. Por tercer año consecutivo, la cantidad de personas que dice que no va a votar por ningún partido político es mayor que la que indica que sí lo hará por uno.

La gente pobre está más alejada (de la política) que los ricos y la clase media. Aquellos que están en muy mala situación quedan más de 10 puntos porcentuales más atrás que las personas más prósperas en su nivel de apoyo a la democracia. Los jóvenes son más escépticos que la gente mayor, lo que es de mal agüero para la democracia. Unos 200 millones de latinoamericanos con bajos niveles de educación, alrededor del 30% del total, son los votantes más proclives a arremeter contra los políticos y partidos establecidos, y a elegir a líderes que prometen resolver los problemas con una "varita mágica", señala Latinobarómetro en una nota analítica que acompaña los resultados. El estudio, el que tiene un margen de error de 3 puntos porcentuales por país, es publicado exclusivamente por The Economist.

En Brasil, donde la satisfacción con la democracia es la más baja entre 18 países, la desilusión le abrió el camino a Jair Bolsonaro, un ex paracaidista que elogia la dictadura que se extendió de 1964 a 1985, para ganar la presidencia el mes pasado. Tuvo un fuerte apoyo de los brasileños con buena educación.

En julio, México eligió a Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda cuyo Partido Morena participó en su primera elección en 2015. No es admirador de las dictaduras y propone cambiar la forma en que funciona la democracia para lo cual quiere que el electorado tome más decisiones a través de referéndums. A Marta Lagos le preocupa que la democracia en Argentina sea vulnerable. La economía de ese país va camino a la recesión y la proporción de personas que se consideran clase media bajó en 14 puntos de 2013 a 2018, la mayor declinación de ese tipo en la región.

En países cuyos líderes están desmantelando la democracia, la ciudadanía la aprecia más. Aunque solo el 12% de venezolanos está contento con el modo en que funciona su "democracia", el 75% prefiere la democracia a cualquier otro sistema. En Nicaragua, donde el régimen cada vez más dictatorial de Daniel Ortega ha reprimido las protestas desde abril, la satisfacción con la democracia cayó del 52% el año pasado al 20%, pero más de la mitad de las personas todavía respalda el sistema. Los prósperos Uruguay, Costa Rica y Chile, donde el imperio de la ley está relativamente bien establecido, son los países que están más satisfechos con el modo en que funciona la democracia.

La gran esperanza para apuntalarla recae en aquellos líderes que no aseguran que poseen varitas mágicas. Varios han asumido hace poco. Entre ellos Lenín Moreno en Ecuador y Martín Vizcarra en Perú, quienes han emprendido campañas contra la corrupción. Sebastián Piñera, el Presidente de centroderecha de Chile desde marzo, está tratando de hacer reformas a la economía y programas sociales. El Presidente de centroizquierda de Costa Rica, Carlos Alvarado, derrotó a un cristiano fundamentalista y está tratando de arreglar el sistema tributario. Iván Duque, el Presidente conservador de Colombia, está recién empezando. Si tienen éxito, darán un impulso a los índices de aprobación de la democracia como también a los de ellos mismos.

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