Dólar Obs: $ 956,32 | -1,25% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.207,48
IPC: 0,40%
A cien años de su fundación:

La vigencia del método Waldorf

martes, 09 de octubre de 2018

Por Sofía Beuchat. Fotos Sergio Alfonso López.
Crónica
El Mercurio

Creatividad, horizontalidad, innovación: hace 100 años, la pedagogía Waldorf puso en el tapete conceptos que hoy están en boca de todos. Pero, al mismo tiempo, no le resulta fácil sobrevivir en un mundo donde todo se mide por rankings y la educación se enfoca en la empleabilidad. La cineasta Marialy Rivas, la triatleta Bárbara Riveros y la soprano Esperanza Restucci, entre otros, cuentan aquí cómo es ser exalumno de este sistema antisistema.



Ella vomitaba por estrés. Dice que era tan autoexigente y estaba tan obsesionada por cumplir con metas autoimpuestas que los vómitos ocurrían casi a diario. Él sufría también, pero de otro modo. Era competitivo. Lloraba cuando no era el primero del curso.

Marialy Rivas -cineasta ganadora del premio al Mejor Guion de Drama en el Festival Sundance 2012- tenía entonces unos 9 años. Ragnar Behncke, gestor de la startup Social Map (aplicación que mide la efectividad de las relaciones sociales, avaluada según la revista Capital en 5 millones de dólares) no pasaba de los 7. A poco andar, sus respectivos padres decidieron que eran demasiado pequeños para pasarlo tan mal y optaron por cambiarlos a un colegio que ofreciera un método alternativo de educación.

Marialy, quien hoy tiene 42 años, dejó el San Gabriel, en Providencia, y se enroló en el Giordano Bruno, el primer colegio con metodología Waldorf de Chile, que había abierto un par de años antes, en 1979. Ragnar, hoy de 33, se fue de The Grange School para entrar en el Rudolf Steiner, que comenzó a funcionar en 1983 y lleva el nombre del fundador de esta metodología.

No tuvieron más pruebas, evaluaciones ni notas. No volvieron a usar uniforme ni corbata. Asignaturas como arte o música pasaron de accesorias a centrales. Lo que saben sobre cómo se reproducen las plantas lo aprendieron trabajando en el huerto que había en el colegio. La carpintería les enseñó matemáticas y geometría; el pan hecho dentro del colegio, química. La importancia de la paciencia la aprendieron a través del dominio de algún instrumento musical y del tejido, practicado por igual por niños y niñas.

Fueron felices con esta invitación a explorar para aprender descubriendo. Hasta que "el mundo real" los enfrentó de golpe. Hacia fines de los ochenta -tal como ocurre aún en algunos establecimientos de su tipo- la educación Waldorf llegaba solo hasta octavo básico: no había entonces profesores capacitados para abordar lo que Steiner llama "el tercer septenio", etapa que va de los 14 a los 21 años. No les quedó otra que insertarse en el sistema tradicional.

Marialy entró al Andrée English School, en La Reina.

-El cambio fue súper brusco para mí -recuerda. -Tengo guardadas mis primeras pruebas: un 1,5 en matemáticas y un 2,1 en castellano.

Ragnar no lo pasó mejor. Su familia se fue a vivir a Villarrica y estuvo un tiempo sin colegio.

-Era muy rebelde- cuenta. -Encontraba que el sistema tradicional era una m... y entonces hice mi propio colegio, que se llamaba Pequeño Roble, donde yo era el único alumno, el presidente de curso, el profesor y el director. Mis padres me apoyaron. Estuve un año en eso, di exámenes libres y me fue bien, pero después me empecé a aburrir de estar solo. Decidí volver a clases cuando mi hermana (Isabel Behncke, la conocida primatóloga) me dijo "tienes que ir al colegio, tienes que hacer amigos, enamorarte".

Ragnar entró al colegio Cumbres en Villarrica. Al año siguiente, debido a un nuevo traslado de su familia, llegó al Saint John's de Concepción, de donde egresó de cuarto medio.

