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El último NATURALISTA

sábado, 15 de septiembre de 2018


Reportaje
El Mercurio

El veterinario Jürgen Rottmann suele repetir que él no es un científico, sino un conservacionista de especies y ambientes. Uno de los ornitólogos y conservacionistas más respetados hoy en Chile, a comienzos de los años 70 elaboró la primera lista de animales en peligro del país y fue pionero en la difusión de ese conocimiento en diarios y televisión. A sus 76 años, dice: "Casi todos los conservacionistas son pesimistas, pero yo soy optimista".



Hay ciertas cosas que llaman mucho más la atención a Jürgen Rottmann que una simple entrevista. Si uno está conversando con él en su casa-parcela semisalvaje de Talagante, donde cultiva plantas acuáticas, cría aves y peces ornamentales y rehabilita aguiluchos sin cola o cóndores decomisados por el SAG, cada cierto tiempo interrumpirá abruptamente su relato apenas vea pasar una bandurria o escuche un imperceptible sonido en las ramas de un árbol. 

-Sí, eso fue por la Ley del Medioam... Hay un ruido bien raro. ¿Escuchas ese "rrrrrrrrr"? Debe ser un carpintero chico. No le gusta que estemos aquí.

Es una soleada mañana de septiembre. Apoyado sobre una baranda de madera junto a la jaula donde están las águilas, aguiluchos y traros del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces (CRAR), que funciona desde los años 90 en su parcela, Jürgen Rottmann -76 años, barba blanca y pelo canoso, botas de goma sobre los pantalones, manos gruesas y resecas, con barro entre las uñas- está intentando explicar, siempre y cuando los animales que viven o circulan por su parcela no lo distraigan, de dónde viene su pasión por la naturaleza. 

Veterinario de profesión, Rottmann suele repetir que no es un científico, sino un conservacionista de especies y ambientes. También dice que desde chico fue muy inquieto, que por alguna razón le gustaba leer -y entender- revistas como Topaze -que no eran precisamente para niños, sino de sátira política- y que siempre le interesaron los animales, aunque nunca tuvo mucho de dónde obtener información.

-En esa época no había guías de campo, ni fotos ni películas. Creo que una de las ventajas que tuve es que sabía hablar alemán.

De padre alemán y madre chilena, hermano del medio entre dos mujeres, Jürgen Rottmann nació en Santiago en 1941 y vivió siempre en la zona de San Damián, en Las Condes, cuando todo eso era campo. De hecho, cuenta, uno de sus juegos favoritos de infancia era ir a orillas del río Mapocho, que estaba al lado de su casa, a cavar agujeros y buscar sapos y renacuajos, que luego traía dentro de un frasco. Lo del alemán lo dice porque en algún momento -no recuerda cuándo- supo de Bernard Grzimek, zoólogo y conservacionista alemán que impulsó la protección de la fauna africana en parques como el Serengueti, en Tanzania. Rottmann alucinó con la obra de Grzimek y entonces quiso conseguir todos sus libros, enciclopedias y publicaciones, que estaban escritos en ese idioma. Sus padres, por cierto, lo apoyaron y le pagaron una suscripción mensual: los libros comenzaron a llegarle directamente desde el extranjero. 

Hoy, dice Rottmann, todavía conserva la colección completa de Grzimek, desde el primer número, junto con otras publicaciones similares como la revista Cosmos o los libros y películas del naturalista y divulgador español Félix Rodríguez de la Fuente.

-Yo era busquilla de datos. Cuando veía algo sobre animales, me interesaba mucho. En el colegio una vez me preguntaron qué quería estudiar y yo dije: "Ecología". En esa época [mediados de los 50] ningún profesor tenía idea qué era eso.

A medida que acumulaba conocimientos, su pasión por el mundo animal y la naturaleza también fue aumentando. A los 17 años, todavía en el colegio y gracias a un contacto familiar, participó en una expedición al altiplano chileno liderada por el legendario entomólogo Luis Peña, quien terminaría siendo uno de sus grandes maestros. La experiencia lo marcó tanto que se convenció de dos cosas: uno, entraría a estudiar medicina veterinaria en la Universidad de Chile, y dos, haría lo posible por estar siempre en terreno, viendo y analizando todo con sus propios ojos. 

