E n algunos de estos sitios se habría refugiado Bernardo O'Higgins tras el Desastre de Rancagua en 1814. Catalina de los Ríos y Lisperguer, La Quintrala, Mateo de Toro y Zambrano, y el arquitecto de La Moneda, Joaquín Toesca, también habrían pasado por estas tierras engrosando su vasta historia. Se trata de la serie de localidades que componen parte del camino Real a la Frontera, la histórica vía reconocida por distintos medios, entre ellos, por el programa Rutas Patrimoniales con el que el Ministerio de Bienes Nacionales busca difundir y proteger espacios fiscales de alto valor material e inmaterial. "Reconocerlos nos permite crecer como sociedad. La idea es mantenerlos vivos y conservarlos", explica el ministro Felipe Ward.
Son más de setenta los circuitos diseñados de norte a sur, partieron en 2001 con Dientes de Navarino, en Isla Navarino, "una de las rutas de trekking más antiguas del mundo". El tramo camino Real a la Frontera, la ruta número 11, es parte de las más tradicionales y permite conocer poblados, rincones y paisajes en torno a una vía primordial para el Valle Central desde tiempos ancestrales. Se divide en dos tramos, cuesta Chada-Rancagua y Rancagua-San Fernando: alrededor de 170 kilómetros que parten en la zona de Mostazal. "Su extensión le da un valor particular, va por dos de las tres provincias de la Región de O'Higgins y cruza siete de sus comunas. Releva el patrimonio vial de nuestro país mostrando el antiguo Camino Real, principal canal de comunicación entre Santiago y Concepción", cuenta Ward.
La cuesta Chada y O'Higgins de Pilay, localidad también conocida como Romeral, la inauguran con una singular historia. La casona patronal que hoy alberga espacios como la biblioteca pública "más antigua de Chile", habría resguardado a Bernardo O'Higgins tras el Desastre de Rancagua en 1814. El prócer también habría estado en Codegua, poblado un poco más al sur, donde además de la huella o'higginiana, destaca la religiosa. Como en toda la zona, misioneros y sacerdotes -fieles compañeros de los conquistadores españoles- crearon una red de templos, conventos, escuelas y hospicios que componen un valioso conjunto arquitectónico. Son los edificios que abundan en la ruta, varios de los cuales -unos en mejor estado que otros- pueden encontrarse fácilmente: están en el corazón de los pueblos.
En La Compañía, cercano a Codegua, sobresale la presencia de la Compañía de Jesús, orden que dio nombre al lugar y dejó un grueso legado. Destaca el templo, centro de la hacienda que ahí levantaron, reconstruido tras el terremoto de 2010. Más allá, la Casa Fundo Molino de La Compañía, donde además de los religiosos habría vivido La Quintrala, quien donó los terrenos a la congregación que después, tras su expulsión, fueron adquiridos por Mateo de Toro y Zambrano. El estado de la propiedad no es el mejor, tampoco el del molino adyacente, "el primero construido en el país, cuya capacidad satisfacía las necesidades de toda la nación", según el sitio de la Municipalidad de Graneros a la que pertenece. En el lugar también resalta una polémica escultura de Catalina de los Ríos, imagen del mal para unos, de folclor y turismo para otros.
Tramo dos
Se estima que el trayecto entre Rancagua y San Fernando es el más antiguo de la ruta. Como el anterior, está compuesto por una seguidilla de singulares y bucólicos pueblos que inaugura la capital regional. Ahí se concentran varios atractivos, entre ellos, la Plaza de los Héroes, en el casco histórico. Enmarcada por edificios como el de la Catedral y el de la Gobernación, dio origen a la ciudad y habría sido el escenario de la batalla que en 1814 marcó un punto de inflexión en la lucha por la Independencia.
Rancagua guarda varias de las más ricas tradiciones de la Zona Central. Sus alrededores también. El Olivar, Copequén, Coinco, Quinta de Tilcoco, Guacarhue -cuya reconstruida iglesia esconde la firma del arquitecto Joaquín Toesca- y Malloa son parte de los enclaves que se suceden y distinguen, además de sus templos, por sus casas de fachada continua y corredores. De ahí a San Fernando, la segunda ciudad más importante en el trayecto y donde se encuentra un patrimonio que sorprende. Es el caso de la iglesia San Juan de Dios, edificio del siglo XIX de marcadas líneas góticas y albañilería a la vista. El pueblo marca el fin del circuito enriquecido en toda su extensión por el paisaje de campos y cerros, también por el legado prehispánico -incásico y mapuche, por ejemplo- que de igual modo se busca resguardar. "La invitación es a ser responsables en la preservación de estos bienes. Reconocerlos nos ayuda a entender la relación entre naturaleza, pueblos indígenas y tradiciones ancestrales", dice el ministro de Bienes Nacionales.