Dólar Obs: $ 978,07 | 1,29% IPSA -0,25%
Fondos Mutuos
UF: 37.192,63
IPC: 0,40%
Primera vez en Sudamérica Desde la Tate, 85 acuarelas del artista que revolucionó la pintura

Turner: El pintor que capturó el temperamento de la naturaleza

domingo, 23 de septiembre de 2018

CECILIA VALDÉS URRUTIA
Exposiciones
El Mercurio

Una esperada exhibición del genial artista inglés se inaugura el 26 de septiembre en el Museo de Bellas Artes de Buenos Aires y en marzo de 2019 llega al Centro Cultural La Moneda. "La exposición es una aproximación única al pensamiento, inventiva y el mundo interior del gran pintor romántico", asegura uno de los expertos mundiales en Turner y curador de la Tate Britain, David Blayney.



"Las hijas del coleccionista y mecenas británico Walter Fawkes recordaban el dormitorio de J.M.W. Turner (1775-1851) en la mansión familiar de Farnley Hall, en Yorkshire en 1816, con gruesos cordeles como si fuera un lavadero, de los cuales colgaban papeles coloreados en rosa, azul, amarillo, puestos a secar", cuenta uno de los mayores expertos en Turner y curador de la Tate, David Blayney Brown. Y añade que la familia Fawkes dejó la descripción más vivida sobre Turner trabajando: "Después del desayuno en Farnley House, el artista completó en tres horas una famosa acuarela de un buque de la Armada británica, y la guardó con los mismos pinceles y pigmentos que había usado, mientras esperaba que se secara la pintura de base del navío. Cuando estuvo seca continuó trabajando en ella: rompiendo el mar con la uña del pulgar". Durante ese proceso, la pintura había ido creciendo sola a partir de la memoria de Turner, como una estampida de fuegos de artificios técnicos, destaca Blayney.

El también curador de la exposición "J.M.W Turner. Acuarelas" señala que las obras de uno de los pilares de la pintura inglesa llegadas al Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina -que estarán en Santiago desde fines de marzo del 2019- "son piezas íntimas, expresivas, experimentales, y ofrecen una aproximación única a la inventiva, el pensamiento y el mundo interior del gran pintor romántico".

Las 85 acuarelas permitirán observar la evolución del innovador artista, "desde su inicio como dibujante de arquitectura hasta el abordaje de una extraordinaria variedad de temas, fundado en su refinada apreciación de la luz, el color y los efectos atmosféricos", afirma el experto británico.

La exhibición se internará en la obra de uno de los fundadores de la pintura de paisaje inglés a la acuarela, y que inició una ruptura en la historia de la percepción visual en Occidente, resalta a Artes y Letras el director del Museo Nacional de Bellas Artes de Argentina, el curador Andrés Duprat. "Da cuenta del desarrollo progresivo de su lenguaje hasta sus creaciones finales que anticipan el impresionismo y son referentes para el expresionismo abstracto, donde pocos trazos definen un clima, un tema, una visión de la naturaleza".

Turner es también una figura clave para la abstracción contemporánea: el propio Rothko reconoció su influencia y sorprende la similitud entre algunos de esos cielos y atmósferas del paisaje en movimiento del pintor inglés con composiciones del artista estadounidense.

Para el conocido crítico e historiador del arte del siglo XIX John Ruskin, "Turner es el padre del arte moderno, el más grande de su era. Y es el artista que más conmovedora y acertadamente puede medir el temperamento de la naturaleza". Como pintor del movimiento romántico, su gran tema fue retratar el poder de la naturaleza sobre el ser humano. Y sus trazos, que evocan movimientos mágicos de cielos, ríos y mares, tormentas, tempestades y naufragios, hablan también del temperamento de su autor.

Pero Turner no desarrolló una coloración naturalista. "Pinta el color, pero piensa en las luces y sombras", escribe Ruskin. La Tate posee uno de los más espectaculares comienzos del color de J.M.W Turner: esa dramática imagen de naufragio y rescate cerca del castillo Bamburgh, descrita como una de las mas bellas acuarelas del mundo, presente en esta muestra.