-Estudié veterinaria cuando nadie tenía rayos X: solo había uno el Hipódromo -cuenta Rottmann-. En esa época los veterinarios observaban a un bicho y tenían que curarlo. Soy de esos que no necesitan de una larga lista de exámenes para saber qué enfermedad tiene. Eso lo aprendí en la naturaleza misma y hablando con campesinos, arrieros, yerbateros. No necesito cien papers científicos para saber que este lugar es interesante o tiene biodiversidad. Tengo el instinto. Hoy eso se ha perdido.


Eduardo Pavez, presidente de la Unión de Ornitólogos de Chile y fundador del CRAR, recuerda bien la primera vez que conversó con Jürgen Rottmann, a comienzos de los 80. Pavez tenía unos 15 años y fue a verlo a su parcela en Talagante, ya que por entonces Rottmann era el referente: era el encargado de fauna de Conaf y escribía una recordada columna en la Revista del Domingo, junto con el pintor Thomas Daskam, llamada "Cosa de Mirar", que él coleccionaba con gran interés. 

"Lo fui a ver de puro patudo", recuerda Pavez. "Él tenía un criadero de pájaros muy bonito en su parcela y yo quería aprender más sobre águilas. Al principio fue un tipo bien parco, para nada acogedor. De repente le pregunté por el águila chilena y él me dijo que era distinta de la europea y me habló del género Aquila y otras cosas. Yo quedé plop, porque en esa época nadie sabía nada de águilas, pero él sí, por experiencia personal, porque lo conocía. Jürgen tiene una memoria impresionante, es un gran observador y relaciona todas las cosas. Su visión es la de un naturalista".

Pavez considera a Rottmann como uno de sus grandes maestros y aún sigue trabajando a su lado en el CRAR y en otros proyectos. De hecho, su centro de rehabilitación solo se hizo realidad cuando Jürgen Rottmann les donó un terreno de su parcela para mantener y cuidar aves rapaces, lo que ocurrió a comienzos de los 90.

"Jürgen es una persona muy especial, que hace las cosas con una convicción muy profunda", sigue Pavez. "Es un apasionado por la naturaleza y siempre ha tenido la necesidad de transmitir y divulgar estos conocimientos, con sus publicaciones en la Revista del Domingo, luego como asesor de La tierra en que vivimos, en TVN. Aunque siempre ha estado tras bambalinas".

Christian González, también especialista en aves rapaces y cofundador del CRAR, junto con Pavez y Charif Tala destaca igualmente el aporte de Rottmann al conocimiento y difusión de las especies chilenas.

"Jürgen es el mentor de todos nosotros", dice González. "Nos inculcó el amor por la fauna nativa. Los niños de antes conocían más al león o a la cebra que al guanaco. Gracias a él, este tema se ha ido revirtiendo y creo que hoy para un niño es más común oír hablar de especies como el chucao. Él es como esos médicos de familia antiguos, que te curaban desde una uña encarnada hasta una enfermedad más grave. Ese naturalismo se ha perdido por culpa de la especialización extrema. Hoy hay muchos expertos en recursos naturales, pero que terminan convertidos en máquinas de publicar papers y se alejan de la perspectiva generalista, que es súper importante".


Jürgen Rottmann siempre ha vivido en el campo. Rehúye de las ciudades: hoy sale de su parcela solo para hacer al gunos trámites bancarios en Talagante o para asistir a algunas reuniones de la Unión de Ornitólogos de Chile (Unorch) en Santiago. 

-Lo mío son las botas y el barro -dice con las botas embarradas y mirando hacia el cielo: acaba de pasar una bandurria-. Esa es de acá, la tenía en el corral, pero ahora está suelta. Va en busca de alimento.

-¿Y cómo sabe que es la suya? 

-Es que no hay otras en la zona.

