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ENTREVISTA El director reflexiona sobre su carrera y la actualidad musical:

Ricardo Muti: "He luchado contra la estupidez toda mi vida. No quiero seguir luchando"

domingo, 23 de septiembre de 2018

Richard Morrison The Times
Música
El Mercurio

Muti es tan famoso por sus peleas como por sus interpretaciones de Beethoven. El hombre que ha dirigido a tres de las mejores orquestas del mundo señala que "la música siempre debe ser flexible. Lo que no acepto son los cortes, las transposiciones y los abusos con que te encuentras".



Sentado en su casa en Ravena, esta mañana el maestro de 76 años -tal vez el último de "los grandes monstruos" que aún merodean por el mundo de la música clásica- está de un ánimo reflexivo. "He tenido una vida feliz, musical y personalmente, pero ahora he llegado al final, con un pie en la tumba", declara con tristeza para luego prorrumpir en una risa sardónica comparable a la de las brujas del Macbeth de Verdi. El hombre que ha dirigido a tres de las mejores orquestas del mundo y a dos de los más importantes teatros de la ópera de Italia claramente aún no tiene intenciones de colgar la batuta.

Hace poco recibió el Praemium Imperiale, la respuesta de Japón al premio Nobel, que conlleva un conveniente "honorario" de 15 millones de yenes (cerca de 92 millones de pesos) para el ganador. Pocos pueden decir que los logros de Muti no merecen dicho galardón. Sin embargo, la noticia no producirá júbilo universal entre los músicos que han recibido sus dictados autocráticos. "Es cierto", admite, "que no tengo fama de ser fácil".

¿A qué se debe? "No lo sé", contesta, mintiendo. Sabe perfectamente el porqué. "Incluso cuando era joven y dirigía grandes orquestas como la Filarmónica de Berlín no me gustaba transigir. Y no es porque crea que soy poseedor de toda la verdad. Se trata más bien de dignidad. Mi profesor de dirección (Antonino Votto, quien fue asistente de Toscanini) siempre me decía: "Nunca transes con tu dignidad, Ricardo, porque para gente con tu talento siempre será posible tener dos huevos en el plato".

¿Qué significa? "Significa que no necesitas tanto dinero y champagne . Dos huevos en un plato son suficientes para sobrevivir, si eso significa que no tengas que transigir con tu dignidad. El problema es que cuando defiendes tu dignidad, la gente dice que tienes mal carácter. Si eso es cierto, todos los que tienen algo de carácter tienen mal carácter".

Señales de humo

Abundan las historias sobre el comportamiento arbitrario de Muti durante los ensayos. Él mismo me cuenta una. En 1971, poco después de haber cumplido los 30 años, fue invitado a Londres para dirigir la Philharmonia, que había sido la orquesta de Otto Klemperer hasta su muerte. "Llegué esperando ensayar en algún lugar magnífico como el Royal Albert Hall", recuerda. "En lugar de eso me mandaron a un lugar llamado (frunce el ceño asqueado simplemente al recordarlo) el Bishopsgate Institute".

"Las cosas fueron de mal en peor. En aquel tiempo muchos de los músicos de las orquestas de Londres fumaban antes, después e inclusive durante los ensayos. El joven Muti estaba indignado. "Les dije, 'Lo siento, no sé leer señales de humo.' Sin embargo, al final de esos ensayos, los músicos me pidieron que fuera su director principal. Imagina eso. Yo ni siquiera tenía un contrato de grabación y era completamente desconocido".

Muti esperó tres meses antes de aceptar. "Estaba francamente asustado", señala. "Yo sabía que no tenía el repertorio para una gran capital musical como Londres, en la que Solti estaba dirigiendo a la Filarmónica de Londres, Previn a la Sinfónica, Boulez a la BBC y Kempe a la Royal Philharmonic. Eran gigantes; yo era un pajarito. Sin embargo, fue entonces cuando recibí una crítica maravillosa de William Mann del Times y eso me dio el coraje como para seguir adelante".

Los nueve años de Muti en la Philharmonia cambiaron su vida. "Fue una historia de amor, una época gloriosa para mí". Sigue estando extraordinariamente orgulloso de sus conexiones británicas. "¿Sabías que cuando la reina y el príncipe Felipe vinieron a verme a mi camerino en La Scala de Milán se quedaron ahí durante 27 minutos, en lugar de los siete que supuestamente deberían haber estado?". Me pasa una fotografía enmarcada. "Ese soy yo sentado con la reina. ¿Alguna vez la has visto más feliz? Después me nombró Comandante del Imperio Británico. Tal vez me debería haber quedado a vivir en Londres, como lo hizo Solti y llamarme Sir Richard Muti".

Sin embargo, aunque sus años en Londres fueron dichosos, los trabajos posteriores fueron más difíciles. Nombrado director de la Orquesta de Filadelfia, fue atacado por haberse atrevido a cambiar el venerado sonido del ilustre ensemble. "Tenían esta cosa exuberante y perfumada que llamaban el 'fabuloso sonido de Filadelfia'", dice. "Yo fui crítico al respecto. No se puede limitar a una orquesta a un solo sonido. El sonido es algo que uno cambia de acuerdo al repertorio".