Con el tiempo, lo aprendido en sus años Waldorf dio frutos inesperados. Ragnar fue el primer alumno de su curso. Marialy superó rápidamente sus primeras notas rojas. Recuerda que ya en el primer semestre había logrado repuntar hasta tener promedio 5,9 y al siguiente llegó al 6,9 que mantuvo hasta egresar.

-Esto me pasó porque en los colegios Waldorf te enseñan a querer aprender -explica con humildad la cineasta.

Desde Australia, donde está radicada, la triatleta Bárbara Riveros cuenta que vivió algo similar. Estudió en el Giordano Bruno y al pasar a primero medio se cambió al Saint George's College. Primero medio, cuenta, fue algo difícil, pero en cuarto medio fue escogida Best Georgiana, le tocó dar el discurso de graduación para el colegio y luego entró a la carrera de nutrición en la Universidad de Chile. Sin tropiezos. Hoy trabaja para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

-De no haber vivido esta formación, probablemente no hubiera tenido las herramientas para enfrentar el mundo. Esa ha sido mi experiencia -agrega.

Hace 100 años

La primera escuela Waldorf fue fundada por el filósofo austríaco Rudolf Steiner, impulsor de la medicina antroposófica, en Stuttgart, Alemania, en 1919. Lo que significa que el próximo año esta metodología -hoy presente en más de 80 países, con más de mil escuelas y dos mil jardines infantiles- cumplirá cien años. Los preparativos para celebrar el centenario comenzaron en la Conferencia Internacional del Movimiento de Pedagogía Waldorf, que se celebró en Israel en 2014. Está programada una maratón "de relevos" que dará la vuelta al mundo; un ciclo de composiciones musicales y hasta un proyecto/colmenar que busca, según el sitio Waldorf-100.org, "hacer de la tierra un lugar en el que las abejas puedan vivir otra vez".

Pero lo que más tiene ocupados a quienes están involucrados en el método Waldorf es la pregunta por la vigencia de estas instituciones privadas sin fines de lucro que suelen financiarse a través de un arancel diferenciado. ¿Puede el Waldorf insertarse en un mundo competitivo, centrado en la empleabilidad y acostumbrado a medir todo con rankings ?

Constanza Kaliks -quien nació en Chile, pero vivió su infancia y vida adulta en Sao Paulo, Brasil- pasó hace poco por Santiago para abordar estas preguntas. Con un Ph.D en Educación, lleva años formando maestros Waldorf y hoy está radicada en Dornach, Suiza, donde está a cargo del área de juventud de Goetheanum, sede mundial de la antroposofía. En una conferencia en la Fundación Michelangelo, ligada al colegio Waldorf del mismo nombre, aseguró que "mucho de lo que planteó Rudolf Steiner se hace más contemporáneo hoy que en la época en que la primera escuela fue fundada". A su juicio, el método arroja luces sobre tres grandes preguntas actuales: el individualismo, el avance de las tecnologías y las nuevas estructuras familiares, que obligan a replantearse el tema de la pertenencia. La mirada de Steiner, que divide el desarrollo del ser humano en tres etapas o septenios, abordaría estas preguntas, asegura, a través de un enfoque que no percibe al estudiante como una esponja que absorbe datos o conocimientos, sino como un ser en busca de respuestas profundas.

En un café en Las Condes, Javier Basualto, ingeniero civil industrial y educador Waldorf que gestionó la visita de Kaliks, asegura que esta mirada global cobra cada vez más relevancia en un mundo que valora las habilidades blandas, la autonomía, el emprendimiento y la innovación.

-Hoy, todos están hablando de los mismos temas que planteó Steiner cien años atrás. De hecho, hay muchos sistemas educativos no Waldorf que los están adoptando -dice.