La Tate es también el museo que tiene casi toda la obra del pintor inglés en su sede de la Tate Britain. Turner dejó su legado a la nación inglesa y, tres años después de su muerte, el museo británico recibió 30 mil trabajos suyos en papel, 300 pinturas al óleo y 280 cuadernos de bocetos. Y es desde allí de donde viene esta exposición que se inaugura el miércoles en Buenos Aires y que llega a Chile, en un hecho inédito, según confirman a Artes y Letras la directora del Centro Cultural de La Moneda, Beatriz Bustos, y el director de exposiciones internacionales de la Tate Gallery de Londres, Daniel Slater (ver recuadro).

Joseph Mallord William Turner nació un 23 de abril de 1775, fecha sobre la cual no hay certeza total, pero de ser así habría nacido el mismo día que Shakespeare. Su padre, también llamado William, era un fabricante de pelucas que luego se volvió barbero, y su madre, Mary Marshall, sufrió muy joven una severa enfermedad mental que la recluyó en el asilo de Bethlen. Mientras tanto, la precocidad del único hijo hombre asombraba. Lo alentaba su padre, quien exhibía sus dibujos en la ventana de su local de barbero.

Talento precoz y asombroso: la acuarela deviene maestra

Turner ingresó a la Royal Academy of Arts cuando tenía solo 14 años, y a los 15 años fue invitado a participar en una exposición colectiva de la Academia. Y a pesar de sus inclinaciones iniciales por la arquitectura, fue el propio arquitecto Thomas Hardwick quien lo impulsó definitivamente hacia la pintura, en donde la acuarela se trasforma en la gran protagonista, aunque sus óleos serían también famosos.

Su amigo y compañero de ruta en las primeras pinturas coloreadas que hicieron fue Thomas Girtin, gran acuarelista, quien le enseñó las técnicas. Él fue uno de los maestros y artífices en difundir y revalorizar la acuarela en el período romántico. Turner nunca dejó de admirarlo y solía decir que si Girtin no hubiera fallecido tan joven, él se habría muerto de hambre.

El hecho es que las acuarelas constituyeron las primeras piezas con las que Turner logró fama. "Su talento y perfección coincidió con el establecimiento de la acuarela como una forma artística independiente en Inglaterra. Turner la trabajaba en la hoja de un cuaderno o sobre una tela, y sus métodos eran asombrosamente similares. La acuarela la aplicaba con libertad y en forma delicada sobre un casi imperceptible dibujo en lápiz, dejando el papel desnudo donde se necesitan reflejos", detalla el curador.

Su obra en acuarela fue, desde un primer momento, requerida por museos, coleccionistas, además de escritores y poetas, como Walter Scott, Lord Byron y Samuel Rogers. El mismo Turner escribía silenciosamente poesía en medio de sus cuadernos e incluso algunos de sus poemas fueron expuestos junto a sus cuadros.

Las críticas de la época hablan de su peso como acuarelista. Ruskin -que había descrito los óleos de Turner como "rarezas intoxicadas"- dice que sus acuarelas "son la obra de un extraordinario mago". Otro experto habla de "la admirable verdad y naturaleza que distinguen sus acuarelas", reseña David Blayney.

La exposición de la Tate abarca todas sus etapas en acuarela, "expresión donde encontró su estilo, el que deviene maestro y que ejerce más que el óleo. Fue allí donde Turner llevó a la cima sus mayores audacias y con la que clausura un período en la historia de la visión", afirma a Artes y Letras el director del museo argentino.

La muestra incorpora obras más informales e íntimas. "Pero esos bocetos de un maestro poseen más encanto que los resultados elaborados y pueden ser llenados con la imaginación -tan sofisticada como se quiera-, en cada espacio vacío y dibujo sin terminar. Ahí está la verdadera voz del espíritu romántico", advierte el experto inglés y curador de la Tate.

El periplo de la muestra se inicia con acuarelas de su etapa inicial como topógrafo ayudante de arquitectura. Sigue con los años 1805 a 1815, cuando la naturaleza se proclama como el ideal. Aparece la época del " grand tour" a Italia entre 1815 y 1830; mientras los énfasis en sus estudios de color se trazan a partir de fines de 1810. El capítulo del turista anual conduce a la década de 1830-40, y culmina el trayecto con su magistral obra tardía.

