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Del paraíso a la pesadilla

jueves, 07 de agosto de 2008

POR JOHN MÜLLER, Subdirector del diario
Economía y Negocios Online, El Mercurio

El cambio ha sido radical y, según la oposición conservadora del Partido Popular, la falta de iniciativas del Gobierno socialista no ha hecho más que empeorar la situación.









La hasta hace un año virtuosa economía española hoy vive un escenario de pesadilla. Pocos podían imaginar en agosto de 2007 que la que parecía una pasajera crisis de liquidez, provocada por las hipotecas subprime en EE.UU., iba a poner en evidencia las debilidades del "milagro español" que entraba entonces en su tercer lustro de crecimiento continuado.

El cambio ha sido radical y, según la oposición conservadora del Partido Popular, la falta de iniciativas del Gobierno socialista no ha hecho más que empeorar la situación. Hoy, el desempleo vuelve a acercarse a los 2,4 millones de parados; el crecimiento del PIB, según las previsiones oficiales, apenas será del 1,6% este año (y del 1% en 2009), y la inflación está por encima del 5,1%, una cifra que no se veía desde los años 90.

El modelo español ha entrado en crisis debido a que el sector de la construcción inmobiliaria, que era el auténtico motor de la economía, se vio bruscamente frenado por la subida de los tipos de interés y las restricciones a la liquidez. La mayoría de las constructoras españolas están hoy en una delicada situación o, directamente, se han declarado en ruina. Personajes como el ex presidente del Real Madrid, Fernando Martín, o el empresario valenciano Enrique Bañuelos, que entraron por la puerta grande de la lista de millonarios de Forbes hace unos años, ahora se ponen en la cola de los insolventes.

El negocio de la construcción -que experimentaba crecimientos de hasta el 200% anual- convirtió a muchos personajes con poca o nula formación empresarial en protagonistas de la vida económica española. En cierta medida era un negocio fácil, basado en los buenos contactos de algunos empresarios audaces, capaces de engrasar con jugosas comisiones los trámites burocráticos de los municipios más apetecidos. Que el dinero corría espléndidamente lo demuestra el hecho de que los principales casos de corrupción se han dado en este sector y en los ayuntamientos. En torno al 60% de los españoles cree que en esos dos sectores se dan la mayor parte de la corrupción política de España.

La construcción absorbía mucha mano de obra, pero desde hace años los expertos venían advirtiendo que la bolsa especulativa que se había generado (se construían 700.000 viviendas al año, imposibles de colocar en un país donde no hay déficit habitacional) terminaría por estallar. Tampoco era bueno, según los especialistas, que el crecimiento dependiera exclusivamente de un área tan madura como la inmobiliaria.

El desafío era cambiar el paradigma de crecimiento español sin llegar a una crisis, pero las autoridades han sido incapaces de lograr ese objetivo. Como prueba está su propia imprevisión: el vicepresidente del Gobierno y ministro de Economía, Pedro Solbes, elaboró los presupuestos de 2008 con una previsión de crecimiento del 3,3%. La llevó al 3,0% en enero. La rebajó al 2,3 en junio y la volvió a rebajar al 1,6% hace dos semanas.

Es verdad que otros desequilibrios venían advirtiendo que la economía, poco a poco, se había ido alejando de aquel círculo virtuoso que el ex director gerente del FMI y ministro de Economía Rodrigo Rato inauguró en 1996, cuando sentó las bases del crecimiento apostando por la privatización de empresas públicas y la liberalización de los mercados. Uno de los datos más alarmantes era el crecimiento del déficit por cuenta corriente español que, en proporción, ha superado desde hace casi dos años el de Estados Unidos.

Al hallarse dentro de la zona euro, se puede decir que este déficit refleja hasta dónde España ha estado viviendo del dinero ajeno, del ahorro de los alemanes o franceses.

Precisamente ese déficit hace más acuciantes las necesidades de financiación de la economía local.

Unas necesidades que mientras no se supere la crisis de liquidez y de desconfianza que afecta a los mercados globales no podrán ser satisfechas con holgura.

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