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Reportaje La resistencia del papel

La amenaza fantasma: ¿qué pasa con el libro electrónico?

domingo, 07 de octubre de 2018

Juan Rodríguez M.
Artes y Letras
El Mercurio

La Unión Europea acaba de permitir la reducción del IVA a los eBooks, para igualarlo al de los textos impresos. Es una posibilidad para volver a potenciar un formato que entre entusiastas y agoreros se vio como el reemplazo del papel: a 11 años del lanzamiento del Kindle, parece que la nueva tecnología tocó techo y convive con la imprenta. ¿Por qué?



El 19 de noviembre de 2007, Jeff Bezos, el fundador y presidente ejecutivo de Amazon, presento Kindle, el dispositivo para leer libros digitales. Al otro día, la revista británica The Economist tituló: "El libro ha muerto". Quizás la publicación y Bezos estaban pensando en un futuro más distante, pero lo cierto es que en la segunda mitad de 2018 estamos lejos de aquel augurio.

Una encuesta hecha en el Reino Unido en 2016 por The BookTrust, afirma que el 76% de los niños prefieren los libros en papel. No es que el eBook haya fracasado, pero la realidad lo ha ubicado como un formato más dentro de la industria editorial, y ni siquiera el principal. En Estados Unidos, por ejemplo, el mayor mercado del eBook, luego de un crecimiento explosivo, las ventas de libros en versión digital representan entre el 15% y 25% del total de ventas de libros, y sin visos de aumentar, según el Reporte Global del Libro Electrónico 2017. En Europa occidental, por su parte, la participación del eBook es menos del 10% en la mayoría de los países.

Hispanoamérica

Más allá de la participación de mercado, ¿cómo andan las ventas? La Asociación de Editores de Estados Unidos informó que a julio de 2018, comparado con julio de 2017, los ingresos por ventas de eBooks cayeron 5% en el país norteamericano, mientras que los de libros impresos subieron 4,76%. Y según Libranda, la plataforma de eBooks que reúne a las grandes editoriales hispanoamericanas, de 2016 a 2017 las ventas crecieron en promedio 9% en el mundo de habla castellana, con un peak de 24% en Argentina. En España, que representa el 62,1% del mercado del eBook en nuestro idioma, las ventas aumentaron 12%.

Debido a la diversidad de fuentes y metodologías, no es fácil conocer la realidad hispanoamericana. Si Libranda dice que las ventas aumentaron 9%, un artículo de Dosdoce.com -un sitio especializado y entusiasta del eBook-, habla de un "fuerte crecimiento en la venta de eBooks en América Latina y España" en 2017, a saber, 52% más. Los números marean, pero también muestran una estabilidad o estancamiento del eBook. En Universo Abierto, un blog de la Universidad de Salamanca, se lee: "Después de un período explosivo de crecimiento y posterior estancamiento de ventas, los libros electrónicos necesitan algo nuevo y audaz para reactivar las ventas. El crecimiento en las ventas de libros electrónicos se ha estabilizado claramente, y no está claro de dónde vendrán nuevos clientes y ventas. El lector no está dispuesto a pagar por un libro electrónico casi lo que paga por un libro en papel, cuando ve disminuidas sus capacidades para compartir, y disponer del libro como lo hacía en el entorno analógico".

El francés Roger Chartier es historiador del libro y la cultura impresa; a su haber cuenta títulos como "El orden de los libros", "Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna" e "Historia de la lectura en el mundo occidental". Él piensa que la resistencia del papel responde a que quienes entraron al mundo digital lo hicieron con "hábitos plasmados por la cultura impresa y, particularmente, tiene que ver con la relación entre el 'libro' como obra y el libro como objeto. Si una obra puede leerse sobre varios soportes (inclusive digitales) solamente el objeto libro (y no la pantalla) permite percibir inmediatamente la obra en su totalidad, coherencia e identidad, y ubicar cualquier fragmento del texto (parte, capítulo, página, párrafo) en su lugar y papel dentro de la narración, la demostración o la argumentación", dice.

No hay creatividad

Carolina Gainza -profesora de la U. Diego Portales y especialista en literatura digital- también apunta a los usos para explicar el estancamiento del libro digital, en particular a "su falta de vinculación con prácticas sociales y culturales que lo saquen de la pura novedad tecnológica. Creo que las únicas ventajas del libro electrónico respecto al impreso son su facilidad para transportar una gran cantidad de títulos y que son más baratos, o incluso gratis. Pero no hay experimentación alguna con el formato ni en las prácticas de lectura. Esto habla de que una innovación tecnológica por sí misma no es un factor inmediato de cambio o bienestar social o cultural".

Según Gainza, hasta ahora en el libro electrónico "el énfasis está puesto en el dispositivo de lectura y no en la creatividad con el nuevo formato". "Tiene algo que es muy característico del tipo de innovación que hoy nos gobierna: la tecnología está actualmente diseñada para durar unos pocos años y ser reemplazada rápidamente por otro producto, uno más nuevo y, generalmente, más caro también. Al final, el eBook obedece más a un modelo de negocios, y, en eso, pienso que se diferencia del libro impreso en cuanto a su valor social y cultural, pensado para difundir conocimientos y ser una herramienta de creatividad". Sin embargo, destaca iniciativas como las de la editorial chilena Pehuén, "que ha incursionado en literatura interactiva para niños", y la editorial 404 del Centro de Cultura Digital de México, que "no solo publican eBooks en formato e-pub, que pueden ser leídos en distintos dispositivos, de forma libre y gratuita -lo que saca al eBook del monopolio de los dispositivos de Amazon u otras compañías-, sino que también fomentan la experimentación creativa con los nuevos formatos digitales".

