domingo, 03 de agosto de 2008
Bernardita Aguirre Pascal
Economía y Negocios Domingo
Las calles son el bosque donde se recolectan diversos tipos de papel para reciclar. Familias enteras se dedican a juntar, clasificar y luego vender el insumo.
A las 9:00 de la noche, cuando los oficinistas vuelven a sus casas, el centro de Santiago cambia. Se van los autos y sus choferes de terno y aparecen los triciclos y los cartoneros que buscan papeles en la basura.
"Con mi papá juntamos 100 kilos diarios de papel blanco, y sacamos unos $6 mil. Con eso vivimos con mi mamá y mis tres hermanas", cuenta Luis Maureira (20), recolector que trabaja desde los 11 años en la calle.
Lo acompaña su amigo Jorge Morales, que de día trabaja en la construcción. Cerca de ellos rondan camionetas que les compran en $60 el kilo de papel y en $30 el kilo de cartón.
"Hay gente que hace aseo en las oficinas y trae a veces, y otros que traen desde hace más de 20 años. A ellos les pagamos $10 más por kilo", cuenta José Arroyo, que compra el papel después de pesarlo en una romana instalada en Morandé. De ahí lo manda a una bodega en Recoleta, donde se clasifica y se vende a las recicladoras.
En Quinta Normal, Agustín Curihuinca recorre las calles recolectando cartones, los clasifica en el patio de su casa y se lo entrega a Sorepa. "Gano $49 mil al mes y lo sumo a mi jubilación de $150 mil", dice.
En la planta de Sorepa en San Joaquín se recibe parte del papel que se recicla en Santiago. Allá, antes de pagar a sus proveedores, miden la humedad del cargamento. Hasta 12% se acepta, si hay más, se descuenta del pago. Porque una de las técnicas para que el papel pese más es mojarlo.
"En Sorepa recibimos sobre 300 mil toneladas al año, el consumo más fuerte es para cajas de cartón. Los papeles blancos se usan para productos higiénicos, y el diario para hacer cajas de huevo", explica el gerente general de Sorepa, Juan Pablo Pumarino.
