Dólar Obs: $ 897,11 | -0,49% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.372,71
IPC: 0,50%
Publicación Narraciones desconocidas:

La vida quebrada y luminosa de Lucia Berlin

domingo, 28 de octubre de 2018

Roberto Careaga C.
Revista de Libros
El Mercurio

Después de ser redescubierta con Manual para mujeres de la limpieza , se publica un nuevo volumen de cuentos inédito en español de la escritora estadounidense. Una noche en el paraíso recoge 22 relatos conmovedores y tristes, en los que Berlin narra escenas de su vida en Chile, México y Estados Unidos.



Después de crecer en ciudades, pequeños pueblos y campamentos mineros entre Idaho, Arizona y Montana, a inicios de los 50 Lucia Berlin vivía en Chile. El trabajo de su padre, un geólogo respetado, la trajo hasta acá. Era una quinceañera que dividía su tiempo entre las clases en el Santiago College y una agitada vida social en la que se codeaba con lo más exclusivo de la sociedad chilena. "Deja que te cuente mi aventura", solía decirles a sus amigas, y ellas pusieron esa frase en el anuario del último año del colegio como su frase típica. Fue una premonición. Años después, mientras superaba matrimonios fracasados, cuidaba a sus hijos con trabajos mal pagados y la acorralaba el alcoholismo, Berlin se convirtió en una escritora que siempre echaría mano de sus aventuras.

En algún momento de todo el ajetreo que fue su vida, Berlin pasó por un bar de Oakland y los ruidos que emanaban de una mesa de billar la hicieron recordar otros del pasado. En Chile. "Críquet en Santiago. Parasoles rojos, césped verde, los Andes blancos. Sillas de lona a rayas rojas y blancas en el club de campo Príncipe de Gales", enumera la narradora del cuento "El Pony Bar, Oakland", que ciertamente es la misma Berlin. Y sigue: "De jovencita firmaba los recibos de limonada, daba propinas a lo camareros de esmoquin, aplaudía a John Wells. El golpe perfecto del bate del críquet. Vestía de blanco, procuraba no mancharme con la hierba, coqueteaba con chicos que llevaban los pantalones grises de franela de la escuela Grange, chaquetas azules en verano. Emparedados de pepino para el te, planes para el domingo en Viña del Mar".

Escrito en los 70, "El Pony Bar, Oakland" es un relato de una página que Berlin publicó por primera vez en 1984 en el libro Phantom pain , en tiempos que su nombre era casi un secreto. Como sabemos, lo fue prácticamente hasta su muerte: una década después de fallecer, en 2004, Berlin fue redescubierta por el mundo cuando se lanzó la antología Manual para mujeres de la limpieza . Alabado por la crítica, best seller en Estados Unidos, los 42 relatos de aquel volumen se podían leer como piezas de una autobiografía incompleta, en que la soledad y la derrota tienen como contrapunto un permanente deseo de vivir. Honestidad brutal, melodrama al mínimo y humor certero. Berlin se alzó con aquella antología como el eslabón perdido entre Flanery O'Connor y Lydia Davis, y hasta hubo quienes apostaron que entre ella y Raymond Carver -compañero de generación-, mejor quedarse con Berlin.

"Ha sido un regalo. Genial. Muy gratificante. Ha sido una tremenda experiencia de unión con mis hermanos", dice en un correo electrónico Jeff Berlin, uno de los cuatro hijos que tuvo la narradora. Junto a los escritores Stephen Emerson y Barry Gifford, Jeff estuvo tras la edición de Manual para mujeres de la limpieza y cuenta que originalmente había más que los 42 cuentos que terminaron en el volumen. Y parte de esos textos que quedaron son los que forman el segundo capítulo del redescubrimiento de Berlin, Una noche en el paraíso . El nuevo libro trae 22 relatos inéditos en español y el efecto continúa: ya sea en mansiones con sirvientas en el sur de Chile o en casas de barro sin agua potable en la frontera de Estados Unidos con México, son las aventuras de una mujer en movimiento, inquieta, casi siempre inevitablemente sola, casi siempre hambrienta de una felicidad que conmueve.