"Todos los medios han remedado al medio anterior", concluye Gainza, "hasta que encontraron un 'lenguaje'. Ahí es donde pienso que se encuentra la verdadera apropiación y el lugar donde surgen nuevas prácticas sociales y culturales. Por esto es que yo no sería tan lapidaria con los formatos digitales".

La Biblioteca Pública Digital de Chile (BPD) es un caso exitoso y creativo dentro del mundo del eBook. En 2017, realizó 134.819 préstamos y, según su directora, Florencia García, a esta altura de 2018 cuentan 295 mil inscritos y 219.300 préstamos: "Nuestra expectativa es llegar (en todo 2018) a 300 mil inscritos y 290 mil préstamos". En su experiencia, el papel y el libro electrónico no compiten, sino que se complementan. "Como somos un servicio orientado a la lectura recreativa, tiendo a pensar que los usuarios son bastante parecidos. Para comparar, nuestro referente de consumo son los préstamos de libros físicos y los listados de ventas, y los títulos más prestados en la BPD coinciden con los préstamos y las ventas".

Además, "a diferencia de los dispositivos para lectura como Kindle o Sony, BPD es un servicio orientado principalmente a su uso vía smartphones . Se trata de un sistema intuitivo y accesible a través de una aplicación. Es decir, no necesita tecnología adicional o especializada, se accede a través de un objeto que las personas utilizan cotidianamente", explica García. "En este caso, podemos decir que es un formato complementario (al impreso), que se basa en facilitar el acceso al libro, y de manera gratuita, a quienes por distintos motivos no se acercan a las bibliotecas públicas o a librerías: solo el 10% de nuestros usuarios es además socio de una biblioteca pública, lo que nos permite afirmar que hemos captado usuarios nuevos, pero no necesariamente con un perfil de lector digital únicamente".

Respecto al estancamiento o estabilización del eBook, García hace la siguiente observación: "Una tecnología no tiene por qué desplazar a la tecnología previa. No sucedió con la televisión enfrentada a la radio, ni a la radio enfrentada a la prensa escrita. Los discos de vinilos siguen ocupando un nicho de interés en un mundo de MP3 y Spotify". Además, agrega, "solo cuando se trata de una tecnología que supera en todo aspecto a la tecnología anterior, esta logra desplazarla. No es el caso del libro electrónico". Y también apunta a la lógica del uso de internet: "Estar conectados no es considerado un privilegio, sino un derecho. Y la información que encontramos en internet es un derecho al que todos accedemos de manera más o menos gratuita. Por eso mismo, desde la perspectiva del lector, la compra en línea de libros digitales no resulta tan atractiva, sobre todo porque sabe que, buscando en la red, podría encontrar ese mismo libro pirateado". Por paradójico que pueda sonar, el libro impreso es una mejor tecnología que el electrónico, cuyas debilidades -cree García- "difícilmente podrán solucionarse en un corto plazo. Ello no implica que el libro digital sea una moda o un intento de innovación fallido. Creo que hacen falta campañas de uso e incentivos de desarrollo digital para el mundo editorial, que permitan derribar prejuicios, y también explorar nuevos modelos de negocios que sean rentables".

La amenaza real

Según la Encuesta Nacional de Participación Cultural 2017, en 2012 el 47% de los encuestados declaró haber leído al menos un libro en los últimos 12 meses; en 2017 la cifra cayó a 38,9%. "Las amenazas del libro siguen siendo las históricas", afirma Florencia García, "y principalmente se asocian a la educación. Con un sistema educativo desigual y de calidad deficiente, la lectura se ve directamente afectada". Aunque hay otra amenaza, que sí tiene que ver con la revolución digital, pero no es el eBook: "Las prácticas de los nativos digitales", dice Roger Chartier. "Ellos entran en la cultura escrita a través de las pantallas y sus prácticas de lectura y escritura se acostumbran inmediatamente a la fragmentación de los textos".

Para Chartier, esos hábitos como lectores y escritores ("wreaders", según el neologismo inglés) "dibujan el porvenir de la cultura escrita y la supervivencia o no del libro. La pregunta es doble: ¿Podrán sobrevivir los libros como objetos impresos cuando todas las instituciones que los venden, los dan a conocer o los comunican se encuentran en crisis y cuando los más jóvenes lectores conocen como soportes de sus lecturas solamente las pantallas de sus ordenadores, tabletas o móviles? Y aun más, ¿podrá sobrevivir el libro como modalidad específica del discurso, cuya arquitectura narrativa o argumentativa supone un modo de lectura que no es el de las lecturas segmentadas, apresuradas e impacientes de la comunicación digital? No conozco las respuestas".

"Solo cuando se trata de una tecnología que supera en todo aspecto a la tecnología anterior, esta logra desplazarla. No es el caso del libro electrónico".
FLORENCIA GARCÍA.
DIRECTORA DE LA BIBLIOTECA PÚBLICA DIGITAL.

"(Un problema del eBook es) su falta de vinculación con prácticas sociales y culturales que lo saquen de la pura novedad tecnológica".
CAROLINA GAINZA.
ESPECIALISTA EN LITERATURA DIGITAL.

"Solamente el objeto libro (y no la pantalla) permite percibir inmediatamente la obra en su totalidad, coherencia e identidad".
ROGER CHARTIER.
HISTORIADOR DEL LIBRO.

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