Después de terminar la carrera de veterinaria, Rottmann trabajó un año en una hacienda agrícola, luego fue ayudante de zoología en la Universidad de Chile y en 1970 trabajó en la División de Pesca y Caza del SAG. Allí estuvo solo un año, pues en 1972 entró a Conaf, donde pronto se convirtió en el encargado de fauna de esa institución. 

Mientras eso ocurría, no había parado de viajar por Chile y aprender en terreno sobre flora y fauna y sus problemas de conservación. De hecho, unos años antes, en 1968, con un grupo de profesionales y aficionados chilenos se había reunido para formar el Comité Pro Defensa de la Fauna y Flora (Codeff), que se convirtió en el representante de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en Chile. Ese organismo, que había publicado su primera Lista Roja en 1963, les recomendó hacer un catastro de las especies de aves y mamíferos que había en el país. Tras reunir antecedentes bibliográficos, consultar a científicos, entrevistar a representantes de clubes de cazadores, recopilar antecedentes relacionados con el comercio de pieles y datos de curtiembres, y revisar toda la información de la que disponía la División de Pesca y Caza del SAG, Jürgen Rottmann publicó el primer listado de especies de aves con problemas de conservación en Chile. Fueron dos páginas mimeografiadas que Conaf difundió poco tiempo después. En 1978, esa misma lista se amplió a mamíferos. 

-Casi todos los conservacionistas son pesimistas, pero yo soy optimista, porque hay solución para casi todo -dice Rottmann, iluminado por el sol de la mañana en Talagante-. Hoy, por ejemplo, si tienes agua, cualquier sitio eriazo puedes transformarlo en un ambiente interesante. En Inglaterra y Holanda han intervenido humedales para aumentar las especies. Y lo hicieron plantando. Si esta ave nidifica en sauces y no hay sauces, plantémoslos. Si a este pájaro le gusta el borde de la totora, pongamos totora. La retroexcavadora también puede ser un representante de la biodiversidad.

A Rottmann le gusta dar ejemplos que rompen con algunas creencias comunes. Para él, que no haya muchos individuos de una especie no significa necesariamente que vaya a desaparecer. Entonces, para explicarlo, se larga a dar una charla sobre el halcón:

-Se dice que el hombre le está quitando su ambiente, pero están equivocados. Para los halcones que viven en la precordillera del cerro San Ramón, Santiago pertenece a su territorio. Habiendo palomas y gorriones [para comer], es hábitat del halcón. Habiendo edificios altos, antenas y torres, es su hábitat. La ciudad no es el culpable de todo, también el fomento de algunas cosas. Como que haya palomas.

Sin embargo, hay otras amenazas que sí preocupan a Rottmann. Una de ellas son las especies introducidas, o lo que él llama la "cosmopolitización de la fauna".

-Cuando era cabro chico no había chaquetas amarillas, ni abejorro de potito blanco, ni mariposa blanca de la col. Llegaron a Chile y se quedaron. Eso es muy difícil de solucionar.

Su otra gran preocupación tiene que ver con las jaurías de perros, para él un problema cada vez más grande y que se relaciona con una más de las actividades que lo mueven por estos días: la protección del gaviotín chico, un ave migratoria en peligro de extinción que nidifica en la bahía de Mejillones. Los perros que vagan sin control por la costa se comen sus huevos y pichones.

-Esos perros no deberían estar ahí, pero para eso hay que convencer a los animalistas de que sean animalistas, no perristas. Hay que decirles que solo en Antofagasta hay tres mil perros vagos, mientras que gaviotines chicos quedan menos de mil en el mundo. La ley dice que está prohibido matar perros para reducir su población, pero no dice que está prohibido matarlos para salvar una especie en extinción. Eso puede ser un resquicio, pero si esto se sabe y se empieza a discutir va a haber marchas. Los que defienden a los perros son muy agresivos, y en este momento es la calle la que manda.


A fines de los 90, la construcción del megapuerto de Mejillones puso en alerta a ornitólogos y ambientalistas, precisamente por la presencia de valiosas especies como el gaviotín chico en ese lugar. Tras varias discusiones entre especialistas, las empresas involucradas y la municipalidad, decidieron -para paliar de alguna forma el impacto ambiental que tendría el proyecto- crear la Fundación para la Sustentabilidad del Gaviotín Chico, que nació oficialmente en 2008 y en 2016 logró la creación de dos áreas protegidas en la zona. Para eso, hubo una persona clave que pudo unificar a todos los involucrados: Jürgen Rottmann.