De Chile a la aventura

Esta vez, los relatos de Una noche en el paraíso tienen un orden que refuerza el eco autobiográfico: siguen su vida desde que era una niña en El Paso, Estados Unidos, y luego continúan su trayectoria vital por Chile, México y ciudades como Albuquerque, Nueva York y Oakland. "Siento que dado que la mayoría de las historias se basan en su vida, tenerlas cronológicamente crea mejor la sensación de una narrativa general. Una de las preguntas más comunes que recibí después de la publicación de Manual para mujeres de la limpieza fue sobre el orden de los relatos, y me dio la impresión de que la mayoría de las personas quería leerlos cronológicamente", cuenta Jeff Berlin.

Así, tras dos cuentos protagonizados por niñas y ambientados en El Paso, en Una noche en el paraíso aparecen tres seguidos ambientados en Chile. Son historias de una jovencita estadounidense, que, junto a sus amigas Quena y Conchi, intenta espantar el aburrimiento en fiestas y cócteles de la clase alta chilena. Su padre vive entre negocios y recepciones, su madre está encerrada en su pieza deprimida o borracha. Corren los años 50. En uno de los relatos, "Andado. Un romance gitano", la protagonista viaja al enorme fundo de un senador en el sur y allá, además de conocer el amor, se vislumbra el futuro: sobre los dueños se cierne la amenaza de la reforma agraria. En otro cuento, "Polvo a polvo", queda retratada la fascinación de la aristocracia de Viña del Mar con la comunidad británica.

Las amigas Quena y Conchi, cuenta la narradora en "Itinerario", morirán en la "revolución". ¿La Unidad Popular? Lucia Berlin no lo precisa, solo lo deja como un dato para señalar que ellas no pudieron abrir las "cápsulas de tiempo" que elaboraron cuando ella dejó Chile, hacia 1955, y que se suponía que abrirían treinta años después. Eran cartas. La de la narradora imaginaba un futuro que no llegó: "Las predicciones no dieron conmigo. También yo me casé y tuve hijos, cuando se suponía que iba a ser soltera, periodista, que viviría en un piso sin ascensor de Manhattan. Ahora sí vivo en un piso sin ascensor".

¿Dónde estaba ese piso sin ascensor en el que vivía Berlin cuando escribió ese cuento? Difícil saberlo, quizás era una de las ficciones de sus cuentos. Lo que se sabe con certeza es que, luego de dejar Chile, se fue a estudiar a la Universidad de Nuevo México, donde se casó con un escultor y tuvo dos hijos. El matrimonio duró poco; luego volvería a casarse: con el músico de jazz Race Newton, en 1958. Dos años más tarde, separada de él, se casaría con Buddy Berlin, otro músico de jazz. Y además adicto a la heroína. En esos años fue de casa en casa entre Albuquerque, Nueva York y el norte de México. También leyó a Dickens, William Carlos Williams y Robert Creeley. Y empezó a escribir.

Todas esas experiencias aparecen sucesivamente en sus cuentos. Los músicos de jazz, las casas, los hijos, las drogas. Según sus hijos, Berlin contaba su vida en sus cuentos. "Lucia, bendita sea, era una rebelde y una mujer con un arte extraordinario, y en su día su vida era un baile", escribe en el prólogo de Una noche en el paraíso , uno de sus hijos, el escritor Mark Berlin. Y sigue: "Mi madre escribía historias verdaderas; no necesariamente autobiográficas, pero por poco. Las historias y los recuerdos de nuestra familia se han ido moldeando, adornando y puliendo con el paso del tiempo, hasta el punto que no sé con certeza qué ocurrió en realidad. Lucia decía que eso no importaba: la historia es lo que cuenta".