Liberación, viajes y obras "mágicas"

Turner tenía una personalidad introvertida, callada y misteriosa. Rehuía la vida social y sus amistades eran por lo general sus mecenas y coleccionistas. Su fama en vida lo llevó a tener una gran fortuna que prácticamente escondía en sus residencias, como en su última casa de Chelsea. Dejó sus cuantiosos fondos para financiar un asilo "para artistas fracasados". Y en cuanto a mujeres, ese mago del arte, de vivaces y pequeños ojos azules, se unió, en 1798, a la viuda Sarah Danby, con quien permaneció 20 años y tuvo dos hijas. Nunca se casó.

Un año después de empezar con Sarah, en 1799, dijo haberse liberado de prácticas pictóricas que le resultaban familiares, la de profesores y maestros que admiraba como Rembrandt y tal vez de Claude Lorraine. El experto inglés señala que "con la acuarela superó el imitar a otros grandes. Se introduce en temas que inspirarían algunas de sus más logradas acuarelas, como los anfiteatros de lagos y cerros, en los cuales ubicó escenas de climas y luces cambiantes".

Tenía una excelente memoria visual para el color y podía prescindir de bocetos. "Hacía después el motivo y podía refinar y condensar la acuarela a una perfección nunca antes vista", precisa Blayney. El investigador de la Tate destaca escenas en Inglaterra y Gales, en particular "Folkestone desde el mar" donde su cielo en la intempestiva transición del anochecer al amanecer deja entrever a un grupo de contrabandistas ante un guardacostas".

Para el curador británico resulta admirable lo que Turner hizo con sus estudios del parque Petworth, en Sussex. "Exploró la luminosidad y la transparencia de la acuarela con húmedas y delgadas aguadas que meramente flotaban sobre la superficie del papel. Pero tal vez en ningún otro sitio se ven acuarelas marcadas por más intimidad y frescura que las realizadas sobre naturaleza a lo largo del Támesis". En tanto, la serie sobre el "Righ azul" es quizá el más notable tour de force en términos conceptuales, que hizo en 1835, según Blayney. Fue apuntado como un milagro técnico por las delicadas capas de aguada y superposición de velos sombreados que logró.

Hacia la disolución

de las formas

Las últimas décadas de vida de J.M.W Turner fueron el escenario para sus acuarelas que difuminan la imagen. Las hizo solo para un selecto grupo de seguidores. Era un trabajo más relajado y seductor para él. No necesitaba bocetos ni estudios previos. El mecenas Munro de Navar cuenta sobre un viaje que hicieron al valle de Aorta, en 1836. "Él se ponía a dibujar en el lugar con las vistas más amplias. No recuerdo que aparecieran colores allí hasta que llegamos a Suiza. Y cuando sucedió, usaba una esponja para crear sus efectos neblinosos y aéreos".

Turner se volvió más antisocial. Pero su obra siguió más mágica y luminosa. En un viaje a Normandía, en 1845, "realiza una maravillosa serie transparente de estudios sobre el mar, la costa y el cielo. Hace un estudio en sombras reduccionistas y abstractas sobre la transparencia y el color", resalta Blayney. En la localidad de Margate es seducido por el Támesis al desembocar en el mar: "Varios estudios del sol y las nubes que hizo allí se transformaron en meditaciones luminosas acerca de la relación entre el observador y el mundo que lo rodea". Viaja a Venecia. Lleva hojas sueltas en sus bolsillos, cuadernos, lápices y una cajita de acuarelas. Pinta acuarelas que muestran la ciudad a diferentes horas del día y la noche, donde los reflejos disuelven las formas arquitectónicas en aguadas de color.

El director del Museo de Bellas Artes de Buenos Aires, Andrés Duprat, subraya "cómo Turner logró capturar el momento cuando la naturaleza se vuelve pura esencia y se reduce a lo fundamental. Su trazo rápido, el color crudo, el movimiento envolvente y la luz actuando sobre transparencias y opacidades son estadios hacia la disolución de las formas que su obra anuncia".

 Imprimir Noticia  Enviar Noticia