¿Ejemplos? Las clases menos expositivas, los trabajos artísticos para incorporar contenidos de tipo cognitivo, los colegios sin uniformes. Todo lo cual es muy normal en estos días, pero fue completamente rompedor a comienzos del siglo pasado. Hoy, para Basualto, el mejor ejemplo de cómo algunos conceptos Waldorf están siendo utilizados en otros sistemas educativos es el modelo finlandés (reconocido en 2003 por el informe PISA, Programme for International Student Assessment, de la OCDE, como el mejor sistema educativo occidental). Ahí se trabaja también con la idea de una clase principal, donde una asignatura se aborda de manera extendida y desde varios ángulos durante un tiempo acotado. Las clases se desarrollan en ambientes informales, con cursos pequeños, se da mucho valor a las actividades extraprogramáticas y todo apunta a promover la autonomía de los niños y potenciar la visión del profesor como un intermediario. Lo cual, sin duda, sería aplaudido por Rudolf Steiner.

Bárbara Riveros cree que hoy, en Europa, el Waldorf despierta un creciente interés.

-Me ha tocado entrenar estos dos últimos años en Saint Moritz, Suiza -cuenta -y allá pude observar que, especialmente en Alemania y Suiza, un porcentaje muy alto admira la formación Waldorf (en Chile). Cuando me preguntan cómo fue mi choque con "la vida real", pienso que salir a temprana edad a un mundo competitivo es lo que me parece irreal, porque no da tiempo para lo que se debe vivir durante nuestro crecimiento.

Pero, para la triatleta, si un alumno Waldorf no logra adquirir por sí mismo una cierta autodisciplina, "es mejor optar por una educación que marque límites". Esta última visión es compartida por Marialy Rivas. La educación Waldorf, opina la cineasta, no es para todos.

-Haber ido a un colegio Waldorf fue lo mejor que me podría haber pasado: me enseñaron a pensar, me dieron herramientas creativas, cosas que en ningún otro lado te enseñan. Pero vi compañeros que tenían personalidades que tal vez necesitaban más límites. Se desbandaban en los colegios Waldorf y después les costaba más la adaptación. Por eso, si tuviera hijos, lo vería caso a caso, de manera individual.

Lo que la cineasta tiene claro es jamás metería a un hijo suyo en un sistema educativo tradicional.

-Me parece que la educación clásica es pésima. No está reflexionada desde un lugar que valore lo que un niño necesita: tener herramientas para enfrentarse a situaciones y pensar por sí mismo. Que te llenen de información que se te va a borrar igual y mucha que no vas a ocupar, no tiene sentido.

Empleabilidad en jaque

Para muchos, la gran pregunta es cómo los egresados Waldorf logran, una vez adultos, adaptarse a un mundo que funciona con parámetros más rígidos. Pero, para quienes están en el mundo Waldorf, esta pregunta no tiene mucha razón de ser. No es su foco. A tal punto que algunos colegios que adhieren a este sistema ni siquiera se interesan en ser reconocidos por el Ministerio de Educación: solo hay dos que lo están, el Giordano Bruno y el Colegio Waldorf de Santiago. El resto -son cerca de una decena- valida sus estudios a través de exámenes libres, tal como lo hacen los niños que se educan en homeschooling e incluso los menores que no han podido ir al colegio por estar enfermos. No es tan infrecuente: según el Ministerio de Educación, en 2017 se inscribieron para ello 19 mil menores de 18 años.

-El sistema educativo tradicional está demasiado centrado en la empleabilidad, cuando la formación de las personas no es solo para eso. Pensar así atrofia la idea de desarrollo de un ser humano. Un niño no es un adulto más ignorante y los adultos no somos solo cabeza y cuerpo -opina Basualto. -Además, el mundo laboral de hoy es diferente. Ni siquiera sabemos cómo va a ser en quince años más, cuando los estudiantes de hoy sean adultos. Todavía las instituciones educan para emplearse, no para llevar a cabo un proyecto de vida que puede tener que ver, por ejemplo, con el emprendimiento. Los millennials están en otra, quieren trabajar en lo que les guste aunque implique ganar menos. Eso es muy Waldorf.

Ragnar es un ejemplo de este camino no lineal. Entró a estudiar Bachillerato en la Universidad de Chile y luego estudió y trabajó en el Instituto Matríztica de Humberto Maturana. Realizó investigaciones de antropología en terreno para la Universidad de Cambridge en Brasil y la Universidad de Oxford en las selvas del Congo. Es cantautor; define su estilo como "polk-folk" y tiene un disco publicado. También participa en un colectivo artístico. Además de crear la startup que lo ha hecho conocido en el mundo del emprendimiento, en 2017 escribió para el Ministerio de Educación un libro sobre la importancia del juego; 25 mil copias se distribuyeron en todos los colegios públicos.

