"Las dudas son el motor para seguir adelante"
domingo, 23 de septiembre de 2018
Margherita Cordano
Educación
El Mercurio
Pronto a cumplir 90 años, el destacado artista invita a repensar las metodologías que aplican los colegios, muchas veces centradas en un alumno pasivo que solo recibe y copia materia. Su propuesta es la de fomentar la autoorganización de los estudiantes dentro de la sala de clases, promoviendo su creatividad y participación.
Además de director, dramaturgo, pintor y exjefe de la División de Cultura del Ministerio de Educación, a Claudio di Girolamo le gusta definirse como una persona curiosa. "Por eso pido tanto respeto a los profesores sobre la curiosidad de los niños, porque la curiosidad es la madre de la creatividad", comentó hace unos días a un grupo de directores y profesores que participaron en el Congreso Educativo Kosmopolitis, que por tercer año organizó The Grange School. En el encuentro, donde fue invitado como orador, Di Girolamo explicó que el último tiempo lo ha dedicado a definir cómo imagina su colegio ideal, uno que tiene a la creatividad entre sus ejes. Gran parte de este pensamiento está plasmado en su más reciente libro "La escuela en entredicho". El establecimiento al que Di Girolamo aspira no ve al alumno como una persona que recibe información de forma pasiva: en su esquema, a los estudiantes se les fomenta que aprendan a través de la exploración. "A los niños tenemos que empezar a decirles que se pregunten cosas. Que se olviden del sistema educativo que se basa en que un profesor pregunta y el resto calla, donde solo se responden las cosas que el maestro quiere que se contesten", planteó. Para llevar esta idea a la práctica, Di Girolamo mencionó el concepto de laboratorios culturales. "¿Por qué laboratorio y no taller? Porque cuando vamos a un taller existe un tallerista que dice lo que dura el taller y entrega preguntas. Y resulta que en el laboratorio todos están detrás de un misterio. El taller se basa en una trayectoria de menor a mayor que es segura. El laboratorio, en cambio, se basa en el ensayo y error". En los talleres, el error también se castiga con una nota mala, mientras que en el laboratorio se felicita a quien se equivoca, porque significa que ya tiene un peldaño más para ir avanzando. Niños protagonistas Los laboratorios culturales se sustentan en cuatro etapas. La primera etapa es una asamblea propositiva, donde el profesor comunica a sus alumnos que, en un día dado, se va a estudiar lo que ellos decidan. Cuando Di Girolamo probó esto con una clase de primero básico, en Recoleta, los niños, por ejemplo, optaron por hacer robots. Con esta experiencia, no solo aprendieron matemática, sino también de arte. El segundo paso es la investigación lúdica. En vez de que el profesor entregue una guía con contenidos, la recomendación es que los escolares investiguen por su cuenta lo que les interesa; desde el monstruo del Lago Ness hasta la muerte de un personaje famoso. "El profesor está para acompañar y no para dirigir. Para decir 'estoy aquí contigo, con tus dudas. Y te felicito por las dudas, ¿tienes más? Bien, porque ese es el motor para seguir adelante'". Detrás de esta metodología está la idea de que una educación que pone al niño como protagonista lo estimula y atrae. "Yo mismo creo que lo que me sigue ayudando a seguir adelante, con la edad que tengo, son mis dudas. Las certezas me dejan chantado en el suelo", indicó durante la conferencia. De paso, también mencionó que en 2019 cumple 90 años. Las últimas dos etapas del esquema corresponden a la producción cultural -crear algo en base a eso que se investigó-, además de la organización de una muestra. "Que no es un concurso con premios o medallitas. Porque, ¿cuál es el premio del grupo? Estar trabajando y haber solucionado un problema que se tenía. Así que, entre cursos, o entre distintos grupos del mismo curso, se muestran las cosas. Uno tiene esto y el otro esta otra cosa que le ha costado tanto. La idea es que tú me entregas todo lo que descubriste y yo te entrego lo que descubrí".