Esa fue una batalla que Muti ganó, en tanto, su renuncia a La Scala en 2005, después de haber sido su director musical durante 19 años, fue una humillación para un hombre orgulloso. Su deseo intransigente de elevar los estándares artísticos significó que tenía pocos amigos que lo apoyaran cuando las cosas se pusieron feas. Él desdramatiza lo que debió haber sido una época traumática. "Toscanini renunció tres veces a La Scala", comenta. "Yo, solo una y definitivamente no renunciaré una segunda vez".

A pesar de sus renuncias, a Muti no le falta trabajo. Desde 2010 ha sido director musical de la poderosa Orquesta Sinfónica de Chicago y hasta ahora ambas partes parecen estar contentas. "Hay solo dos tipos de orquesta", declara Muti. "Aquellas que tienen disciplina y aquellas que no la tienen. La de Chicago tiene disciplina".

¿Alguna vez volverá a aceptar otro cargo en un teatro de ópera? "Por ningún motivo", dice. "Dirigí 50 distintas óperas en La Scala. No quiero seguir luchando. He luchado contra la estupidez toda mi vida".

Ahora está hablando de directores de escena. "No todos", señala. "Solo los que crean alguna fantasía sobre el escenario que no tiene nada que ver con la música. Estoy cansado de ver a Sarastro [de La flauta mágica] vestido como un nazi bávaro, o a Violetta [La Traviata] inyectándose heroína. Hoy en día la música en la ópera se está convirtiendo en una especie de banda sonora de película: algo que está en el fondo acompañando una tontería que se ve sobre el escenario. Ahora prefiero mil veces hacer óperas en concierto.

Ser fiel al compositor

Ya sea en concierto o en teatro, Muti está decidido a permanecerle fiel al principio que ha guiado su interpretación musical durante medio siglo. "De mi maestro, Votto, aprendí lo que él aprendió de Toscanini: la necesidad de serle fiel al compositor. Esta frase -'como está escrito'- ha sido mal interpretada por los críticos. No quiere decir que tengas que tocar, cantar o dirigir como una computadora. La música siempre debe ser flexible. Lo que yo no acepto son los cortes, las transposiciones, las interpolaciones de notas altas y otros abusos con los que te encuentras, especialmente en las interpretaciones de Verdi y otros compositores italianos".

"Si le hicieras eso a Mozart, los austríacos te matarían, y también los ingleses. Sin embargo, Verdi es considerado como la esencia de la Italia buena onda y, por tanto, es tratado con desprecio. Ese es el estereotipo contra el cual estoy luchando. No toleraré lo que sucedió en Salzburgo recientemente. El cantante no podía cantar un aria en la llave correcta, así que durante la noche los pobres bibliotecarios de la orquesta tuvieron que escribir todas las partes de la orquesta en una llave diferente para que el cantante pudiera cantar su nota alta al final, que el compositor ni siquiera había escrito. Fue un acto inmoral. El público estaba siendo engañado".

Estamos conversando en la mansión de Muti, oculta tras altas paredes en el centro de Ravena, una pequeña ciudad con antiguas iglesias y no menos de ocho sitios del Patrimonio Mundial. La sala de estar, repleta de recuerdos, muestra un aspecto muy diferente del hombre. Una batería -"de mi nieto"- domina incongruentemente el centro, en tanto una pared está ocupada por un magnífico pesebre napolitano del siglo XVIII. Es un perpetuo recordatorio de las raíces napolitanas de Muti.

Él se mudó a Ravena porque su esposa proviene de allí. Ella está a cargo del Festival de Ravena. "Yo soy solo un artista invitado, y ni siquiera el mejor pagado", dice con una mueca irónica. "Cristina es la jefa. Yo solo, como dicen los romanos, le doy al César lo que es del César".

Esa no es toda la historia. Todos los años, como parte del festival, él está a cargo de un extraordinario proyecto llamado "Los Caminos de la Amistad", que durante 21 años ha vinculado a Ravena musicalmente con otra ciudad, generalmente algún lugar problemático del mundo. Entre las ciudades socias han estado Sarajevo, Beirut, Teherán y, este año, Kiev (Ucrania). Los conciertos (uno en Ravena, otro en la ciudad socia) no son solo ejercicios sociopolíticos. También le dan a Muti la oportunidad de mostrar el orgullo y alegría de la actual etapa de su carrera: la Orquesta Juvenil Luigi Cherubini, que él creó en 2004. "Yo sentía que debía preparar a jóvenes músicos para luchar contra el enemigo que es la rutina, y para la realidad de que tal vez algún día puedan ser dirigidos por un buen músico y al día siguiente por un burro que arruina la música".

''Si defiendes tu dignidad, dicen que tienes mal carácter".

''El sonido es algo que uno cambia de acuerdo al repertorio".

''Hay solo dos tipos de orquesta. Aquellas que tienen disciplina y aquellas que no la tienen".

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