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Entrevista Narrador y poeta

Óscar Barrientos: "Magallanes es un enorme navío alegórico"

domingo, 23 de septiembre de 2018

Roberto Careaga C.
Revista de Libros
El Mercurio

El escritor puntarenense publica Saratoga , un volumen que compila cuatro novelas ambientadas en Puerto Peregrino, una ciudad ficticia y desmesurada del fin del mundo. Y también los cuentos de Paganas patagonias.



"¿Qué hacía yo en medio de esta tropa de delirantes?", se pregunta Aníbal Saratoga recordando un día que podría ser cualquiera en su vida. En ese en particular estaba sentado entre la Sociedad Telescópica Interplanetaria, pero en otros Saratoga podría estar arriba de una destartalada goleta buscando entre los mares del fin del mundo antiguas islas balleneras, emborrachándose con una "caravana de fenómenos" de circo que le cuentan del misterioso Ministerio del Mar, inscribiendo la Luna a su nombre o dejándose llevar por planes delirantes en cualquier bar de Puerto Peregrino, su ciudad. La ciudad que el escritor Óscar Barrientos Bradasic (Punta Arenas, 1974) ha levantado un imaginario literario desmesurado y extravagante, que Saratoga descubre como si habitara en novelas policiales. Pero él no es un detective, sino un poeta.

"Si alguien merodeara los domingos por la plaza de Puerto Peregrino vería un personaje con la barba de tres días, calzando un abrigo negro que le llega hasta los tobillos, un sombrero alón y una corbata de cinta como si caracterizara a algún artista bohemio de una ópera italiana. No pocos me califican de excéntrico, de ridículo, de patético, y es probable que no se equivoquen. Pero yo pienso que un poeta debe disfrazarse con las limosnas del pasado", declara el personaje de Barrientos Bradasic en las primeras páginas de Saratoga , un libro que ahora publica editorial Emecé con cuatro de sus novelas: El viento es un país que se fue (2009), Quimera de nariz larga (2011), Carabela portuguesa (2013) y Dos ataúdes , esta última inédita.

"Es el cierre de una tetralogía que ya lleva varios años y que necesitaba darle una consistencia y un sentido orgánico. Veremos cómo Saratoga sigue habitando en sus pocos, pero leales lectores", cuenta Barrientos Bradasic, miembro del colectivo de narrativa de provincia Pueblos Abandonados, que por estos días además está publicando el volumen de cuentos Paganas patagonias (LOM). En esos relatos hay un retrato prácticamente directo de las vicisitudes culturales y políticas actuales de la vida en Punta Arenas y sus alrededores, lo que en Saratoga es deformado por la fantasía y las ansias insaciables de épica que mueven a su protagonista: la capital de Magallanes aparece desfigurada en las aventuras del poeta que, de bar en bar - el Trafalgar, el Córcega, el Barbacoa, el Constantinopla, etc.-, termina, por ejemplo, investigando "El Azimut", un libro perdido de una sola edición que narra la fundación mítica de Puerto Peregrino.

Porque en la vida de Saratoga abundan los mitos fundantes, los misterios, personajes imposibles como el Gran Formentor, cónsul honorario de la república ballenera de Kerguelen, o el general Morbius, presidente dictatorial de Bielovia, y otra serie de locos. Alguna vez, el escritor José Miguel Varas ligó su obra a la corriente del Imaginismo de Salvador Reyes y Luis Enrique Délano, a los cuales Barrientos Bradasic admira, como también a Lastarria, Juan Emar, Hernán del Solar, Francisco Coloane, Juan Marín, Hugo Correa y Braulio Arenas. "Pero el mayor sustrato de mis novelas es la poesía chilena, principalmente Gabriela Mistral, Pablo de Rokha y Enrique Lihn", dice.

- ¿De dónde surgen Puerto Peregrino y el poeta Saratoga?

- Puerto Peregrino es una ciudad ficticia que traduce una identidad similar a un espejo deforme. Por un lado, conlleva consigo fragmentos de ciudades donde he habitado. De todas ellas me he llevado cascajos, islas, instantáneas, conversaciones, personajes. No obstante, el destino final de todo ello es Punta Arenas, una ciudad tan meridional como extrema, a orillas de un estrecho mítico y donde habitan seres desmesurados e infrecuentes Y Saratoga es un poeta dipsómano que sobrevive empantanado en el transcurrir de la modernidad, quizás un romántico del siglo XIX sin más horizonte que el de enrolarse en calidad de escudero en empresas delirantes y desbocadas. Saratoga es la relojería donde se redimen mis fantasmas, es mi homenaje constante a la poesía. Para mí, la novela siempre es tributaria del poema".

- ¿Qué tan importante ha sido como escritor vivir en el fin del mundo para la creación de un universo?

- El hecho de habitar una región extrema como Magallanes marca a fuego toda mi literatura. Con todo lo que ello implica, desde el diario de Antonio Pigafetta, hasta las ideas fantasiosas que tenían escritores como Salgari o Verne del sur austral y, por supuesto, Coloane que incorpora espacios como la Patagonia o la Antártica al canon de la literatura chilena. Concibo Magallanes como un enorme navío alegórico, cuyo velamen se pierde en un crepúsculo degradado dejando una estela donde los mitos cobran una presencia demasiado real. Es el lugar donde termina (o comienza) el mundo.

- Estas novelas están tensionadas por viejos géneros: son epopeyas clásicas, sátiras y también comedias. ¿Qué tan serio se toma las aventuras de Saratoga?

- Muy en serio, al estilo de cierto cuento de hadas relatado por un narrador corrosivo, un velero en una botella, un viaje mítico que se desgaja ante el peso aplastante de lo real, un océano de aventureros románticos por las inmensidades antárticas donde cobran vida los bestiarios de las cartas náuticas del pasado. Para mí, el realismo suele ser una especie de negación de la literatura y la moneda de cambio de mi narrativa ha sido siempre la transfiguración. Todo ello vive en estas cuatro novelas, contado con un humor bastante cercano a la tristeza, a una risa sin alegría.

- Es parte del colectivo Pueblos Abandonados. ¿Es una idea literaria? ¿Tiene fines políticos?

- Tiene fines estéticos y políticos. Fue un grupo que se constituyó el 2009 a propósito de cierto encuentro de escritores y que luego se fue ensanchando. Lo creamos en su fundación con Marcelo Mellado, Cristián Geisse, Cristóbal Gaete, Mario Verdugo, Daniel Rojas Pachas, Rosabetty Muñoz, Cristián Vila y otros más. Se constituyó en una estrategia para sistematizar una suerte de destrucción retórica de Chile, al menos de ese Chile que sublima la autoría y el ego hipertrofiado, que se globaliza sin conciencia de lo territorial. Forjar una comunicación entre proyectos escriturales de latitudes tan distantes como Arica, el Maule, Chiloé o Magallanes ha generado la iniciativa de completar la noción de territorio, de incorporar poéticas del abandono, de completar una noción de país. Naturalmente, desde una mirada contracultural y no apelando al manido tópico del escritor pintoresquista, administrador de lo típico, sino entregando una mirada urbana de nuestros espacios.

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