-Había una pelea entre los científicos y me llamaron -cuenta Rottmann-. Ellos decían: "Hay una persona que si acepta [hacerse cargo] es el campeón de los no conflictivos". Ese era yo.

En un comienzo, Rottmann lideró la fundación como director ejecutivo, pero como eso implicaba estar en Mejillones, con el tiempo pasó a ser "director estratégico". Hoy viaja dos veces al mes a esta ciudad del norte para dirigir los trabajos más técnicos de la fundación y capacitar a los guardafaunas. 

"Él es muy conciliador. Cuando está hablando con gente de distintos puntos de vista, su estrategia nunca es confrontacional, sino que busca los múltiples vértices desde donde puede analizarse el problema", dice Silvia Hernández, jefa de guardafaunas de la fundación, quien trabaja a tiempo completo en Mejillones y tuvo como maestro a Jürgen Rottmann. "Recuerdo que lo primero que él nos dijo es que los guardafaunas no tenían que pasar multas, sino educar. Que debíamos mostrar las especies, nunca prohibir ni alejar a la gente del conocimiento. Él siempre dice que la conservación no la hacen los profesionales, sino la comunidad. Si ellos no están involucrados, no existe la conservación". 

De sus cuatro hijos, Rolf Rottmann, de 40 años, es el único que de alguna manera siguió el camino: también es veterinario. Como pocos niños podrían contarlo, Rolf creció rodeado por todo tipo de animales que mantenía su papá en el patio de la casa y siempre recuerda las vacaciones familiares en auto, recorriendo Chile por tierra, o cuando, ya más grande, lo acompañó en expediciones por el río Cachapoal o la cordillera de Chillán. 

"Una de las cosas que he aprendido de mi papá es que la ciencia es algo muy variable y relativo, y que requiere de mucho conocimiento", cuenta Rolf. "Además, que hay que perderle el miedo a meterle mano e inmiscuirse en los problemas de la naturaleza. Si hay que recuperar una especie, hay que atreverse, tirarse a la piscina, por ejemplo, reproduciendo a las especies en peligro". 

Rolf dice que su papá hoy está dosificando las energías, que ya no son las mismas que tenía hace 40 años, y que él sabe que hay gente más joven que puede continuar con su tarea. Jürgen Rottmann, por su parte, asegura que aún quiere dar la pelea por la conservación y que si bien sigue ligado a instituciones como la Unorch o la Codeff, lamenta que hayan perdido fuerza e integrantes en los últimos años.

-Siempre hay rencillas entre las cabezas dirigentes, y también están los "reyecitos": gente que salió y volvió después de su beca y creó su propia ONG. Hoy es inmensa la cantidad de ONGs que existen. Creo que si un día lograran juntarlas para hacer algo importante, eso puede ser el futuro.

Sobre el traspaso de sus conocimientos a nuevas generaciones, Jürgen Rottmann vuelve a insistir que él no es científico y que si bien ha publicado algunos libros sobre aves y naturaleza de Chile, nunca ha tenido mucho interés en dedicarse a escribir papers. 

-El gran problema no es la falta de investigación, lo que falta es que esa información se use, se conozca. Siempre me dediqué a difundir. Esa fue una postura de vida, pero [cuando salía a terreno] nunca andaba con cámara, apenas agua y binoculares. Al principio anotaba todo en una libreta, pero nunca lo pasé en limpio.

-Todo queda en la cabeza, entonces.

-No, se pierde nomás.

Cuando Jürgen Rottmann dice esto último, su mirada otra vez se desvía hacia el árbol bajo el cual ahora está de pie. Intentando saber de dónde viene ese ruido -que solo él escucha-, da unos pasos hacia atrás y se agacha para tener un mejor ángulo de visión.

-Es un carpintero chico, debe tener un nido por aquí. Está dando la alarma.

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