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El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers se declaró en quiebra

A 10 años de la crisis subprime : la pérdida de la confianza en la globalización y sus beneficios

sábado, 15 de septiembre de 2018

Carolina Álvarez Peñafiel
Internacional
El Mercurio

La recesión destruyó riqueza, desacreditó el libre mercado y puso en duda la capacidad de respuesta de las democracias.



La crisis que hace 10 años estalló con la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, el 15 de septiembre de 2008 -y que se asomaba hace más de un año por los problemas en las financieras hipotecarias de EE.UU.-, cambió drásticamente el panorama mundial. Dejó al borde del colapso a economías de todos los tamaños y creó una inestabilidad que no se veía desde la gran depresión de los años 30. Creció la deuda y el desempleo, dando una sensación de vulnerabilidad general en los votantes, sobre todo en los países más ricos e interconectados. Y cambió la fisonomía política, porque los líderes en el poder defendían un sistema que fallaba. La crisis no solo destruyó puestos de trabajo; también desacreditó las principales instituciones de la democracia occidental.

Una década después, los líderes y los partidos que consiguieron frenar la caída económica e implementar regulaciones para evitar que se repita una crisis similar están en serios problemas. Es que controlaron la emergencia de la enfermedad, pero no pudieron con las secuelas a largo plazo.

Aún quedan algunos coletazos económicos de la crisis: solo hay que preguntarle a los griegos que siguen lidiando con el endeudamiento y con las políticas de ajustes para poder cumplir con los términos del rescate internacional (según el último Eurobarómetro, solo 2% de los griegos ve positivamente la economía). Es cierto también que el desempleo ha caído considerablemente (en EE.UU. está incluso en niveles más bajos que en 2008, cerca del 4%), pero la calidad de esos trabajos perdidos no se recuperó.

La economía volvió a crecer, aunque no se sintió de la misma forma en el bolsillo de los votantes. Por primera vez en los países más ricos, las nuevas generaciones no tienen expectativas de un mejor futuro que el de sus padres. Fue inevitable que se debilitara la credibilidad de las instituciones que permitieron el período de mayor y más rápido desarrollo de la historia del mundo.

Es revelador un estudio del Centro de Investigaciones Pew que muestra que en EE.UU. la confianza en el gobierno -que en 1958 era 73%- cayó incluso por debajo de los niveles que marcaba en la época de la guerra de Vietnam, Watergate y la guerra en Irak: este año es apenas 18%.

Otras señales del cambio político están en las lealtades partidarias. Hasta 2006, apunta Reuters, el electorado estadounidense se dividía en tres tercios casi iguales entre republicanos, demócratas e independientes. Hoy, 42% se declara independiente; 29%, demócrata, y 27%, republicano.

Al otro lado del Atlántico, el golpe se lo llevaron la centroderecha y centroizquierda que llevaban décadas alternándose el gobierno, y perdieron respaldo por la política de austeridad que aplicaron para salir de la crisis.

Diez años después, comenta David Held, profesor de política y relaciones internacionales en la Universidad de Durham, vemos el resultado de esos ajustes económicos en la política: un regreso al aislamiento, la elección de figuras autoritarias y el resurgimiento del proteccionismo; promovido como un escudo ante las consecuencias negativas de la economía moderna. Europa tiene a los populistas de izquierda, a los nacionalistas de derecha y al Brexit; EE.UU., al Presidente Donald Trump (republicano) y al demócrata Bernie Sanders (ver nota relacionada).

También el proyecto de integración de la Unión Europea, el más exitoso del mundo, está sumido en una severa crisis de confianza e identidad: los problemas económicos sumados a la oleada migratoria provocada por los conflictos en Medio Oriente y el norte de África, el retiro del Reino Unido y la deriva antidemocrática de algunos miembros ha estresado al máximo al bloque.

El malestar se ha enfocado en la globalización y en los mercados abiertos. Esos habían sido conductores del contagio de la crisis y que hasta entonces eran promovidos sin vacilaciones por los políticos tradicionales en el poder.

De cierta forma, la globalización como meta dejó de tener el atractivo que tuvo antes de la crisis. "Claramente, en EE.UU. y Reino Unido, los políticos y los partidos han llegado al poder con más escepticismo. La gran pregunta es si sus políticas pueden tener éxito. Reino Unido está fuertemente involucrado con la UE y se le está haciendo muy difícil marginarse. Tanto Trump como Hillary Clinton (su rival en 2016) hablaron de dejar el TPP. Y la renegociación del tratado de libre comercio con Corea del Sur y del pacto de América del Norte (Nafta) parecen ser cambios menores. El cambio real es el asalto frontal a las políticas industriales chinas. Mucho dependerá de cómo respondan los chinos, pero los mercados parecen pensar que habrá alguna solución", comentó a este diario Stephan Haggard, profesor de la Universidad de California, en San Diego, y analista visitante en el Peterson Institute for International Economics, quien subraya que aunque el crecimiento del comercio global se ha hecho más lento en años recientes, las transacciones financieras transfronterizas y la inversión extranjera directa siguen aumentando.

Aunque es evidente que la crisis de 2008 ha creado un ambiente más hostil y ha puesto algunos obstáculos, la globalización como proceso ha demostrado que es imposible de detener por completo. En parte, porque los países emergentes que salieron mejor parados del período de recesión están interesados en mantenerla, y en parte, porque la interconexión en su totalidad es irreversible. La globalización, dice Held, es el trasfondo de la condición de nuestra vida en el siglo XXI: "Después del 11-S, la guerra contra el terrorismo, la crisis financiera mundial y el cambio climático, vemos la enorme fuerza de ese cambio. Estos son algunos de los problemas que han explotado en el terreno global en los últimos 20 a 30 años. Se han hecho parte de nuestra conciencia política".

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