Instantáneas de una vida

También Jeff asegura que su madre no inventaba demasiado. Y recuerda así la vida que llevaron: "Era algo nómada: viajábamos mucho y nos movíamos mucho. Era una locura, pero en general estaba feliz, hasta que el alcoholismo de mi madre se salió de control y ya simplemente fue una locura", dice. Y agrega: "Era encantadora, cariñosa, inteligente, honesta y muy divertida. Ella nunca nos hablaba como si fuéramos niños. Estábamos todos juntos en esto".

Según Jeff, en Una noche en el paraíso hay al menos dos cuentos que retratan la manera en que vivían con su madre. "Son instantáneas", dice. Uno es "Mi vida es un libro abierto", la historia de una mujer divorciada con cuatro hijos que llega a vivir a Corrales, Nuevo México. Claire se llama la protagonista y pasa todo el día cuidando a los niños, trabajando en labores domésticas, y por las noches, cuando todos duermen, escribe y escribe. Pero empieza una relación con un joven problema del pueblo, de solo 19 años. Toda la comunidad los observa. Una noche, el joven se queda cuidando a los niños y ella sale a un bar. Pasa la noche fuera, mientras en su casa se desata el caos: uno de los niños se pierde y todo el pueblo inicia una búsqueda desesperada. El niño podría haber caído a un canal. En la mañana, ella vuelve y trae la sorpresa: el niño estuvo todo el tiempo en su auto, dormido.

Es el precario equilibrio en que vivían lo que retratan aquellos dos cuentos que Jeff menciona. Un orden que, a veces, Berlin no podía sostener. En el otro relato, "Navidad, 1974", el escenario es otra casa en caos, esta vez en Oakland. Maggie vive con sus cuatro hijos. Llega una antigua cuñada a pasar unos días, que se suma a una camada de amigos de su hijos que entran y salen, músicos, moteros, artistas callejeros. Hay una fiesta más o menos permanente, mientras ella prepara clases y actividades para el colegio donde trabaja y, sobre todo, enfrenta los días con una botella de vino a su lado. Ahí está el alcoholismo de Berlin, tan explícito en Manual para mujeres de la limpieza . En esta nueva colección, en todo caso, aparece apenas como una sombra. Lejana.

El alcohol fue una de las razones por las cuales Berlin estuvo 25 años sin escribir. Tras publicar, a inicios de los 60, cuentos en algunas revistas, como The Noble Savage, de Saul Bellow, solo regresó a escribir en los 80. "Me casé tres veces, tuve cuatro hijos. Mi último divorcio fue en 1970. Crié cuatro hijos sola, enseñé en colegios, fui cada vez más alcohólica", explicó en una entrevista. Finalmente, publicó en vida seis colecciones de cuentos y obtuvo cierto reconocimiento. No tanto. El suficiente para terminar su vida enseñando literatura en la Universidad de Colorado. Murió en noviembre de 2004, de un cáncer al pulmón. Tenía 68 años.

Después de Una noche en el paraíso , Jeff Berlin cuenta que no hay planes en marcha para reeditar otros cuentos. En lo que sí trabaja es en libros que recojan las cartas de su madre. También en una idea para una novela gráfica. Lucia sospechaba que la leerían después de muerta. "En los últimos años de su vida estaba contenta y agradecida por el modesto éxito que había logrado al ser publicada, y le encantaba haber terminado su carrera como docente en la Universidad de Colorado. Pero no creo que se sintiera particularmente reconocida en el gran plano de la literatura. Ella predijo que diez años después de su muerte alguien querría volver a publicarla. Tenía razón", asegura su hijo Jeff.

"Nuestra vida era algo nómada: viajábamos mucho y nos movíamos mucho.Era una locura,pero en generalestaba feliz, hasta que el alcoholismo de mi madre se salió de control", recuerda Jeff, uno de los hijos de Lucia Berlin.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia