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Las cifras del ministro

viernes, 08 de agosto de 2008

Juan Andrés Fontaine
Economía y Negocios Online, El Mercurio

Con pasión y elocuencia, el ministro de Hacienda ha descrito en diversos foros una situación económica demasiado distinta de lo que revelan las estadísticas duras de crecimiento e inflación. Su diagnóstico tampoco concuerda con el lapidario veredicto de las encuestas de opinión.







La inflación es hoy la principal preocupación económica. El ministro deslinda responsabilidades, y la atribuye exclusivamente a las alzas internacionales del petróleo y los alimentos. Pero en Chile el IPC ha subido más rápido que en casi toda América Latina, también afectada por factores similares. Es más, excluidos los alimentos y combustibles, la llamada inflación subyacente está aumentando velozmente, y ya se empina sobre el 5% anual. Ello no tiene nada de sorprendente: la política monetaria mantiene tasas reales extremadamente bajas, y expande la cantidad de dinero al 11% anual. Mientras tanto, la política fiscal, según irrefutables cifras oficiales, incrementa el gasto público consolidado en 10% real en el primer semestre respecto de igual período del año anterior.

Es saludable que el ministro proclame a la inflación como el enemigo número uno. Que anuncie que en lo sucesivo el gasto público moderará su ritmo. Merece en ello todo nuestro apoyo. Pero la exclusión de las cifras fiscales de ciertos subsidios a los combustibles y al transporte público, que totalizarían este año US$ 900 millones, equivalentes a la totalidad del superávit fiscal estructural programado, desgraciadamente resta credibilidad al compromiso. Tampoco ayuda la revelación reciente, por parte de un ministro, que parte de la anunciada restricción fiscal sería tan sólo contabilidad creativa: los gastos seguirían adelante, con el consiguiente impacto macroeconómico, pero los pagos se prorrogarían para el próximo año a fin de no quedar registrados en el actual ejercicio presupuestario.

Estoy cierto que el Banco Central cumplirá autónomamente su cometido legal de restablecer la estabilidad. Pero controlar el brote inflacionario con expectativas desorbitadas toma largo tiempo y exige duro sacrificio. El cumplimiento fiel y fidedigno de la regla fiscal es crucial para disciplinar las expectativas de inflación.

El sorprendente registro de actividad económica durante junio ha dado pie para que las autoridades se congratulen respecto de la buena marcha de la economía. Pero, más allá de las erráticas cifras mensuales, el crecimiento exhibido durante el primer semestre, según cifras preliminares, habría sido apenas de 3,5%. Tampoco mejora mayormente el desempeño si se excluyen del cálculo los sectores minero y eléctrico, afectados por factores puntuales, pues entonces el crecimiento habría sido de 4%. El entusiasmo oficial suena a resignación, y ello contribuye a la desmoralización.

No es cierto que Chile esté condenado a marchar a paso cansino. El problema no está en la demanda, que se ha expandido fuerte, sino en la falta de dinamismo de la capacidad productiva o producto potencial. Con buenas políticas que estimulen la inversión, el trabajo y la productividad, es perfectamente posible acelerar nuestro crecimiento potencial al 6% o más.

Un factor crucial es la inversión. A precios de 2008 estamos invirtiendo sólo el 22% del PIB, tasa semejante a la del promedio mundial, levemente superior a la de varios de nuestros vecinos, y 6 u 8 puntos porcentuales inferior a la de los países más dinámicos. Hay un masivo esfuerzo de inversión pendiente en minería e industria, infraestructura y educación. Cuando el ministro nos dice que la inversión ya alcanza los máximos históricos y es comparable a la de los países más exitosos, no nos da una buena noticia: si ello fuera efectivo, retomar la tarea del desarrollo nos exigiría un enorme salto en productividad, cuyos indicios desgraciadamente no se vislumbran hoy por ninguna parte.

Las cifras del ministro se refieren a un cálculo técnico -a precios constantes de cinco años atrás- útil para medir variaciones de corto plazo, pero engañoso para analizar tendencias de más largo plazo. En ese horizonte, las variaciones de los precios relativos de los bienes de capital reflejan cambios en su productividad que no pueden ser ignorados para efectos de dimensionar la capacidad productiva. Además, esa medición adolece de graves dificultades estadísticas. Internacionalmente, la práctica habitual es la utilización de la tasa de inversión medida a precios corrientes. Bajo ese prisma Chile tiene todavía mucho por hacer, y ello exigirá remover los obstáculos tributarios y burocráticos que todavía entraban el ímpetu empresarial.

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