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El arquero Jorge Manduca se retiró de la actividad con 39 años:

"Después de superar el cáncer entendí que el fútbol no era de vida o muerte"

sábado, 03 de noviembre de 2018

Claudio Herrera
Deportes
El Mercurio

Ídolo máximo en el historial "huaicochero", el argentino advierte: "Va a ser un poco raro Barnechea sin Manduca". Cuenta que se vino a Chile escapando de una nube negra y cómo intentó ser un portero completo. "Ya estaba sintiendo que no era tan útil", dice en el adiós.



Después de 16 años como futbolista rentado, Jorge Manduca se lesionó en el partido que eligió para cerrar su carrera, el miércoles pasado ante Melipilla en la cancha de Barnechea. "Se me dobló la rodilla y tuve que salir", refunfuña el santafesino de 39 años.

"Decidí que era el momento y me voy con el corazón lleno. Estaba sintiendo que ya no era útil. Creo que en este club hice historia, participé en todos los torneos y todo el mundo me relaciona con Barnechea, tanto así que cuando terminaba mi contrato nadie me llamaba, los intermediarios me decían que sabían que seguiría acá. Va a ser un poco raro ver a Barnechea sin Manduca", dice el portero, que anota 199 presencia con la camiseta "huaicochera".

La historia de Manduca en Chile empezó hace una década. Pero su carácter estuvo a prueba mucho antes. "Estuve en las inferiores de Boca entre los 15 y 17 años, hice una gran amistad con Sebastián Battaglia, incluso fui a su despedida en La Bombonera; luego terminé mi formación en Unión de Santa Fe, un club con tradición de arqueros, ahí atajaron (Nery) Pumpido, Oscar Passet, Daniel Morón (...) Fue (Frank) Kudelka el que me pasó de la Reserva al primer equipo, pero en la temporada que debuté el club descendió; después voy a Sarmiento, juego apenas un partido y también descendimos. Luego en Centenario me inscribieron mal y estuve seis meses parado. Todo mal. Me estaban pasando cosas muy malas y el único camino era cambiar de aire. Salió la posibilidad de venir a Arica, no sabía ni dónde quedaba, tomé un vuelo desde Santiago y eran dos horas, no lo podía creer. Era otro tiempo, había como un resentimiento con los argentinos, pero me trataron increíble desde el primer día. Ahora tengo una esposa y dos hijos chilenos".

-Usted superó un cáncer de tiroides.

"Fue complicado, sobre todo por la familia, pero nunca me eché a morir. Me lo diagnosticaron y dije, 'ya, doctor, qué hay que hacer'. Quizás no le tomé el peso. La gente que lo sufre piensa si podrá seguir viviendo, yo pensaba en cuándo volvería a jugar. El posoperatorio es muy traumático, estás en una pieza solo, te pasan la comida por debajo de la puerta. Ahí piensas mil cosas. Pero después de superar el cáncer no te achicas ante nada... Entendí que el fútbol no era de vida o muerte, es tristeza y alegría, pero nada más que eso".

-¿Qué lo movía?

"Siempre quise ser un arquero completo y logré evolucionar. De un estilo más artesanal me hice más moderno en Barnechea, aprendí a jugar con los pies, a aportar en las transiciones rápidas. El juego te exige ser uno más y participar incluso de la parte ofensiva. Siento que mejoré".

Tras un década como protagonista en el fútbol criollo (jugó en San Marcos, Copiapó, Coquimbo y Barnechea), Manduca remarca: "Todo se profesionalizó: jugadores y técnicos, pero lo que tiene que cambiar es el arbitraje".

¿Mejor recuerdo? La definición por penales ante San Luis en San Carlos que llevó al club 'huaicochero' a Primera: "Fue increíble, atajé un penal y convertí el último (a Fernando de Paul)".

Manduca cierra un ciclo. "Ahora empieza mi vida", musita. Lo espera su familia, un taller de desabolladura y pintura en Recoleta y alguna función por definir en Barnechea: "Es que irme del club sería muy difícil".

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