-La pedagogía en sí da lo mismo, puede cambiar. El método no es tema. Lo que importa es que el Waldorf reúne a personas valientes, que quieren cambiar el sistema y no le temen a la inestabilidad económica -explica.

Para la soprano Esperanza Restucci, esta mirada más suelta y libre de la educación -y de la vida misma- ha sido fundamental.

-Cuando salí el Giordano Bruno en octavo, entré al Manuel de Salas y no lo soporté, aunque a una amiga mía, que tiene inclinaciones más científicas, le fue increíble -recuerda. -Venía de un entorno de más flexibilidad, integral, donde estudias diferentes áreas al mismo tiempo y recibes una visión más espiritual, que te da otra mirada. El sistema Waldorf no es tan materialista; entiende que todas las personas tienen ritmos distintos.

Al momento de entrar en la educación superior, la mayoría de los alumnos Waldorf se apoya en un preuniversitario ("algo que, por lo demás, hacen muchos alumnos de todo tipo de colegio", acota Basualto). Los profesores, por su parte, incorporan de a poco algunas pruebas y guías de trabajo con alternativas, con el fin de familiarizarlos con el formato de la PSU. Pero no siempre es suficiente.

-Cuando entré a estudiar composición y canto popular, sí sentí que me faltaban cosas -reconoce Esperanza. -Genial todo lo que aprendí en relación a los valores del arte, pero siento que me faltó disciplina académica. La tuve que hacer por mí misma.

-Al llegar a la universidad, se produce un choque. Los exalumnos Waldorf suelen decepcionarse con lo que ven ahí: alumnos interesados en cumplir por la nota, no por conocer ni por formarse. Los estudios demuestran que si experimentan dificultades, las revierten rápido, porque tienen interés por aprender -acota Basualto. Y un estudio publicado en 2012 por la Universidad Estatal de Arizona le da la razón: según sus hallazgos, los estudiantes Waldorf tienden a superar a los demás en pruebas estandarizadas, pese a no estar familiarizados con ellas. Otro estudio, publicado en 2015 por la Universidad de Stanford -para el que se hizo seguimiento a más de 118 mil alumnos-, arroja que los estudiantes Waldorf muestran en general un mejor desempeño en estas pruebas, tanto en las áreas de lenguaje como en lo científico, además de mostrar un mayor compromiso con sus colegios y un índice de ausentismo o problemas de disciplina significativamente menor.

Ragnar se reconoce como "camiseteado" con el sistema Waldorf. Incluso trabaja en el sistema: desde 2014 hace clases en el Rudolf Steiner. Su asignatura aborda aspectos de neurociencia y química, temas que invita a los alumnos a relacionar con su propia vida. Pero esto no quita que evalúe el sistema con cierto recelo.

-El Waldorf tiene una cosa medio elitista; eso de sentirse superiores es muy de burbuja. Veo a los alumnos muy desconectados del mundo; se quedan ahí tocando música o haciendo grabados y no saben nada de política. Son de una clase económica privilegiada y no tienen idea de que lo son -opina. Y agrega:

-Valoro mucho la educación alternativa, pero su fuerza no está en el método, sino en el tipo de personas que estamos ahí. En los 80 y 90, el Waldorf reunía a personas valientes, dispuestas a arriesgarse por sus convicciones. Pero si se llena de personas que repiten una fórmula, perderá fuerza; va a morir si se vuelve parte del sistema. Hay gente que lo toma como una especie de garantía de creatividad, imagínense la incongruencia que eso significa.

Esto lo hace dudar al momento de pensar en qué colegio inscribiría a sus hijos, si los tuviera.

-Los pondría en el lugar más valiente y no sé si el Waldorf es lo más valiente hoy. Tal vez elegiría un colegio público.

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia