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Revolución digital y educación

jueves, 20 de septiembre de 2018


Editorial
El Mercurio

La formación profesionalizante en la educación superior no contribuye a desarrollar en plenitud las habilidades requeridas para este mundo de cambios vertiginosos.



Uno de los grandes desafíos de la formación de niños y jóvenes tanto en la educación escolar como en la superior es prepararlos para un mundo de cambios muy vertiginosos. Si uno mira la historia de la humanidad, ella siempre ha estado sujeta, sobre todo en los últimos 250 años, a transformaciones rápidas, pero en las últimas décadas ellas se han acelerado y en las próximas la velocidad del cambio será aún mayor. Habrá que enfrentar, entonces, nuevos problemas y trabajar con nuevas tecnologías que aún no se han desarrollado. Nuestra educación no parece estar especialmente preparada para estos desafíos.

En la educación escolar, particularmente en la secundaria, el sistema de admisión a las universidades marca mucho su desarrollo. No es una batería de instrumentos que incentive el pensamiento crítico y la reflexión necesaria para enfrentar problemas que van a ser cada vez menos estructurados. Además, un currículo tan extenso en tercero y cuarto medio no invita a la maduración que requieren los aprendizajes en esta etapa de la vida escolar. Así, se enseña mucho, pero se aprende poco. La formación profesionalizante en la educación superior tampoco contribuye a desarrollar, en plenitud, las habilidades requeridas para este mundo de cambios vertiginosos.

Con todo, hay espacio para ser optimistas. Hay un conjunto de iniciativas desplegadas en colegios, liceos e instituciones de educación superior que apuntan a modificar la situación actual. La diversidad de nuestro sistema educacional ayuda a este propósito. Los buenos resultados de estas experiencias se intentan escalar, una vez comprobados, al nivel nacional. Iniciativas interesantes en este propósito son aquellas que tratan de utilizar las herramientas digitales para, precisamente, preparar a los escolares para este mundo de cambios alimentado por las revoluciones digitales y tecnológicas. No se trata de que las conozcan, sino de aplicarlas a la resolución de problemas nuevos que van emergiendo con el desarrollo, por cierto a escala muy pequeña. A través de esta vía hay claramente oportunidades de desarrollar las habilidades que se requieren para la sociedad que emerge de las transformaciones señaladas. Muchos de estos cambios están siendo articulados desde los propios planteles escolares con el apoyo de alianzas público-privadas que, en general, tienen claro que deben evaluar sus experiencias y mostrar sus resultados. Este es un cambio de enfoque que permite ir distinguiendo entre múltiples iniciativas, pero cuyo impacto es muchas veces desconocido. Las acciones y políticas educacionales deben estar cada vez más basadas en evidencia.

Muchas de estas iniciativas son seguidas con atención o acompañadas por el Centro de Innovación en Educación del Ministerio de Educación, que aspira a contribuir a la transformación digital de Chile en y desde los colegios. Una experiencia valiosa es Hub Chile Programa, patrocinado por dicho centro, pero que reúne a diversas organizaciones privadas para entregarles herramientas a todos los estudiantes para que puedan aprender a programar por cuenta propia. Indudablemente que el objetivo central de una iniciativa de esta naturaleza no es, per se , programar, sino desarrollar en niños y jóvenes la capacidad de enfrentar un problema con una perspectiva sistémica, trabajando en equipo y reflexionando críticamente sobre el desafío involucrado. Estas son todas habilidades necesarias para enfrentar no solo el futuro profesional, sino que su papel como ciudadanos en la sociedad moderna. Por cierto, no es esta la única manera de lograr el desarrollo de esas habilidades, pero es destacable la escala que ha alcanzado esta iniciativa y el compromiso que hay detrás de ella.

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